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Rastros y huellas de la fauna paraguaya: ecología forense
Puma (Puma concolor). Es el segundo felino más grande, y relativamente común, que ocurre en Paraguay, después del Jaguareté. Foto: Rebeca Irala
Ustedes seguramente han salido a dar una caminata y se han puesto a observar el suelo, en particular luego de unas lluvias, difícilmente haya un lugar en donde no encontremos huellas de animales, seguramente serán huellas de perros o de gatos, pero nos detuvimos a analizarlas y ver cuán diferentes son, ni qué decir si son huellas de animales silvestres, como las gigantes del yaguareté o del mborevi, o extrañas como as del yurumí o de su pariente más pequeño, el kaguare.
Lo cierto es que los animales nos dejan sus rastros y señales, el principal rastro es la huella, es decir la impronta de las patas, pero también muchos elementos de la fauna nos dejan otras señales. Adentrarse en el mundo de los rastros y huellas es fascinante, tratar de entender qué estaba haciendo el animal, o hacia dónde iba, si estaba con andar lento o estaba corriendo. Deberíamos poder enseñar en la escolaridad básica a identificar estos rastros y huellas y así conocer la fauna con la que convivimos, a la que difícilmente tengamos acceso, y de paso despertar en nuestros niños, el interés por observar, interpretar y preguntarse desafíos que pueden debatir con sus amigos o adultos.
Cuando se está en el campo, uno va aprendiendo sobre cómo los animales caminan, trotan también se aprende a identificar el tipo de señales que dejan por ejemplo cuando depredan a sus presas y hasta los rastros de una cacería, las marcas territoriales que deja un puma, el excremento· de un mono aullador en cercanías de los árboles, las marcas de las uñas que deja un coatí al subir una liana que lleva a un gran árbol, como así también los huecos que deja el tatú o armadillo cuando se encuentra en busca de su alimento; es una cuestión de aprender a mirar y rápidamente pueden reconocerse para el entusiasta naturalista que cuidadosamente se pregunte sobre qué pasó por aquí o qué pasó aquí.
Las habilidades más difíciles también pueden adquirirse con paciencia y con experiencia adicional que siempre proporciona el charlar con un baqueano, alguien que se crió en contacto con la naturaleza. Cuando encontramos caracoles vacíos cerca de un cuerpo de agua, será que fue el taguató caracolero o será un carau, y la diferencia es fácil, la concha de los caracoles si está rota en su dorso entonces es el carau, mientras que si las conchas están sanas, fue el taguató. El taguató caracolero tiene una gran habilidad para sacar al animal de su capazón utilizando las garras y su pico.
Muchas de las técnicas que usamos a nivel profesional, las hemos aprendido de los baqueanos y de la gente de campo, como así también de los pueblos indígenas, ya que ellos han aprendido a vivir en armonía con la naturaleza proveyéndose de lo que necesitan de ese “gran supermercado”, y muchos de nosotros hoy usamos esta información o conocimiento tradicional para generar conocimiento científico. Entendemos sobre las diferentes especies presentes y de sus comportamientos y hábitos, de su abundancia, de las interacciones con su ambiente, del tipo de hábitats que prefieren. Hasta muchas veces invertimos mucho tiempo hasta que podamos comprender qué especie fue la que comió una fruta, o la que ramoneó un árbol o arbusto.
En muchos lugares naturales existen zonas que se conocen como barreros, y allí los cazadores, muy inteligentemente hacen sus mangrullos para esperar a la presa y cazarla, los que estudiamos la naturaleza vamos a esos barreros para ver qué despliegue de rastros y señales nos han dejado los visitantes. Parece que en muchos de estos barreros, el agua y el lodo, también disponibilizan sales que atraen a la fauna. En estos barreros solemos ver huellas y señales de chanchos y pecaríes (tañycati y kurei) como de tapir o mboreví, como así también a veces huellas de carpinchos.
Si las huellas no son claras, basta con mirar los árboles cercanos, cuanto más gruesa sea su corteza, más chances de encontrar que algunos de estos amigos se halla dado una buena rascada, por ello es fácil poder identificar los pelos que dejan en la corteza, y no nos sorprendamos si encontramos arañazos, restos de algún felino afilándose sus uñas, o cortezas mordidas por buenos dientes incisivos, señal de que algún roedor grande o pariente ha estado afilándose los dientes.
Algunas especies regurgitan (vomitan para ser claro y sencillo) sus alimentos, por ejemplo, el yaguareté como así también muchas lechuzas y búhos, y otras aves carnívoras; a estos bolos de elementos que no pudieron ser digeridos, los conocemos con el nombre de egagrópilas, y allí encontramos huesos, plumas, pelos, que nos permiten identificar qué tipo de animales fueron las presas. Si bien, no son del agrado de muchos, cuando juntamos excrementos de diferentes animales, o bien los miramos, es porque allí hay mucha información, la forma de los mismos y los contenidos nos dicen de qué especie se trata y mucho sobre sus hábitos.
Cuando miramos los nidos de las aves y vemos no sólo los elementos que utilizaron para construirlos, sino que hay dentro de ellos, y descubrimos la intrincada relación de los diferentes elementos de la naturaleza, como por ejemplo cómo cubren y forran los nidos varias aves, entre ellas los colibríes o maynumbicon algodones que extraen de la naturaleza; por ejemplo, el suave algodón que nos regala el palo borracho o samuhú.
Las huellas, los rastros y las señales están ahí, para que nosotros podamos descifrarlas, utilicemos estos elementos gratuitos que nos regala la naturaleza para desarrollar nuestra forma de pensar y razonar, para buscar respuestas a los interrogantes y para aprender a respetar esas relaciones que llevaron muchas generaciones para poder mostrársenos, tal cual un gran enigma que nos desafía a explicarlo.
En mi ámbito profesional de ecólogo de campo, cumplo el rol de un ecólogo forense de la naturaleza, que trata de determinar las causas que han provocado la aparición de tales o cuales restos; y vale recordar que “nunca la sabiduría dice una cosa y la naturaleza otra (Décimo Junio Juvenal, poeta romano, autor de las Sátiras)” y no me queda más que invitarlos a relacionarse más con la naturaleza ya que “en todo paseo con la naturaleza uno recibe mucho más de lo que busca (John Muir, naturalista y explorador).
Sugerencia bibliográfica:
Villalba, R& A. Yanosky. 2000. Guía de huellas y señales. Fauna paraguaya. Fundación Moisés Bertoni/Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, Asunción. 112 pp.
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