Cultura
“Círculo de piedra”. Esculturas a cielo abierto
"Círculo de piedra", 2024. Proyecto artístico de Christian Ceuppens y Roque Ardissone © chicadeplata
En medio del jardín escultórico de Roque Ardissone, a cielo abierto y en diálogo franco con la naturaleza, las obras del Círculo de piedra de Ardissone y Christian Ceuppens nos invitan a la dialéctica existencial de la vida misma, con sus recurrentes e infinitas preguntas a lo largo de nuestro tránsito en la tierra. Instaladas como en un campo sagrado, la imagen sublime nos interpela: por un lado, las piedras, esculturas perfectas talladas con la mano de Dios desde el más profundo origen representan lo rígido e inamovible; y por el otro el arte, intervención humana liviana, maleable y finita, que se perpetúa en el contraste.
Entonces surge un boomerang, inspirado en el amor de Roque a su hija Fiorella, y las idas y vueltas al remoto continente de Oceanía; y a su lado apreciamos una carreta, con los hombres empujando el peso de la vida misma. Luego un ángel se yergue como símbolo de anhelo y esperanza, para situarnos en Ita Ceuppens que conversa vientos de cambio y renaceres a partir de la estructura inalterable de los hábitos –y las rocas–. A cada cierre un principio que nace como esta obra artística, con su propia lógica.
Distinta, como lo nuevo que se abraza, pero unida a la base ancestral de la experiencia humana. Y en este marco es imposible olvidar la prosa excelsa del gran Carlos Colombino, quien, refiriéndose a la obra de Christian, en una muestra de diciembre del 2011 escribía: “Como si el aire se fragmentara en piezas geométricas, triángulos superpuestos, pedazos que se convierten en metal y ascienden, en un movimiento oblicuo donde quedan atrapados por un cordón umbilical y sostuviesen en cada una de sus partes una ráfaga de luz, espejo de otras luces, seccionados reflejos de nubes fugitivas y horizontes dispersos”.
Apreciamos entonces Yvy, también de Christian, que nos habla del suelo, de la tierra, de las raíces que al nacer se muestran intactas, pero que con el transcurso del tiempo van sufriendo cortes, marcas, en ese cúmulo de victorias y derrotas que nos sitúan sobre el terreno que transitamos en el ahora. La obra presentada en una trilogía, muestra las marcas en cada una, y por último la piedra partida, curtida por lo bueno y malo que trae la vida.
Una Escalera al cielo circular como el tiempo, nos convida al aspiracional de trascendencia de la mano de Roque. Y aunque ese deseo en cada pieza de ambos artistas esté presente, tampoco falta en este círculo la dimensión lúdica en los tres pilares que brotan de la imaginación de Ardissone: una oda a las formas, en los contrastes del blanco y negro, y en la vivacidad festiva del naranja. Por último, en un círculo más íntimo y pequeño, está representado el fuego de la vida, propulsión que nos inspira en el día a día, aquello que en el fuero íntimo nos toca y nos conmueve, como el total de esta muestra introspectiva que nos deja como desafío a elaborar desde el contraste de lo efímero y eterno nuestras propias preguntas, y confiarlas a las estrellas.
* Bea Bosio es escritora, catedrática y columnista en medios nacionales.
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