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Las promesas incumplidas y los desafíos económicos marcan el fin de año de Lula

Lula da Silva. Foto: Erica Martin/TheNEWS2/picture alliance/DW

Lula da Silva. Foto: Erica Martin/TheNEWS2/picture alliance/DW

Este 2024 llega a su fin y también terminan los dos primeros años de los cuatro del tercer mandato de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente de Brasil. Como siempre, la conclusión de cada año es un momento para hacer balance y nuevas promesas para el año venidero, y esto también se vale para Lula. Según una encuesta de PoderData realizada a mediados de diciembre, el 48% de los brasileños rechaza su gobierno, la tasa más alta desde el inicio de su mandato, mientras que sólo el 45% lo aprueba. Lula ha conseguido mantener algunas de sus promesas de la campaña electoral de 2022, como la política de aumento del salario mínimo por encima de la inflación, la ampliación del subsidio Bolsa Familia para los más pobres y una nueva reforma fiscal. Pero esto, evidentemente, no fue suficiente para eliminar la decepción pública y la controversia sobre otras cuestiones que también ocupaban un lugar destacado en su agenda política al inicio de su mandato.

De sus promesas electorales, Lula no ha logrado hasta ahora poner en marcha una nueva ley de trabajo, ni acabar con el llamado orçamento secreto, creado en el gobierno de Jair Bolsonaro, es decir, fondos entregados por el ejecutivo al Congreso, pero no sujetos a rendición de cuentas y, por lo tanto, utilizados principalmente para obtener la aprobación de los parlamentarios en cuestiones que interesan al gobierno. Hasta ahora, Lula ha fracasado incluso en la tan prometida deforestación cero.

De hecho, según datos de MapBiomas y su Monitor de Incendios, el área devastada por incendios en Brasil de enero a noviembre de 2024 fue de 29,7 millones de hectáreas, la mitad de ellas en la Amazonia, lo que representa un aumento del 93% respecto al mismo periodo de 2023. Se perdió una superficie comparable a la de todo el estado meridional de Rio Grande do Sul. Habrá que ver hasta qué punto estas cifras pesarán también en la imagen de Brasil en la COP30, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se celebrará en Belém, en el estado amazónico de Pará, del 10 al 21 de noviembre de 2025.

El balance de las principales empresas estatales brasileñas, entre ellas los Correos, también es negativo y presenta el peor déficit de los últimos 15 años, en torno a los 3.300 millones de reales (532 millones de dólares). En cuanto a la sanidad pública, 2024 será recordado por algunos episodios trágicos que conmocionaron a la opinión pública, como la muerte de un joven que esperó durante horas en la sala de espera de una clínica pública de Rio de Janeiro a pesar de ser un caso urgente. El gobierno de Lula también será recordado en 2024 por la explosión de la dengue: más de 6,2 millones de casos en 2024, según cifras del Ministerio de Salud. Murieron 5.950 personas, un aumento del 400% respecto al año pasado, cuando el país registró 1.179 muertes.

Desafíos en seguridad y economía

El tema de la seguridad también ha sido divisorio en este 2024 que termina. A pesar del aumento significativo de la pequeña delincuencia y de las actividades del narcotráfico, el gobierno de Lula no ha conseguido implantar el Sistema Único de Seguridad Pública (SUSP). El presidente presentó a los gobernadores una propuesta de enmienda a la Constitución (PEC) para incluir el SUSP en la Carta Magna. Sin embargo, la iniciativa fue criticada tanto por los gobernadores como por diversos sectores de la sociedad civil. Entre las demás promesas de Lula en la campaña electoral de 2022 figuraba también la eliminación de Brasil del mapa del hambre. Sin embargo, un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), publicado en julio, indicó sí una reducción de la tasa de hambre en el país, pero Brasil aún permanece en el mapa mundial con 8,4 millones de ciudadanos que sufren hambre y 20% de la población sin acceso adecuado a alimentos en los últimos tres años.

La principal incógnita para Brasil en el próximo año sigue siendo la fiscal. Como titula el diario Gazeta do Povo, “la inflación parece Dilma, será Dilma”, en referencia a la grave recesión económica que vivió el país durante la presidencia de Dilma Rousseff y que terminó con su impeachment en 2016. El 5 de enero, el Banco Central había comenzado el año con previsiones optimistas para 2024, como el cambio del dólar a 5 reales y el impuesto Selic al 9%. En vísperas de 2025, la realidad es muy diferente de las previsiones de hace 12 meses. El dólar ha pasado a 6,19 y el impuesto Selic se ha situado en el 12,25%. En cuanto a la inflación, las previsiones del pasado mes de enero esperaban un 3,9%, mientras que en diciembre rozó el 5%.

Por otro lado, sorprendió el Producto Interior Bruto, que creció más del 2% previsto y se espera que se sitúe en torno al 3,5% a finales de 2024. El fortalecimiento del dólar frente al real en 2025 será probablemente el gran tema de debate político y social. El efecto en la vida cotidiana de los brasileños se sentirá ya en los primeros meses, no sólo en los productos importados, sino también en los nacionales, debido al aumento de los costos logísticos por el precio del petróleo comprado en dólares. El fortalecimiento del dólar ya golpeó al sector de commodities, como la soja, que, al volverse cada vez más competitiva en el mercado externo, reduce la oferta interna, generando inflación.

En un comunicado oficial, la Secretaría de Comunicación de la Presidencia de la República (Secom) se distancia de las críticas, afirmando que es prematuro decir que no se han cumplido las promesas electorales. “El gobierno busca integrar diferentes acciones, articulando diferentes áreas de política para garantizar que sus impactos sean duraderos y tengan efectos directos en la vida de los brasileños, especialmente en las poblaciones más vulnerables”, dice el comunicado. “Este enfoque pretende, por lo tanto, no sólo responder a las emergencias inmediatas, sino también establecer bases sólidas para el desarrollo futuro, con un claro compromiso de mejorar las condiciones de vida de las personas de forma amplia y sostenible”, añade la Secom.

