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“Viví al filo de la muerte, pero la vida me dio otra oportunidad”, dice interno
Don Sixto. Foto: Gentileza.
“Toqué fondo y decepcioné a todos, pero la vida me dio otra oportunidad y no voy a fallar”, dice Sixto, un hombre privado de libertad que se encuentra recluido en el Penal de Coronel Oviedo. En el lugar reviste termos con perlas, habilitó una panadería y una cantina intramuros en la que trabajan 12 compañeros.
Mientras le restan 13 años de condena apunta a su reinserción social. Estudió refrigeración en el Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP) y electricidad en el Sistema Nacional de Formación y Capacitación Laboral (Sinafocal). Lleva un año haciendo termos, jarras, guampas y yerbateras decorados con delicadas perlas y strass.
Sixto es un expolicia de 46 años, relató que creció en un contexto muy duro y como todo adolescente quiso escapar de la pobreza a costa de la delincuencia que casi le cobró la vida. Reflexivo en 6 años tras las rejas de la Penitenciaría Regional de Coronel Oviedo, trata de ser mejor persona, habilitó una panadería y una cantina que da trabajo a 12 compañeros, y ofrece termos revestidos de perlas a la venta.
“Viví al filo de la muerte y el peligro, muchos amigos murieron y los demás están tras rejas”, expresó Sixto sobre el sub mundo al que nunca desea volver entre el dolor y el arrepentimiento.
La intención de Sixto es dar a conocer que el camino torcido que escogió en su afán por el dinero, para que otros no se equivoquen: “Toqué fondo y decepcioné a todos, pero la vida me dio otra oportunidad y no voy a fallar”, expresó.
Discriminación
A los 13, las calles de Coronel Oviedo le impregnaron de rencor ante la actitud prepotente de la gente que le hacía de menos por vender diarios y lustrar zapatos. “Nací en Santa Rosa del Mbtuy donde en los mejores días nos tocaba guiso de butifarra. Nunca me llegó la bici de Reyes, aunque fui el mejor alumno de la escuela”, confiesa Sixto apodado “Enano”.
Quiso ser ingeniero agrónomo, pero sus parientes le conectaron a la carrera policial en la que tuvo 11 años de servicio, luego fue dado de baja, por lo que trabajó en una granja en cría y engorde de animales; luego se cambió a Pedro Juan Caballero y en la “Frontera seca” pronto pudo despilfarrar en autos del año y costosos lujos que desaparecieron de la noche a la mañana ni bien lo detuvieron.
Mientras le restan 13 años de condena apunta a su reinserción social, fue escogido como encargado de su pabellón e intramuros estudió refrigeración (SNPP) y electricidad (Sinafocal).
Puso una cantina que expende lo básico como yerba, galletitas, café, sardina, fideos, arroz, jabón y dentífrico y, una panadería que vende pan casero, bollos, tortas y empanadas, con empleados a su cargo.
Asimismo, lleva 1 año haciendo termos, jarras, guampas y yerbateras decorados con delicadas perlas y strass. Para pedidos contactar al (0991) 967-707.
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