Nacionales
Sobre los nombres comunes y los préstamos
Puma. Foto: Carlos Ortega
Si bien algunos colegas no le prestan mucha importancia ya que al referirnos a la biodiversidad debemos nombrar los elementos con sus nombres científicos, me gusta mucho el uso de los nombres comunes o vernáculos, los que en muchos casos tienen una razón de existir, o bien sea por denotar alguna característica del animal o algún comportamiento o también lo que es común, imitamos con el nombre que le damos sus vocalizaciones. La palabra misma “vernáculo” es atractiva ya que denota esa característica de propio. Algo vernáculo es aquello dicho especialmente del idioma o lengua, como doméstico, nativo, de la casa o país propios. Disfruto con la variedad de nombres que se le otorga a la fauna en los diferentes países, en particular nuestros países con una riqueza cultural “doméstica” y una riqueza cultural continental, lo que hace que muchos elementos de la naturaleza tengan diferentes nombres en diferentes idiomas, pero aún dentro de una misma lengua, existan diferentes nombres.
Quiero referirme como préstamos a palabras que se usan en otros lugares para otras especies y creo que las más comunes son tigre, león, nutria, jabalí, cuervo, avestruz como muchos otros. El tigre es un animal asiático, es ese gran felino rayado y no es un animal que tengamos en vida silvestre en las Américas, y normalmente usamos esa palabra para denominar a nuestro yaguareté o jaguar. El león es otro gran felino que habita África y una pequeña población en la India, pero mayormente africano y tampoco lo tenemos en las Américas, y usamos vernáculamente ese nombre para denominar a nuestro puma.
Otra palabra problemática es “nutria” y siempre debemos estar haciendo la aclaración, ya que lo que llamamos normalmente nutria no son nutrias realmente. Las nutrias verdaderas serían el lobopé y el arira’y, las que como vemos tienen otros nombres y a lo que llamamos nutria es el coipo, un roedor, también de hábitos acuáticos. Jabalí es una denominación que puede utilizarse como sinónimo de chancho silvestre o salvaje, muchas veces denominando así a los pecaríes, parientes silvestres del jabalí, que es el europeo. En el caso del jabalí, no quiere decir que no exista en la naturaleza, pero es un animal exótico, exógeno, no es nativo y se ha adaptado a las condiciones naturales luego de liberarse de la relación con los seres humanos (o porque se escapó del cautiverio o porque fue deliberadamente introducido, por ejemplo con fines de caza). Finalmente, un ave, el cuervo que seguramente tiene su origen en esa ave de relativamente gran tamaño, “carnívora” y de color negro, pero a lo que llamamos cuervo realmente son buitres o yryvu en guaraní. Finalmente, el avestruz, que si bien es un pariente de nuestro ñandú, al que queremos referirnos, en realidad el avestruz es actualmente un animal africano y a menos que se lo haya introducido, no existe en vida silvestre en nuestros ambientes.
Me gustaría que comencemos a utilizar los nombres vernáculos nuestros, aún con el riesgo de confundirnos ya que el mismo “cuervo” puede llamarse buitre, yryvu, zopilote, chulo, gallinazo, jote, y así podríamos seguir, pero todos nombres domésticos, provenientes de nuestras propias culturas y que no son realmente préstamos. Defiendo el uso de barbarismos o palabras prestadas de otro idioma hasta que podamos disponer de las propias, siempre aclarando su significado, pero si existen palabras en nuestras culturas, pues deberíamos hacer uso de ellas. De lo contrario deberíamos estar aclarando continuamente, ya que no es lo mismo haber visto un tigre que un yaguareté, ni haber visto un león que un puma, en particular si estamos hablando de hábitats naturales. Ver un tigre implica un animal exótico muy peligroso que no pertenece a este ambiente, lo mismo que un león. Quizás estos préstamos tengan que ver con las primeras consecuencias de la globalización en la forma en la que denominamos a la naturaleza.
El chiricoe es un ave muy característica que además ha sido honrada con una canción que emotivamente interpreta la querida Delia Picaguá, pero esta ave tiene diferentes denominaciones en su amplia distribución, y se la conoce como cotara chiricote, chiricote, cotara caracolera, rascón de cuello gris, poponé, chilacoa colinegra, cocaleca o chiricoca, pero aprecio el idioma guaraní que captura esa vocalización de este rállido. Por eso me gusta llamarlo chiricote o chiricoé, como también me gusta llamar benteveo o pitogüé a esa ave tan común entre nosotros, o chogüi al celestino. Nombrar a la naturaleza está relacionada con la cultura y las tradiciones, un elemento natural crucial para la supervivencia de un pueblo seguramente tiene más atención nominal que otra que no juega un rol específico en la supervivencia. Y el uso de nombres prestados como tigre, león, avestruz aún si le agregamos la palabra americano, como tigre americano, león americano, avestruz americano, nos induce a pensar en un elemento cosmopolita que no es tal. Un tigre no es cosmopolita a nivel mundial ya que está restringido a Asia, ni lo es un león; y agregándole el adjetivo “americano” lo que hacemos es complicar la situación cuando sencillamente tenemos nombre nativos comunes, vernáculos como bien los explica ese concepto.
En ciencias biológicas, el nombre común o vernáculo, también conocido como nombre coloquial, nombre popular, nombre nacional, es una denominación derivada del lenguaje normal de todos los días para un pueblo y se lo puede contrastar con el nombre científico, para asegurar de qué especie estamos hablando, deberíamos cuidar la riqueza de la lengua, inclusive con los nombres comunes, ya que esa heterogeneidad agrega variabilidad, y cuanta más heterogeneidad menos riesgo de desaparecer. No olvidemos, además, el principio de heterogeneidad, que exige que los conceptos específicos, unificables bajo un concepto genérico común, se diferencien entre sí. Según las representaciones modernas, el principio de homogeneidad prohíbe unificar principios heterogéneos en el marco de una teoría única. Así que usemos y fomentemos el uso de los nombres vernáculos o comunes. Las analogías con las diferentes disciplinas científicas nos dicen que cuanto más simplifiquemos y homogenicemos la naturaleza en todo sentido, mayor riesgo de perderla.
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