Connect with us

Nacionales

Más allá de la naturaleza del cuerpo humano y la biodiversidad

La fotógrafa Agnieszka Lepka resalta en sus obras fotográficas la relación entre la naturaleza y el ser humano. Foto: luxiders

La fotógrafa Agnieszka Lepka resalta en sus obras fotográficas la relación entre la naturaleza y el ser humano. Foto: luxiders

La vida tal cual la conocemos en el planeta tierra y por ahora la única que conocemos tiene una estructura y un nivel de organización bien conocidos por todos. Siempre nos enseñaron que la célula es ese nivel “básico” y que dentro de la célula también hay elementos que tienen una organización (el núcleo, cromosomas, mitocondrias, etc.). Y también nos enseñaron que las células se organizan para formar órganos, y los órganos individuos, y los individuos poblaciones y especies, y las especies, ecosistemas, y así podríamos llegar a dimensiones incalculables. El conocimiento nos va enseñando sobre esa organización y su funcionalidad.

Tenemos un corazón, una vejiga, riñones, páncreas por hablar de nosotros mismos, y evidentemente que tienen una función, una razón de ser, una existencia, para algo están. Las extremidades pueden servir para crear aletas en los peces, alas en las aves y los murciélagos, brazos y piernas en nosotros los humanos. En fin, tan sencilla parece la cuestión, pero cuando nos falta una parte, sabemos que esa organización comienza a tener problemas, y la funcionalidad se afecta seriamente, es muy claro que cuando nos falla un riñón o nos tienen que extirpar un riñón tenemos problemas.

Pero qué pasa cuando comenzamos por diferentes medios a extirpar especies o poblaciones, o ecosistemas, ¿por qué no aplicamos la misma lógica? La tasa de desaparición de especies está en su sexta extinción y hemos dado en llamar a esta era geológica como Antropoceno, para dejar en claro que estamos teniendo un impacto sobre la naturaleza, sobre la biodiversidad.

Este impacto está haciendo que extirpemos parte del sistema, removiendo algunos órganos, o destrozando y dejando a su mínima expresión este arreglo de la vida, esta organización y por ende su funcionalidad.

El trabajo fotográfico de Agnieszka Lepka

Si hemos deforestado más del 80% del Bosque Alto que tuvo el Paraguay en la región oriental, significa que hemos cercenado el 80% de la organización y funcionalidad. ¿Será que esto tendrá al efecto? Y la lógica otra vez no dice que sí, seguramente muchas cosas no sabemos, pero el rol de un bosque que evolucionó en un suelo condicionó un clima particular, contribuyó a la disponibilidad de agua, y la provisión de otros productos y servicios de un bosque que, en un análisis simplista, hemos destruido en un 80%.

Lo lógico sería pensar que tendremos sólo un remanente del 20% de estos servicios y productos. Será que podemos vivir con un 20% de una célula? O el 20% de un riñón, corazón o pulmones?

Los más tecnológicos dirán que la bioingeniería, la biología sintética y otras disciplinas están desarrollando métodos para reemplazar esos roles de la naturaleza, ya tenemos unos bichitos que cumplen el rol de polinizadores, o ya tenemos estamos utilizando elementos para restaurar el daño ocasionado.

La pregunta que nos cabe es si podremos restaurar el daño hasta un nivel aceptable como cuando teníamos una relación más armoniosa con la naturaleza. Lo cierto es que no sabemos la respuesta de la naturaleza, ya que como cualquier sistema trata de restaurarse, de arreglárselas para volver a un estado más armonioso, y a veces eso atenta con nuestra propia existencia, nuestra infraestructura, como cuando construimos un camino sin respetar el flujo de las aguas superficiales, o construimos viviendas en zonas que esporádicamente se inundan, como es el caso de los bañados asociados a nuestras ciudades.

Existe un delicado límite entre lo que podemos afectar sin afectarnos a nosotros mismos. Intervenimos la naturaleza creyendo que somos más inteligentes que lo que llevó largos períodos de tiempo (miles o millones de años) de evolución. Ponemos árboles donde no había árboles, y ponemos pastos donde había árboles, abrimos cursos y cuerpos de agua donde no los había, y desecamos las áreas húmedas.

Desafiamos a la naturaleza constantemente, olvidándonos que un sitio en particular en el que interferimos forma parte de un gran sistema que tratará de “restaurar” nuestra intervención. Ese delicado límite de afectar la naturaleza para nuestra propia satisfacción, mejora de nuestro nivel de vida, requiere de conocimiento sobre lo que hacemos y las consecuencias, de lo contrario podríamos estar afectando nuestro bienestar, y si no es el nuestro, será seguramente de muchas generaciones de humanos que todavía no han nacido.

Click para comentar

Dejá tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Los más leídos

error: Content is protected !!