Nacionales
El azulejo del palmar
Adulto de azulejo de las palmeras. Foto: Carlos Ortega.
Una vez más me sorprendieron las imágenes de un ave que quizás no sea rara de ver pero que no está distribuida ampliamente en todo el territorio nacional. Se trata del azulejo del palmar, chogüí oliváceo o el tangará palmera, científicamente conocido como Thraupis palmarum. Y una vez más, fue Carlos Ortega quien me compartiera imágenes de esta ave que se la puede ver en el norte de la región oriental, siendo esta zona el límite sur de su amplia distribución ya que se lo puede encontrar desde Centroamérica, desde Nicaragua, hasta el norte y centro de Sudamérica. Tenemos la oportunidad de contarla en nuestra avifauna, aunque con una distribución restringida. Es una especie del grupo de los paseriformes y es un pariente cercano de nuestro chogüí, con quien además comparte el género, Thraupis, mientras el chogüi, o choguy en guaraní o celestino es Thraupis sayaca, podríamos decir que el Thraupis palmarum está muy emparentado, como que comparten el mismo “apellido”. De hecho, Carlos me comentaba que se los suelen ver “peleando” entre ellos, seguramente por algunas cuestiones territoriales y de selección de alimentos.
El azulejo de las palmeras es un habitante de áreas húmedas semiabiertas y de bordes de bosques, y se lo puede ver en cultivos y jardines, como en una de las imágenes que se lo ve asociado a plantas de mandarinas. Es precisamente en zonas de bordes de bosques o áreas semiabiertas donde encuentra uno de sus frutos preferidos, el de amba’y o cecropia. Son aves muy sociales y se alimentan de una gran variedad de frutos, entre los que incluye las plantas domésticas como los mamones, los cítricos y también pueden ingerir insectos tanto adultos como larvas, y hasta liban néctar. Siempre se lo ha encontrado por debajo de los 2.600 metros sobre el nivel del mar.
Su coloración como lo denota algún nombre común es olivácea, con diferentes tonos de verde olivo y tonalidades gris verdosa. Algunas partes de su cuerpo como las alas pueden ser de verde más claro y la parte posterior más negruzca, tiene un iris oscuro, y entre la base del pico y el ojo es de un gris más claro que el resto del cuerpo.
Su nombre científico proviene de su hábito reproductivo ya que construye sus nidos mayormente en palmas. Una de las formas de distinguirlo es a través de sus vocalizaciones que la literatura marca como un canto rápido con notas agudas no muy musicales. Es un ave que tiene ya más de 200 años de haber sido descripta, esto ocurrió en 1821, con un ejemplar de Bahía (Brasil). Y el “apellido”, Thraupis es de origen griego para identificar a varias aves de formas similares.
Este tangará parece habituarse a las condiciones urbanas y existen estudios que indican que sus poblaciones pueden incrementarse con la oferta de alimento y agua, de hecho, se junta con otras aves para hacer uso de comederos y bebederos artificiales. En el 2011, ornitólogos de Paraguay hacen una revisión de la especie en el país y mencionan localidades más recientes. Los autores mencionan que posiblemente la especie todavía no tenga poblaciones estables en el país y que el registro de la especie se haya incrementado gracias al creciente número de observadores de aves que tiene el país.
Aves como estas que cumplen un destacado rol en la naturaleza y además pueden habituarse a la convivencia con la sociedad humana requiere de un compromiso en el diseño de nuestros paisajes, en particular de los urbanos. Deberíamos poder diseñar infraestructuras verdes que nos permitan además de vivir cómodamente, que le permitan a la biodiversidad ser parte de nuestra supervivencia. Y si bien, como alguna vez alguien me dijo que le consumían los frutos, pues deberíamos comenzar a disponer de frutos también para estas aves, compartiendo nuestro alimento. En definitiva, las aves y la naturaleza son parte de nuestro bienestar emocional. Asegurar que los hábitats naturales también siguen funcionando, con el fin de asegurar la perpetuación de la especie.
Se agradece el apoyo y las imágenes de Carlos Ortega.
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