“Sin tetas no hay paraíso”

POR Sandra Lustgarten

Psicóloga y sexóloga.

El título te suena y me suena y nos arrima a algo conocido en un recorrido temporal. Esta es una novela que ha sido popular por los contenidos sexuales que incluía, la temática de poder en el contexto del cuerpo femenino y la objetivación.

Desde una perspectiva psicológica y sexológica me gustaría darle una mirada que no es ajena a la visión actual de la sexualidad femenina. En un contexto que recrea a menudo la obsesión por el cuerpo, la pasión por la competitividad en lo referente a la imagen, observamos de cerca todo lo que engloba la presión social en cuanto a los cuerpos femeninos y la desigualdad en las diferencias. Es tan exigente el tema de la apariencia física, de cómo lucimos, “como nos ven y como nos vemos” que en la actualidad se ha naturalizado. Nada más lejos del placer que bajo la influencia de esta presión, comienza a sentirse la autoestima debilitada de mujeres que actúan en los vínculos y en las conductas diarias, una depreciación muy llamativa. Esta sin duda contamina vínculos afectando la relación, modificando el ritmo sexual de la pareja y su intimidad.

Los trastornos más profundos se evidencian en cuanto a la distorsión de la percepción en adolescentes que logran ser afectadas por problemas similares en cuanto a la percepción errónea de su imagen corporal, y la percepción del valor personal. Existe en este concepto una relación entre “la sexualidad y el poder”, ya que la sexualidad femenina llega a ser objeto de control y consumo en manos del machismo, así es como a menudo queda afectada la capacidad de goce o placer, también al establecer relaciones sanas que tengan longevidad en el tiempo.

Algo llamativo es como se aborda esta novela, el tema de roles de género y como se van imponiendo en la dinámica de la relación, y desde la psicología como en lo concreto evidencian estas representaciones el refuerzo de estereotipos dañinos que limitan la libre expresión de mujeres que quedan presas del poder.

Los personajes interactúan relacionándose, descubriendo una franja de dinámicas complejas de poder y deseo, esto involucra sin duda el análisis de la psicología relacional, ayudando a iluminar las motivaciones detrás de las acciones y como pueden ser patrones que ocurren en la vida real.

No quiero dejar de expresar desde la sexología que son los medios sin duda quienes influyen en las actitudes hacia la sexualidad y la conducta sexual. Podría existir la posibilidad de normalizar conductas o actitudes hacia el cuerpo y la sexualidad, naturalizando algunos aspectos y en este sentido muchas veces lo mediático podría afectar la forma en que los jóvenes perciben su propio cuerpo y su sexualidad.

Hay situaciones de violencia y abuso, que desde la psicología y sexología se aplican a la afección del trauma y como algunas personas encuentran formas de resiliencia a través de su experiencia.

Este tema no deja de ser más interesante, ofreciendo un espacio para la reflexión sobre la sexualidad en contextos que alientan a la objetivación y superficialidad, y que dificultan el entender las implicaciones emocionales y sociales que pueden surgir.

Quise hablar sobre la importancia del cuerpo sexualizado y se me venía este título a la mente, ya que en contextos de sexualización el cuerpo femenino suele ser reducido a un objeto de deseo, cayendo sin duda en la deshumanización y una visión del cuerpo como medio para el placer ajeno y no propio, bastante popular esto en lo que respecta a lo mediático y comunicacional.

Pensaba en miles de jóvenes que se aprontan para experimentar unas lolas artificiales, como para sentirse a la par de otros ideales y competir en el ámbito sexual sin importar los beneficios o contrariedades que esta nueva revolución ha provocado y si realmente están preparadas para enfrentar las consecuencias de una cirugía innecesaria, un tipo de belleza que no domina la lujuria ni el placer.

La cultura define con afán como debe ser el cuerpo femenino para que despierte el deseo, estableciendo normas sobre la apariencia física, como vestirse, como moverse, de qué forma hablar. Algunas culturas establecen cánones imposibles de alcanzar en cuanto a lo prohibido, promoviendo ideas frustrantes, exhibiendo la necesidad de control, favoreciendo creencias de vergüenza, impotencia y culpa respecto al deseo sexual.

En muchas culturas la mirada masculina juzga el cuerpo femenino estableciendo una dinámica de poder en la que las mujeres son meros objetos sexuales o de placer masculino. Interviene en este juego también la mirada social para censurar y regular la conducta de las personas.

A pesar de la represión, siempre hay formas de expresar la resistencia y por medio de conductas subvertir de alguna forma la presión social, como ha sucedido con quienes buscan reivindicar la autonomía del propio cuerpo.

Me encanta abordar estos temas porque de esta forma se pueden buscar nuevos espacios para la libre expresión y así comprender mejor como es el impacto de la cultura en la sexualidad humana y de acuerdo a ello también la complejidad existente sobre las relaciones de género, un tema de infinitas discrepancias en la lucha por cortar lazos con la represión sexual y en pos de un avance hacia la libertad de pensamiento y conductas para explorar el universo infinito de placer que podemos tener.

Esto ciertamente es un nuevo desafío que de a poco estamos transitando, algunas dificultades en el camino vuelven confusa la dirección hacia la autonomía, y el significado de placer. Hacia la necesidad de liberarse de prejuicios que contaminan vínculos y deterioran relaciones amorosas.

“Sin tetas no hay paraíso” responde a un patrón estandarizado que se caracteriza por desear ser como el otro, desvalorizando la armonía que plantea la naturaleza.

Instagram: @sandralustgarten