Fuga de inversiones extranjeras

En el frente regional, Brasil corre el riesgo de ser superado por Argentina en términos de inversión extranjera. ARGT, el principal fondo cotizado de Argentina en Estados Unidos (o Exchange-Traded Fund-ETF en inglés), atrajo 600 millones de dólares en 2024. En cambio, el equivalente brasileño, EWZ, registró salidas de inversión por valor de 900 millones de dólares. Desde enero, el EWZ brasileño ha caído un 35%, mientras que el ARGT ha subido un 63%. La bolsa brasileña también perdió alrededor de 25.000 millones de reales (4.032 millones de dólares) en inversiones extranjeras en 2024.

Las fluctuaciones monetarias corren el riesgo de aumentar la dicotomía entre Brasil y Argentina en favor de este último, ya que el real brasileño se debilitó un 21% frente al dólar en un año, el peor resultado del mundo. En 2024 chocaron dos políticas económicas opuestas. El crecimiento de Brasil se basó en gran medida en el estímulo gubernamental, lo que supuso un impulso a corto plazo. Sin embargo, esta economía de la “fiebre del azúcar”, como la han llamado los analistas, puede enfrentarse pronto a un duro baño de realidad. En cambio, Argentina ha optado por lo que se ha dado en llamar “expansión orgánica sostenible”, reduciendo el excesivo gasto público. 2025 podría ser, por tanto, el año del ajuste de cuentas, con la Argentina de Milei emergiendo en la región, en detrimento de Brasil.
Política exterior: Venezuela, Rusia y China

Incluso en política exterior, el Gobierno de Lula podría tropezar, debido a las relaciones con Rusia y China, cada vez más desequilibradas a favor de estos países y con menos beneficios para los ciudadanos brasileños, como ha demostrado en los últimos días el caso de la empresa automovilística china BYD, que explotó a cientos de trabajadores en la construcción de su fábrica en Camaçari, en Bahía, en lugar de utilizar trabajadores brasileños, como había prometido. La fiscalía brasileña acusó a la empresa de trabajo esclavo y suspendió temporalmente la concesión de visados de trabajo a la multinacional china.

Sin embargo, la primera prueba real para el gobierno de Lula es la toma de posesión del próximo presidente de Venezuela, el 10 de enero. El sábado, el gobierno de Maduro revocó el permiso otorgado al gobierno de la República Federativa de Brasil para representar a la embajada de la República de Argentina en Caracas, donde permanecen refugiados cinco colaboradores de la líder opositora María Corina Machado, como informó la cancillería venezolana en un comunicado.

En los últimos días, Lula recibió una carta firmada por varios movimientos sociales brasileños, como el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, pero también por asociaciones de periodistas, como la Asociación Brasileña de Prensa, y dos organizaciones propalestinas, la Federación Árabe Palestina de Brasil y el Instituto Brasil Palestina. En la carta piden al presidente brasileño que “reconozca la legitimidad de la reelección del presidente Maduro”. “El reconocimiento de estas elecciones no sólo reafirma nuestro compromiso de respetar la soberanía venezolana, sino que también fortalece los lazos de amistad y cooperación que históricamente unen a nuestras dos naciones”, reza el comunicado. El Gobierno brasileño, que nunca ha hablado de fraude electoral en relación con Maduro, había dicho en los últimos meses que no reconocería las elecciones hasta que se presentaran las actas con los resultados, que, puntualmente, nunca se presentaron. El régimen venezolano también había atacado al asesor especial de Lula para la política exterior, Celso Amorim, acusando a la diplomacia brasileña de servir a los intereses de Estados Unidos.

Si el 10 de enero es, por tanto, la primera prueba de fuego para Lula en política exterior, en 2025 se repetirá probablemente la misma dinámica que en 2024, marcada por los continuos ataques a Israel. El último en orden cronológico fue el del 26 de diciembre de la ministra de Sanidad, Nísia Trindade, que al expresar su solidaridad con Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), condenó “el atentado de Israel contra el aeropuerto de Yemen”, escribió en sus redes sociales, agregando que “es inaceptable la escala de violencia que estamos viviendo, y que siembra el terror, el sufrimiento y la muerte”. En cuanto a Irán y Rusia, Brasil acogerá la cumbre de los BRICS en el primer semestre de 2025, muy probablemente en Rio de Janeiro. La anterior se celebró en Kazán, Rusia, en octubre de 2024. Aún no se han divulgado detalles sobre quiénes formarán parte de las delegaciones rusa e iraní. Entre los temas que ya figuran en la agenda, además del cambio climático, está la inteligencia artificial.

En cuanto a la política interna, 2025 podría traer la detención de Bolsonaro y, sin duda, se verá un Brasil aún polarizado. El anunciado aumento de 20 centavos de real en las tarifas de autobús en la ciudad de San Pablo, a partir de enero, corre el riesgo de desencadenar una crisis social y política como la de 2013, cuando el mismo aumento desató una ola de protestas sin precedentes que sólo terminó en 2016 con la destitución de Dilma Rousseff. En 2025, los principales partidos políticos del país también calentarán motores para las elecciones presidenciales de 2026, que, sin embargo, podrían verse privadas de candidatos fuertes. De hecho, es probable que la salud de Lula sea el centro de nuevos giros en el próximo año, lo que podría obligar a Brasil a elaborar un plan B.

Fuente: Infobae.

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