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Cultura

Solano Benítez hace poesía en la extensión del Beaubourg

Nada es más ancestral que el barro, materia prima que tiñe de rojo el suelo de Paraná y que será el cimiento de un hito cultural sin precedentes: la extensión del Centro Georges Pompidou (Beaubourg). Este museo brasileño se erigirá en Foz de Iguazú, en el corazón de la Triple Frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina, con su inauguración prevista para 2026. 

Estudios preliminares, proyecto Pompidou Fox de Iguazú. Cortesía

Estudios preliminares, proyecto Pompidou Fox de Iguazú. Cortesía

POR Leonor Amarante *
Desde São Paulo

El proyecto, firmado por el reconocido arquitecto paraguayo Solano Benítez, galardonado con premios internacionales como el León de Oro en la Bienal de Arquitectura de Venecia en 2016, rompe paradigmas al valorar el uso del barro, un material simple y primitivo, poco asociado con museos de prestigio. En un escenario donde el concreto, el vidrio y otros materiales sofisticados y costosos predominan en la arquitectura de grandes instituciones culturales, la elección del barro no solo rescata la conexión con la tierra y la identidad local, sino que también propone una reflexión sobre la sostenibilidad y la accesibilidad en la construcción.

En una entrevista con ARTE!Brasileiros, Benítez comparte los conceptos que fundamentan este desafiante emprendimiento, mostrando cómo la tradición puede aliarse con la innovación para crear algo verdaderamente único. Comienzo mi conversación con el arquitecto preguntándole sobre el progreso del proyecto. “Tengo una fachada que aún está en proceso de creación, por lo tanto, me gustaría hablar sobre el contexto en el que este museo surgirá de una manera inédita.” Después de un periodo de construcciones sofisticadas de museos de arte en todo el mundo, cada uno más audaz que el otro, parece que ahora estamos en un momento de revisión. Benítez comenta que este proyecto representa más que un simple edificio. Explora todas las posibilidades que siempre han estado a nuestra disposición para construir una sociedad mejor. “A diferencia de proyectos que priorizan solo la rapidez y la técnica, aquí hay una preocupación por revisar caminos, cuestionar la dirección que está tomando la arquitectura y, sobre todo, reflexionar sobre el papel del ser humano dentro de esas creaciones”, dice él.

Benítez menciona que el legado de este proyecto trasciende el diseño arquitectónico. “Abarca los materiales, los elementos y las historias que componen el museo, proponiendo una experiencia rica en significado.” De hecho, está haciendo una invitación para repensar el legado que dejaremos para el futuro, tanto como profesionales como sociedad. El arquitecto reflexiona sobre el privilegio de contar con esta materia prima que tanto tiene que decirnos. “Es fascinante darse cuenta de cómo el ladrillo, quizás el material más universal del mundo, ha atravesado el tiempo y todas las geografías. Pensemos en el primer ladrillo registrado, creado en Oriente Medio por los babilonios, cuando comenzaron a imaginar los jardines-terraza.” Desde entonces, el ladrillo ha recorrido todo el mundo.

Estudios preliminares, proyecto Pompidou Fox de Iguazú. Cortesía

Estudios preliminares, proyecto Pompidou Fox de Iguazú. Cortesía

Benítez recuerda la resiliencia y las adversidades vividas por el material. “Incluso en condiciones extremas, como en el Polo Norte, el ser humano encontró una forma de adaptar este concepto. Allí, el ladrillo fue reinventado con agua congelada, transformado en bloques de hielo para construir iglús y protegerse de las adversidades climáticas.” Esta capacidad de adaptación del material demuestra su relevancia histórica y cultural, conectando a diferentes pueblos y períodos. Benítez recuerda que, desde la construcción del Panteón hasta hoy, la dimensión del ladrillo sigue siendo inalterada. “Sigue un patrón universal, pensado para caber en la palma de la mano, manteniendo su practicidad y funcionalidad a lo largo de los siglos.”

