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El palo santo y el quebracho

Un paisaje chaqueño de palo santo (Gonopterodendron sarmientoi), durante los procesos de habilitación de tierras se desmontan superficies que tienen abundantes árboles. Foto: Lidia Pérez de Molas

Un paisaje chaqueño de palo santo (Gonopterodendron sarmientoi), durante los procesos de habilitación de tierras se desmontan superficies que tienen abundantes árboles. Foto: Lidia Pérez de Molas

Nuestras vidas tan ajetreadas no ayudan a que retomemos nuestra relación con la naturaleza. Cada vez más nos alejamos de esta intrínseca relación que tenemos con los otros seres vivos como las plantas, los animales y los hongos, y también su intrínseca relación con otros factores que permiten la vida en el planeta como el suelo, el agua y el aire.

No muchos entienden que si bien muchas de las cosas que consumimos vienen de un proceso muchas veces industrializado, en la mayoría de los casos hay una relación directa con algún elemento natural.

Pocos saben que ese rico sabor de la vainilla viene de una vainilla que es una orquídea, o que la canela viene de la corteza de un árbol que se llama canelo, o que la mostaza viene de una semilla de un árbol, y así podríamos seguir con una larga lista que nos evidencia nuestra relación directa con, por ejemplo, las plantas. Ya no voy a insistir con la Stevia, en nuestro guaraní ka’a he’ẽ, por ese sentimiento de culpa que lo hemos perdido en estado natural, pero tenemos muchos otros elementos vegetales que usamos y aún así, no se nos fortalece ese vínculo con la naturaleza, por ejemplo, los ajíes o ki’ŷi que colectamos de la naturaleza y hasta a veces los reproducimos en nuestros jardines, o el kokû o también el ñangapirí que usamos en nuestras infusiones como el tereré.

Basta con ir al mercado o mirar detenidamente a una yuyera para ver esa relación nuestra y de nuestros gustos y placeres, con la naturaleza. Y lo extraño es que por alguna razón pensamos que su uso es perpetuo y que siempre estarán ahí para que las cosechemos. Estos productos como muchos otros que nos ofrece la naturaleza son sostenibles si los manejamos adecuadamente, es por ello que se requiere conciencia, educación y una sociedad fuerte y comprometida para asegurar que este acervo o patrimonio natural y su relacionado acervo o patrimonio cultural se puedan perpetuar.

Y selecciono hoy dos árboles que todos conocemos, hemos sentido hablar de ellos, pero otra vez, ese vínculo nuestro como sociedad con el recurso natural parece no ser tan evidente. Estos dos árboles majestuosos son árboles chaqueños, son legendarios elementos arbóreos que hemos llegado a conocer luego de miles de años de evolución adaptados a condiciones muy particulares de suelo, agua y clima.

Rollos de palo santo (Gonopterodendron sarmientoi), árbol del Chaco. El comercio de esta especie tiene implicancias internacionales, por ello, es sujeta de la Convención CITES. Foto: Lidia Pérez de Molas

Las licencias para el desmonte y los cambios al uso de la tierra forestal a otro uso están haciendo que las poblaciones de estos árboles como de toda la biodiversidad se vea reducida, quizás en la misma relación que las licencias, normalmente va en el territorio chaqueño de un 25% a un valor cercano al 50%, es decir, que entre un cuarto y la mitad del sistema vivo desaparece como si nos cercenaran medio pulmón, corazón, estómago, cerebro, solo para una analogía.

Estos dos elementos que están desapareciendo son el palo santo y el quebracho. Todos conocemos ese perfume tan característico del palo santo, ese aroma al que se adjudican propiedades tranquilizantes, o esa madera con color y sabor característico que nos ayuda a servir bebidas o alimentos, pero su mayor valor en la economía tiene que ver con su madera y con su aceite, muy característicos y con alto valor de exportación.

El comercio de esta especie debido a su valor comercial ha requerido la intervención de las autoridades forestal y ambiental del país y cumplir con un marco legal internacional para especies en peligro de extinción, autorizando alrededor de unas 1.400 toneladas al año.

Tirantes de Palo santo utilizados en la construcción, una madera de color y aroma muy particular. Foto: Lidia Pérez de Molas.

El quebracho, es otro elemento chaqueño, que tiene dos especies bien conocidas, el quebracho blanco y el colorado. También diferentes partes de estos árboles se utilizan para fines medicinales, ya que se les atribuye a hojas, raíces y cortezas propiedades antioxidantes, y se utilizan popularmente cuando hay tos, fiebre, bronquitis y asma; sin embargo, su impacto en la economía tiene más que ver con su dura y persistente madera que han servido para los durmientes de las vías ferroviarias no solo de Paraguay pero de Sudamérica, y para la construcción, en particular de puentes, y obviamente para horcones en viviendas. Un uso importante del quebracho tiene que ver con la industria de las curtiembres, ya que el tanino que produce es altamente valorado por este sector.

Entonces, cuando enciendas un sahumerio para aromatizar tu espacio, cuando tomes un tereré en guampa de palo santo, cuando endulces tu infusión con Stevia, o cuando veas un cuero de tu cartera, billetera, zapato, o cuando mires las construcciones y veas una madera dura y persistente, solo piensa en esa relación intrínseca de nuestro bienestar con la naturaleza. Y forma parte de un grupo creciente de humanos que tratan de respetar y honrar la naturaleza que tanto nos ha dado para nuestro mejor vivir.

El quebracho colorado chaqueño (Schinopsis balansae) es un árbol muy apreciado por su madera en ebanistería, por sus altos contenidos de taninos como así también para la fabricación de durmientes para las vías del ferrocarril. Foto: Lidia Pérez de Molas

Y recuerda que “la naturaleza no es un lugar para visitar. Es el hogar” (G. Sherman Snyder) y “en la naturaleza no hay recompensas ni castigos, hay consecuencias (B. Ingersoll) y principalmente que, “entender las leyes de la naturaleza no significa que seamos inmunes a sus operaciones” (D. Gerrold).

 

*Agradezco el aporte fotográfico a Lidia Pérez de Molas

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