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Nacionales

Un padre como pocos, modelo evolutivo exitoso

Rhea americana. Foto: Hugo del Castillo.

Rhea americana. Foto: Hugo del Castillo.

Creo que todos conocemos al ñandu guasu o como se lo conoce científicamente Rhea americana, de donde sale el nombre en inglés “Rhea”, mal llamado avestruz. Este nombre lo tiene ya que los europeos que llegaron a Sudamérica lo asociaron con lo que conocían que era el avestruz africano. Lo cierto es que estas especies pertenecen a un grupo de aves muy particulares que se los conoce con el nombre de estrutioniforme, aves que no vuelan, corredoras, con mucha fuerza en sus patas y con unos hábitos muy particulares en cuanto a la nidificación y la crianza de sus hijos. Valga una aclaración, mantenerse lejos de sus patas ya que las patadas pueden ser mortales. Habrán escuchado sobre las famosas “boleadoras”, ese sistema asociado a los gauchos u hombres de a caballo que cazaban en las pampas o pastizales, a estos animales con un sistema de lazos de cuero atados a dos o tres piedras redondeadas que “tiraban” a las patas de los ñandúes para hacerlos caer. Este sistema hoy asociado a los gauchos, fue adoptado como buena práctica de caza que utilizaban los pueblos indígenas de la Patagonia y las Pampas.

Huevo de ñandu, Laguna Salada. Foto: José María Paredes.

Lo cierto es que estas aves a pesar de estar restringidas a continentes diferentes, el ñandú a Sudamérica y el avestruz a África, tienen muchas cosas en común resultado de un modelo evolutivo exitoso con adaptaciones muy particulares que seguramente tienen su origen en un ancestro común cuando estos dos continentes eran uno solo y el océano Atlántico no existía, conocido como Gondwana. El ñandú es el ave de mayor envergadura de Sudamérica.

Es un animal que ha estado asociado fuertemente a la cultura humana, ya que le ha brindado productos como sus plumas, su cuero, su carne y sus huevos. Las plumas han sido siempre muy apreciadas por su tamaño y en gran parte de los pueblos originarios que tienen un arte plumario destacado, han utilizado al ñandú. Su cuero, secado y curtido o no, también ha servido como elemento de vestimenta y revestimiento, su carne es muy apreciada y sus huevos tienen un fuerte lazo con la cocina y la nutrición con una equivalencia de 10 o una docena de huevos de gallina por huevo de ñandú. Son animales además que se los permite y se los busca para que estén asociadas a las viviendas humanas, en particular en los parques, ya que tiene un hábito alimentario muy particular, siendo omnívoro (come de todo) pero más como depredador de animales no muy apreciados en las viviendas humanas, como serpientes, arañas o escorpiones.

Ñandu adulto, Reserva Mbarakaju. Foto: José María Paredes.

Tiene unas particulares muy llamativas, en época de “celo”, el macho vocaliza muy fuertemente y estos “mugidos” se escuchan a lo lejos. Forma un harén con varias hembras y de diferentes edades. El macho hace una base no muy complicada con hojas, ramas y tierra en donde acogerá a los huevos, al principio les permite a las hembras de su harén colocar los huevos dentro del nido, normalmente las más “veteranas”, pero en la medida que el nido va acumulando huevos, ya el macho no deja a las otras hembras (las más jóvenes) acercarse al nido y las obliga a colocarlos en las cercanías y él mismo los trae girándolos con el pico hacia el nido. Esta parece ser una de las razones por las cuales se encuentran “huevos guachos” o abandonados en el campo, como si el macho se haya olvidado traerlos hacia el nido.

Lo cierto es que el macho se sienta a incubar los huevos, no lo hace la hembra, y él mismo los va girando con su pico, moviéndolos en sus posiciones no sólo girándolos sino también llevando los del centro hacia la periferia y viceversa. Y cuando los pichones eclosionan son cuidados por el padre, a estas pequeñas aves se los llama charitos y cuando van creciendo se los conoce como charabones, y se los suele ver en un número bien alto detrás del macho, quien los protege de los depredadores. Llamativamente, con el paso de la temporada de cría, se ven machos con “hijos” de diferentes tamaños, inclusive con charitos y charabones, lo que hace pensar que los machos adoptan pichones de otros padres.

Rhea americana. Foto: Rebeca Irala.

El ñandú es un elemento de la naturaleza emblemático para nuestra cultura, muy único y con comportamiento ejemplar, aspecto no único en las aves, pero no es muy común que el macho se encargue de hacer el nido, incubar los huevos y criar a los hijos. Un animal muy particular al que debemos cuidar y honrar, como parte clave de la naturaleza, que además cumple un rol crucial manteniendo por ejemplo bajo control varias poblaciones de insectos y otros seres vivos, como así también incentivando el crecimiento de las plantas, ya que se alimenta de brotes que alcanza con su gran altura. Su preferencia por el Prosopisaffinis, un tipo de algarrobo, le ha puesto impronta al nombre común, ya que se lo conoce como “ñandubay” (comida del ñandú).

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