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Cultura

De héroes, villanos y valientes

Ecos y espectros de la Guerra de la Triple Alianza en la narrativa breve de Javier Viveros. A propósito de “Páginas de hierro”, conjunto de textos de ficción que dialogan con la historia nacional y con la tragedia de la guerra de 1864-1870. Publicación de Editorial Rosalba.

"Páginas de hierro", detalle de portada. Cortesía

"Páginas de hierro", detalle de portada. Cortesía

La lectura y el examen de la prosa de ficción hispanoamericana que se escribe y publica en las dos primeras décadas del siglo XXI parece indicar que una de las preocupaciones más acuciantes de los escritores contemporáneos es la representación de alguna forma de experiencia traumática con el propósito último de poner al desnudo la condición humana primordial ante situaciones extremas. Es así que una vertiente importante de la narrativa actual del área hispana aborda el tema de la identidad individual como correlato de la violencia, el horror y la muerte que se relacionan con eventos trágicos de la Gran Historia continental (dictaduras militares, guerras civiles, conflictos bélicos entre estados, etc.). Lo que parece subyacer a tales planteamientos es la representación de un “macro-evento” de la historia por medio de una sinécdoque, es decir, a través de la proximidad psicológica a sujetos tomados en su individualidad. Esto ocurre sobre todo en los casos de reconstrucción ficcional de los grandes traumas históricos, situaciones en las que “la esencia de la rememoración histórica la construyen la identificación y la proximidad psicológica en mayor medida que la exactitud histórica” (Rieff, 2017: 43).

En muchos casos, tales escrituras se encargan de reformular la categoría de realidad, puesto que se trata de textos que no pueden considerarse como productos meramente realistas si bien –tal como señala acertadamente Josefina Ludmer– “toman la forma de escrituras de lo real: del testimonio, la autobiografía, el reportaje periodístico, la crónica, el diario íntimo y hasta de la etnografía” (Ludmer, 2010: 150). En tales narrativas, y en el libro objeto de nuestro análisis, lo textual se coloca en un “espacio umbral” entre la realidad y la ficción: en algunos casos, la escritura opera entre la memoria directa (cuando todavía está presente la inmediatez del trauma) y lo que ya no es posible reconstruir directamente (porque habría que recrear la memoria de hechos lejanos). En otros casos, sobre todo cuando se trata de biografías o ficciones apoyadas en estudios etnográficos, la cercanía temporal a la realidad referencial deja de ser importante y el texto literario se convierte en una reconstrucción por medio de la que el escritor intenta acceder a un conocimiento humano lo más exhaustivo posible, capaz de ir más allá de la mera especulación acerca de la personalidad de cada figura ficcional.

Páginas de hierro. Cuentos de la Guerra Guasu (2023), volumen de relatos del escritor, autor teatral y editor paraguayo Javier Viveros, se coloca en un espacio intermedio entre tales extremos. En los doce cuentos que componen el libro, todos ubicados en un marco histórico, geográfico y sociocultural relacionado con la Guerra de la Triple Alianza, se observa, por un lado, un proceso constructor de una prosa realista que recupera –con gran atención por el respeto de la veracidad histórica– nombres, lugares, hechos y traumas del conflicto que vio involucrado el Estado paraguayo contra las fuerzas conjuntas de Argentina, Brasil y Uruguay. Por otro lado, a la luz del tiempo que ha transcurrido entre los hechos relatados y el momento de la escritura, la dislocación del tiempo suspende la idea de literatura pura e instituye una suerte de “contramemoria” literaria que va más allá de la mera representación de los datos históricos, bien conocidos.

Si el propósito de fondo del volumen es la creación de un conjunto de textos de ficción que dialogan con la historia patria y con la tragedia de la guerra de 1864-1870, resulta esencial subrayar la preocupación de Viveros por la proximidad psicológica de los personajes insistiendo, en particular, en los vínculos intersubjetivos que se establecen entre las figuras ficcionales. Parece confirmar esta interpretación el “Exordio”, breve texto del autor que precede el primer cuento, en el que se lee: “mi objetivo fue el de seguir explorando la condición humana en tiempos de crisis, retratar el abismo intransigente de la guerra, ese que devuelve siempre la mirada” (Viveros, 2023: 9).

No obstante el rigor en la reconstrucción histórica de los hechos, no debe considerarse el cuentario de Viveros como un texto ejemplificador de la devastación histórica de una generación y de un país: los cuentos del volumen, en nuestra opinión, deben leerse como un trabajo de alcance más amplio, que apunta a una reconstrucción ficcionalizada de un fragmento de historia patria: una reconstrucción que pasa por diversos tratamientos del hecho bélico, desde lo fantástico (con una evidente dosis de humor, como ocurre en “Todas las muertes del soldado Zárate”) hasta la fórmula de la rememoración ex post (apreciable en relatos como “Escribir a O’Leary” o “Una zoncera”), pasando por la clave del sueño premonitorio (en “Mañana”, texto que recupera el modelo propuesto por Don Juan Manuel en el cuento “El Deán de Santiago y el mago de Toledo”). En otros términos, Páginas de hierro no debería leerse simplemente como “un intento de hacer aparecer ‘algo como real’, sino como un juego realidad-ficción: esto implica tanto el vuelo literario de algunas escenas, como el ‘cable a tierra’ de la mención a políticos […] y a la realidad histórica constatable” (López Badano; Miralles Ovando: 2018: 253).

