Editorial
Los hermanos sean unidos
Si bien la gestión de gobierno –elevada a política de Estado– exige la actualización permanente de los responsables de la administración del país para dar respuestas adecuadas y oportunas a los requerimientos y conflictos sociales de diverso tipo que se presentan a diario, también es cierto que la conciencia del presente y la perspectiva de futuro solo pueden nutrirse del conocimiento del pasado.
Un país es su historia. En el caso de Paraguay, cuando miramos hacia atrás, encontramos un vasto territorio que excede las fronteras que desde el siglo XX definen su perfil limítrofe. Si nos remontamos a la Colonia, o incluso antes, encontramos la llamada “zona guaranítica”, reforzada luego por la presencia de las misiones jesuíticas, que compartían entorno ambiental, la lengua, tradiciones, costumbres y parentescos. Y que persiste –como el guaraní que hablamos en toda la región–, como topos cultural, a pesar de los devenires políticos que terminaron fragmentándola.
Paraguay y la provincia de Corrientes están unidos por un gran río. Un caudal poderoso que cambia de nombre, pero no de sustancia: Paraguay-Paraná. Desde Asunción salió, río abajo, el contingente que fundó, el 3 de abril de 1588, la Ciudad de Vera de las Siete Corrientes. Ese mismo río garantizó el intercambio de bienes a uno y otro lado de las fronteras que hoy separan Argentina y Paraguay.
Con lazos históricos complejos –invasiones y conflictos territoriales de por medio–, Corrientes recibió a miles de paraguayos de distintos estratos sociales que buscaron refugio durante las diversas crisis políticas que azotaron al país y encontraron allí un hogar que se parecía mucho al que habían dejado. Sin mencionar las familias correntinas que remontan sus orígenes a familias paraguayas.
Sin embargo, la falta de una política de integración regional no permite aprovechar estos vínculos históricos, políticos, sociales y humanos con Corrientes, que redundarían en beneficio de ambos territorios. En el aspecto cultural, la provincia argentina es un ejemplo a seguir. Lleva adelante una política pública de promoción y difusión de la cultura en sus variadas manifestaciones, así como de preservación de su patrimonio cultural tangible e intangible.
Recientemente, una comitiva integrada por cuatro miembros de la Academia Paraguaya de la Historia fue distinguida por la Junta de Historia de Corrientes, en un acto que renovó vínculos y fue clave para el desarrollo de alianzas académicas y culturales, sentando un precedente que se suma a la iniciativa emprendida el año pasado por el diario El Nacional al presentar en Corrientes una publicación que revisita la historia de la región a través de artículos del semanario francés L’Illustration sobre el Paraguay y la guerra de la Triple Alianza, reproducidos, traducidos y analizados críticamente.
Los vínculos que unen a Paraguay y Corrientes preexisten a la organización política actual de las naciones sudamericanas. Permanecieron a lo largo de los siglos, casi de modo subterráneo, ignorados por los gobiernos nacionales de turno. Es hora de reactivarlos y fortalecerlos. Ya decía Martín Fierro: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera”.
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