Benítez es un estudioso de la historia. “Algo interesante es que la vida humana comenzó en África, su gran aventura. Es la primera ola, el primer recorrido. Ellos van desde África, suben al norte, se dividen hacia el Oriente Medio, van a la India”, comenta. “Y en la India sucede algo maravilloso, todo se mezcla. Y parte de ellos regresa y va a Europa, otra parte va a China.” Luego, recuerda, finalmente cruzan por Bering y comienzan a descender por toda América. Siempre usando las orillas para tener relaciones con el lugar en que se encuentran. Esa relación con el mar, etc. “Finalmente, todos cruzan por ese punto en Colombia, entre Colombia y Panamá. Y parte va hacia el Atlántico, parte sigue hacia el Pacífico. Los que van al Pacífico llegan hasta el final, a Chile. Aquellos que van al Atlántico llegan un poco después de la Amazonía, continúan el viaje y algunos cruzan en diagonal hasta el medio del continente.” Entonces, Benítez concluye que el centro del continente y todo ese viaje fueron hechos comprendiendo y buscando los recursos disponibles para transformarlos y mejorar la vida de las personas. “Ahora, este viaje termina en nosotros, los más nuevos del mundo, los que llegaron al final de ese maravilloso recorrido, porque todos permanecen en la orilla y alguien ingresa y descubre, en la Triple Frontera, el último lugar experiencial.”

El barro utilizado en el museo será extraído de la tierra roja que caracteriza la región que une Brasil, Argentina y Paraguay. Es un material profundamente vinculado a la identidad local. Su elección es emblemática, pues esta técnica milenaria, que data de más de 3.000 años, lleva consigo un legado de sabiduría y tradición. “Aunque la técnica de construcción con ladrillos es ampliamente conocida y dominada, el gran desafío está en aplicarla de una manera innovadora, generando nuevos significados y consecuencias.” La tierra de la región fue considerada por los jesuitas como una de las más productivas del mundo, gracias a su calidad única. La riqueza natural sostiene la exuberante vegetación que rodea la Triple Frontera, con la imponente reserva forestal de Iguazú en Brasil, las Misiones en Argentina y los Saltos del Monday, en Paraguay. “Este conjunto de biomas refleja la vitalidad de la Mata Atlántica, que se extiende hasta el interior del continente, siendo capaz de enfrentar y superar los más diversos desafíos naturales.”

Estudios preliminares, proyecto Pompidou Fox de Iguazú. Cortesía

Estudios preliminares, proyecto Pompidou Fox de Iguazú. Cortesía

Benítez destaca que estamos siendo testigos de una creciente conciencia sobre la importancia de preservar el ecosistema. “No se trata solo de explotar los recursos del territorio para mejorar nuestras vidas, sino de reconstruir y devolver a la Tierra los elementos esenciales como fuente de vida para todo el planeta.” Propone, además, abandonar la visión del territorio como un mero depósito de recursos a ser extraídos. “Nosotros, los seres humanos, también somos un recurso, una parte indivisible de la naturaleza”, concluye.

El nombre de Benítez ha circulado durante años entre los arquitectos de Brasil, especialmente debido a su amistad con Paulo Mendes da Rocha, quien lo invitó a dar una conferencia en la FAU/USP en 2012. Hoy, expresa un gran honor por la invitación de los brasileños para asumir el proyecto de la extensión del Pompidou. “Fue un gesto de generosidad increíble, una invitación audaz que será comentada por generaciones. Esto demuestra, de manera admirable, que Brasil busca la unión de nuestro continente dentro de una misma cultura”, afirma Benítez.