Ocho años antes de la publicación de los doce relatos de Páginas de hierro, había visto la luz (y se había hecho merecedor del Premio Edward and Lily Tuck 2018 otorgado por el Pen Club de los Estados Unidos) Fantasmario. Cuentos de la Guerra del  Chaco (2015), un conjunto de dieciocho relatos centrados en el conflicto entre Paraguay y Bolivia, acaecido entre 1932 y 1935. La mención a ese volumen en el presente análisis se justifica a la luz del diálogo que los dos cuentarios establecen, tal como el propio Viveros señala en el prólogo a Páginas de hierro, al considerar que su trabajo más reciente debe considerarse como “un hermano mellizo de Fantasmario” (Viveros, 2023: 7). Ninguna duda cabe de que los datos proporcionados en los textos de ambos cuentarios confirman el gran trabajo de búsqueda de datos históricos del autor: tanto la tarea minuciosa de reconstrucción de los eventos bélicos como la descripción de la interacción entre las figuras históricas que formaron parte de esa épica dan lugar a esa que hemos definido como “contramemoria”, es decir, una suma de fuentes históricas y ficticias, que generan un conjunto de textos en los que se funden los datos “político-testimoniales y estético-literarios, en tensión entre sí” (Calabrese, 1994: 66).

El énfasis en la precisión del dato histórico había sido uno de los rasgos clave de Fantasmario, tal como había señalado en el prólogo al volumen Osvaldo González Real; en su introducción, González –miembro de número de la Academia Paraguaya de la Lengua Española– subraya cómo Viveros “ha estudiado y analizado a fondo los documentos sobre la guerra y ha seguido el movimiento y las estrategias de las batallas con sus peripecias y escaramuzas” (2018: 6) y enseguida añade que es solo gracias a ese rigor histórico que ha sido posible la aparición en el libro de figuras reveladas “en su total desnudez, personajes como los cobardes (que se auto-mutilan), los exaltados por la locura bélica, los héroes del momento y los hombres que han sido arrastrados contra su voluntad a esta situación infernal” (González Real, 2018: 6).

No cabe duda de que el rigor de la búsqueda histórica ha sido también uno de los ejes vertebradores del más reciente volumen de Viveros: figuras de la Gran Historia nacional y continental como Francisco Solano López, el gran cronista de la guerra Juan Crisóstomo Centurión, el teniente –y más tarde general– José Eduvigis Díaz, el pintor argentino Cándido López, el sargento Cuatí o el intelectual y periodista Juan Emiliano O’Leary son algunas de las figuras que transitan por los textos de Páginas de hierro, apoyándose la descripción de las hazañas y/o las desgracias de los personajes en datos históricos comprobados. Las fechas, los lugares de las principales batallas, incluso la descripción minuciosa de las técnicas empleadas para levantar trincheras o castigar a los soldados merecedores de escarmiento son presentados con la atención y la meticulosidad de un historiador. Asimismo, es menester subrayar como el conocimiento de la historia por parte de Viveros no se limita solo a los avatares históricos nacionales y regionales, sino que se extiende también a la historia y la cultura antiguas; es el caso –por ejemplo– del cuento “Decimatio”, en el que el autor hace alarde de sus profundos conocimientos de los mecanismos que mantenían el orden y la disciplina en la legiones romanas: “Los golpes dados por los centuriones con una vara de madera (castigatio), los descuentos en sus haberes (pecunaria multo), la obligación de hacer de trabajos humillantes (munerum indictio), la pérdida de rango (militae mutatio), la flagelación ante el resto de la unidad (adnimadversio fustium) y el ser golpeado hasta la muerte (fustuatium) no eran más que la punta del iceberg” (Viveros, 2023: 49). Del mismo modo, en el cuento titulado “22 de septiembre de 1866” –casi un puro ejercicio de écfrasis–, Viveros alude a la denominación de los vientos de la época clásica: el autor hace referencia a Favonio y a Céfiro, imaginando un diálogo con el lector al que le pide que exprese sus preferencias, en función de la cercanía afectiva de éste al mundo clásico romano o griego.

