Cultura
Orlando Oliveros: Gabriel García Márquez, la seducción de la palabra y el mejor oficio del mundo
Las dos ediciones de "La máquina de la memoria", de Orlando Oliveros
Hace un par de días, en la FIL Asunción, el escritor y periodista cultural colombiano Orlando Oliveros ofreció una charla sobre la figura y la producción literaria de Gabriel García Márquez, tema de su especialidad. Profesional de Lingüística y Literatura de la Universidad de Cartagena, Oliveros es editor-investigador del Centro Gabo de la Fundación Gabo, creada en 1995. Este centro, ubicado en Cartagena de Indias, fue fundado en 2017 con el propósito declarado de difundir la obra del premio Nobel y promover el pensamiento libre y la creatividad.
Orlando Oliveros ha publicado en medios como Caracol Radio, El Tiempo, La Silla Vacía, El Espectador, El Heraldo y El Universal; y en revistas como The London Magazine y AnaCrónica. En marzo de 2022 apareció La máquina de la memoria, una antología de sus crónicas, artículos y entrevistas en torno a la vida, la obra y el legado de Gabriel García Márquez. Debido al éxito alcanzado, el sello editorial publicó este año una versión extendida. En estos momentos, Oliveros acaba de terminar una novela y “para no perder el ritmo de la imaginación”, ha comenzado a escribir la segunda.
—¿Qué aspectos destacarías del legado literario de Gabriel García Márquez y por qué? ¿Algunas obras en particular por sobre otras?
Su legado literario es, en el fondo, el de la dignidad estética.
—Destacaría la seducción de la palabra. Creo que el legado literario de Gabriel García Márquez se ha mantenido vigente a lo largo del tiempo por su capacidad de atrapar al lector y mantenerlo cautivo a través de la intriga y la belleza de la lengua. Detrás de cada historia narrada por García Márquez está el propósito del autor de someter a sus lectores a los encantos de la prosa. Y eso él lo logró sin reproducir banalidades ni caer en el lugar común. Mediante fórmulas literarias muy originales, convirtió su obra de ficción en una fuente de entretenimiento compenetrada con sus obsesiones políticas y culturales. Su legado literario es, en el fondo, el de la dignidad estética. Por supuesto, hay obras en las que esto se advierte más: Cien años de soledad, El otoño del patriarca y El amor en los tiempos del cólera, por ejemplo.
—¿Qué es lo que más te interesa de su narrativa? ¿Cómo crees que la perciben hoy las nuevas generaciones? ¿Crees que es posible leerla en clave contemporánea y, si así fuera, cuál sería el punto de partida?
García Márquez es ya un clásico de la literatura con una trascendencia cultural que compite con la de Cervantes, Shakespeare, Homero, Dickens o Tolstói.
—La narrativa de García Márquez gira en torno a cuatro temas cardinales: el amor, la muerte, el poder y la soledad. Me interesa comprender las diversas formas con las que él cifró esos conceptos en sus historias. De cada uno de sus libros, aun cuando compartan una misma visión del mundo, se pueden construir reflexiones distintas. La metáfora del poder en La mala hora difiere de la que se plantea en El general en su laberinto, y la soledad en El coronel no tiene quien le escriba no es igual a la soledad en Doce cuentos peregrinos, y así con todos los demás relatos y novelas.
—García Márquez es ya un clásico de la literatura con una trascendencia cultural que compite con la de Cervantes, Shakespeare, Homero, Dickens o Tolstói. Por eso creo que seguirá teniendo lectores en todas las generaciones y seguirá despertando en ellos la misma fascinación que despertó en las personas que leyeron por primera vez Cien años de soledad en 1967 o Crónica de una muerte anunciada en 1981. Cada generación reclama sus propias lecturas y actualiza el significado de los libros. Hace unos años, cuando inició la pandemia, se disparó la venta de algunas novelas de García Márquez que trataban el tema de las enfermedades y las cuarentenas. Lo mismo ocurrió con La peste de Albert Camus. Los lectores del siglo XXI hallaron revelaciones útiles en esos textos publicados varias décadas atrás. El universo literario de García Márquez parece inagotable en ese sentido y creo que sus lecciones y verdades estarán vigentes durante siglos.
—Con la aparición de En agosto nos vemos se reavivó el debate sobre la violación de la voluntad del autor al publicar textos póstumos expresamente descartados por él para la difusión pública. Como escritor e investigador, ¿cuál es tu opinión al respecto?
García Márquez solía destruir los textos que definitivamente tenía pensado desechar.
—La publicación de En agosto nos vemos no fue una violación absoluta a la última voluntad de su autor. De los seis capítulos que integran el borrador final de la novela, el primero y el tercero fueron publicados por el mismo García Márquez en periódicos y revistas. Incluso hizo una lectura pública en Madrid del comienzo del libro, entonces esbozado como un conjunto de cuentos. Los otros cuatro capítulos fueron trabajados por el novelista colombiano entre finales de la década de los noventa y 2004, cuando quedó listo el quinto borrador que usó el editor Cristóbal Pera para la edición definitiva que podemos leer actualmente. Por otro lado, García Márquez solía destruir los textos que definitivamente tenía pensado desechar. En un principio, los Doce cuentos peregrinos eran más de sesenta, pero solo sobrevivió una docena. Los descartados desaparecieron sin dejar rastro. ¿Por qué no ocurrió lo mismo con En agosto nos vemos? Quizás García Márquez no quería deshacerse de la historia de Ana Magdalena Bach y tenía la esperanza de concretarla. Evidentemente, de haber tenido más tiempo y salud, él habría afinado más este relato. Si la novela se considera un texto inacabado es porque no fue sometido al rigor con que Gabo solía juzgar sus demás libros. Yo estoy feliz de que los hijos hayan decidido publicar el borrador. Para mí, que investigo los misterios de García Márquez, En agosto nos vemos es otra pieza más en el rompecabezas de su universo literario.
—García Márquez ejerció y promovió un periodismo crítico y hasta “militante”, si se quiere. En la era digital, la Fundación Gabo ha impulsado su ejercicio en soportes muy diversos y modalidades muy creativas, como es el caso del periodismo gráfico practicado especialmente en redes sociales. ¿Cuál es el concepto de periodismo que guía las acciones de la fundación y cómo se perciben allí los cambios –en forma y contenido– que se producen actualmente en la prensa?
La mejor noticia no es la que se cuenta primero, sino la que se cuenta mejor.
—Hacer periodismo implica un compromiso con la verdad, la innovación, la democracia y la ética. Así lo concebía García Márquez y sobre ese principio se yerguen las actividades de la Fundación Gabo. En 1996, durante la 52.ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, Gabo pronunció un discurso en el que definió lo que es el buen periodismo. Lo tituló “El mejor oficio del mundo”. Allí sentó muchas de las bases conceptuales con las que trabaja la Fundación. Ideas como que todo periodismo es periodismo de investigación y que ese oficio se aprende ejerciéndolo y no en las facultades de Comunicación Social, o que a veces la mejor noticia no es la que se cuenta primero, sino la que se cuenta mejor. “El periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”, dijo. Esas lecciones son valiosas para la Fundación y para esta época en la que los buenos periodistas alimentan el pensamiento crítico de la ciudadanía.
* Adriana Almada es crítica de arte, escritora, editora y curadora. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA Internacional), de la que fue vicepresidenta, así como presidenta del capítulo paraguayo (AICA Paraguay). Es curadora de la Colección Mendonca (Paraguay) y editora de la sección Cultura de El Nacional.
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