Durante el tiempo que trabajó con Paulo Mendes da Rocha, Benítez solía hablar en guaraní y pedía que Paulo lo tradujera. “Y él traducía, inventando todo. Era muy gracioso ver cómo lográbamos comunicarnos”, cuenta Benítez, riendo de la situación. Se dice contento de formar parte de la comunidad de arquitectos brasileños. “¡Imaginen estar en compañía de Lina, Reidy, Paulo y Oscar! ¡Dios mío! Aún no puedo creer que tuve la oportunidad de conversar con Paulo sobre la necesidad de reconstruir y mantener la Escuela Experimental Paraguay, diseñada por Eduardo Reidy, que fue un adelanto de lo que él haría en el Museo de Arte Moderno (MAM) de Río de Janeiro.”

La conversación se extiende y le pregunto cuándo estará lista la próxima fase del proyecto. “En este momento, la situación es la siguiente: la primera parte fue entregada y tengo hasta junio para concluir el proceso. Actualmente estamos en los meses de diciembre, enero, febrero, marzo, abril y mayo. Es decir, tendremos más de cinco o seis meses de trabajo”, concluye Benítez. Considerando que el proyecto fue contratado con el criterio de inextinguibilidad, no se puede interrumpir, lo que impide mantener una asociación de colaboración. Benítez asegura que todo se desarrollará con la más alta calidad técnica, en colaboración con el ingeniero Rui Furtado, profesor de la USP. “Pretendo presentar un anteproyecto que pueda ser utilizado en una licitación pública, para que la construcción comience en 2025 y se inaugure antes de finales de 2026.”

Solano Benítez trabaja con el equipo en la implantación del museo en Foz de Iguazú. Cortesía

Solano Benítez trabaja con el equipo en la implantación del museo en Foz de Iguazú. Cortesía

La superficie total del complejo en Foz de Iguazú será de 25.000 metros cuadrados, de los cuales 10.000 metros estarán destinados al museo, con otros 5.000 reservados para logística, estacionamiento y área de carga. “La propuesta es que el museo funcione, incluso, como una especie de sala de espera para los visitantes del aeropuerto. La idea es que los turistas, al visitar las Cataratas por la mañana o por la tarde, se dirijan hacia Itaipú y, al regresar, encuentren un nuevo destino en la región, prolongando su estadía por un día más.” Benítez subraya que el museo en Foz tiene como objetivo convertirse en un verdadero centro cultural, no solo un espacio de apreciación artística, sino también un catalizador de diversas formas culturales. El museo buscará enriquecer el conocimiento sobre el arte y, simultáneamente, promover la diversidad cultural, incluyendo aspectos como gastronomía, vestimenta y otras manifestaciones culturales.

En cuanto a la fachada perforada, que da la impresión de que el viento puede entrar al museo, Benítez observa: “Debemos aprender a respetar y entender nuestra proximidad con la naturaleza, que no es idílica como los jardines de Luxemburgo imaginados para María Antonieta. En Foz, la realidad es muy distinta, con la posibilidad de encontrar serpientes, arañas y otros elementos naturales con los que debemos aprender a convivir, desarrollando estrategias para ello.”

Benítez también resalta que hay una gran preocupación por el proyecto paisajístico. “Hasta ahora, mi enfoque ha sido seguir el ejemplo de Dios: no intervenir, permitir que la naturaleza encuentre su propio camino.” Este concepto se alinea con la visión del urbanista y paisajista Roberto Burle Marx, que defendía la integración armoniosa entre el entorno construido y la naturaleza.

Al final de nuestra conversación, Benítez prometió enviarme una conferencia que dio en Boston, Estados Unidos. “Quien me presentó ese día fue Hashim Sarkis, miembro del jurado del Premio Pritzker. Te enviaré el texto para que entiendas cómo el mundo empieza a odiar lo que hago”, concluyó Benítez, con su característico humor.

 

Nota de edición: El presente artículo fue originalmente publicado en la revista ARTE!Brasileiros. Las imágenes son de  Kraw Penas/SEEC. 

 

* Leonor Amarante es periodista, curadora y editora. Trabajó para el diario O Estado de S. Paulo, revista Veja, TV Cultura y Memorial da América Latina, y colaboró con World Paper Boston.

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