Nacionales
Un loro diferente y de presencia restringida
Un individuo alimentándose en la copa de un árbol. Foto: Carlos Ortega.
Motivado por las bellas fotos de Carlos Ortega y Rebeca Irala, tuve la oportunidad de ver a este hermoso loro en el norte del Paraguay. Es una de las varias especies de loros que tenemos en el país y del grupo de las “amazonas”. El loro de cara amarilla, o loro chico, también conocido por el tipo de ecorregión que frecuenta, el Cerrado, por lo que se lo conoce como loro del cerrado. Hasta no hace mucho tiempo la especie era conocida para los cerrados de Brasil y Bolivia, donde se encuentra esta gran ecorregión; sin embargo, el avance del conocimiento nos ha permitido confirmar su presencia en algunos cerrados del Paraguay. Cerrado es el nombre originario de este “bioma” en idioma portugués, que significa “denso” y si bien existe una gran zona continua, existen varios parches que muestran que son relictos de una ecorregión de mayor extensión en el pasado. Esos relictos se espera que contengan también especies típicas que de alguna manera se han quedado en los fragmentos o relictos. El Cerrado junto a la Amazonía y el Gran Chaco conforman tres grandes ecorregiones únicas de Sudamérica.
En este ambiente de cerrado, que es una sabana tropical con diferentes morfas y paisajes, habita el loro cara amarilla. Científicamente se lo conoce como Alipiopsitta xanthops y es la única especie de Alipiopsitta que existe. Le gustan los ambientes más secos y abiertos que las otras especies de loros grandes de su grupo. Si bien se parece a otras especies de su grupo, este loro es bien diferente comparándolo; mayormente verde con una cara y vientre amarillentos, y la parte superior de sus muslos de un color naranja y una mandíbula superior negruzca. Parece que existe bastante diferencia en colores y patrones entre diferentes individuos y se presume que estas diferencias no serían regionales sino que más relacionadas al sexo y la edad de los individuos. Fue en el 2006 que se propuso como Alipiopsitta a este loro, nombrado así en honor a un zoólogo brasilero llamado Alipio de Miranda-Ribeiro que falleció en 1939.
Es una especie que tiene problemas para su conservación, se la considera casi amenazada ya que hay evidencias de que sus poblaciones silvestres se están reduciendo paulatinamente debido a la transformación de los ambientes naturales que prefiere y también porque se la persigue como ave de jaula y mascota. Parece que tanto en vida silvestre como en cautiverio gusta de frutas y se las suele encontrar en las guayabas y en los mangos, como así también entre los frutos del jacarandá y posiblemente los brotes florales del lapacho rosado. Parece que, si bien se la puede encontrar en varias áreas protegidas, no existe un área que tenga poblaciones permanentes. Hay una relación entre este loro y otro elemento muy característico del Cerrado que es el termitero; por un lado, se ha visto a esta especie de loro alimentándose de termites y por otro lado, podrían estar anidando en huecos de termiteros. Es por ello por lo que también se conoce a la especie como loro takurú, debido a que evidentemente llama la atención a este loro haciendo nido en los tacurúes. En sus hábitos alimentarios existen muchas otras plantas, habiéndose encontrado que consume unas 35 especies y que también ingiere tierra y corteza de los árboles.
Al tratarse de una especie endémica del Cerrado, es decir solo se la encuentra en esta ecorregión y que además el Cerrado lo comparten tres países (Brasil, Bolivia y Paraguay) y que si bien tiene un condición de cuasi amenazado a nivel internacional, es una especie amenazada a nivel nacional en Paraguay, todo obliga a pensar en la necesidad de proteger sus poblaciones, y además a trabajar con los otros dos países para que el Cerrado pueda asegurar no solo áreas protegidas donde la especie deambula, se alimenta, nidifica, sino también en corredores ecológicos que permitan la conectividad entre las unidades de conservación. Por otro lado, la educación es clave y aprender a apreciar estos loros en la vida silvestres alejándolos de las jaulas y de las condiciones de cautividad.
Agradezco a Carlos Ortega, Rebeca Irala y Lidia Pérez por siempre acompañarme en esta pasión por dar a conocer nuestra diversidad biológica.
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