Ahora bien, está claro que la visión del mundo que tiene el autor procede de una mirada sesgada, es decir, del punto de vista de uno de los bandos involucrados en el conflicto. Eso explica la presencia y la celebración en Páginas de hierro de varios elementos –muy característicos– de la identidad patria: en primer lugar, todavía al nivel paratextual, destaca la presencia de los primeros cuatro versos del himno nacional del Paraguay colocados en posición de epígrafe, antes del primer cuento.

En varios relatos, el narrador manifiesta de forma explícita la inicua y sanguinaria agresión de la que el país fue objeto, dejando en evidencia –por medio de adjetivos contundentes y posturas claramente expresadas– la percepción que los paraguayos tienen del conflicto, todavía percibido no como una guerra sino como una agresión dirigida a la destrucción política y al aniquilamiento poblacional de Paraguay. En el plano textual, tal postura –impregnada de una ideología que, muy comprensiblemente, ensalza lo nacional– se desprende de varios fragmentos destacando, en particular, dos; en el primero, al aludir a la bandera paraguaya, se dice que “se trata evidentemente de la tricolor enseña paraguaya, símbolo inconfundible de una patria que bregaba por seguir siendo, empeñada en lucha desigual contra los países conjurados en una triple alianza tan inicua como infame” (Viveros, 2023: 108). En el cuento “Mañana”, la figura del teniente José Eduvigis Díaz es presentada por medio de una descripción en que la lozanía física se acompaña de una mirada cautivadora y a la vez audaz que convierte al personaje histórico en una suerte de superhéroe ante litteram: “Con sus veintisiete años de edad, el físico de complexión robusta y fuerte, bien proporcionado sin ser grueso, daba muestra acabada de una exuberancia de salud y energía. […] Vigorosa y lozana, su fisonomía estaba iluminada por dos ojos negros, profundos, que cuando la ocasión lo ameritaba, podían contagiarse de dureza y rasgarse de relámpagos” (Viveros, 2023: 27).

¿Qué lectura ofrecer de tales reconstrucciones? Si se da un paso atrás y se vuelve al muy exhaustivo estudio preliminar de José Vicente Peiró titulado “Fantasmario: La guerra del Chaco o se requiere más valor para sufrir que para morir” (ensayo incluido en la edición de 2018 del volumen), se observa cómo en ese cuentario el tratamiento que Viveros proporcionaba a los luchadores de ambos bandos contendientes era muy equilibrado. Tal postura había llevado a Peiró a afirmar que en el volumen “No hay maniqueísmo de banderas: nada de patriotismos ni nacionalismo, sino una visión de acontecimientos trágicos intrahistóricos. Se fusionan así personajes reales con otros ficticios, situados en el mismo plano, creando universos fantasmales, logrando la conjunción entre la realidad dura y adversa con lo espectral” (Peiró, 2018: 13). Puesto que tales manifestaciones de ausencia de patriotismo no se rastrean con la misma frecuencia en Páginas de hierro, es de suponer que las razones se encuentran en la esencia misma, profundamente inicua, de la contienda decimonónica: o sea, en el plano diegético, las voces que mediatizan el relato resultan más inclinadas hacia lo autóctono precisamente porque reconstruyen la destrucción que la violencia de los ejércitos aliados ha ejercido sobre la población paraguaya.

En un trabajo de reconstrucción epocal de tal tipo, destaca el peculiar uso del lenguaje que adopta Viveros: sus narradores se encargan de utilizar una lengua cuyo léxico y cuya sintaxis resultan acordes a los tiempos en que se ubican los eventos narrados. Así, tanto las descripciones como los diálogos parecen salir de las mejores páginas de los textos realistas europeos o de relatos del naturalismo francés: abundan los adjetivos (muy a menudo colocados antes del sustantivo), en los diálogos el registro se mantiene siempre muy elevado y las fórmulas de cortesía se respetan incluso en las más trágicas situaciones, hasta cuando es la existencia misma la que peligra. Únicas excepciones: los diálogos en lengua guaraní. El efecto de conjunto es admirable, pues el lector siente que está efectuando un viaje temporal que lo lleva atrás, hasta ponerlo delante de las páginas de los diarios nacionales preocupados por celebrar el poder estatal y su actuación. De nuevo, en el ya citado cuento “Mañana” se aprecia la perfecta construcción del discurso decimonónico en la descripción de la iglesia de Humaitá (llamada oficialmente San Carlos Borromeo): “Erizado de bocas de fuego, las instalaciones construidas en una pronunciada curva del río Paraguay revelaban la noble perseverancia de un gobierno previsor, que había logrado colocar a la entrada de su territorio una imponente vanguardia, la cual había cooperado con eficacia en la firma de tratados con las naciones, neutralizando la siempre despierta codicia de los enemigos” (Viveros, 2023: 28).

Tal como se ha adelantado, es notable en todos los cuentos la presencia de oraciones y diálogos en guaraní –más o menos extensas dependiendo de las necesidades de la trama. En este caso, la elección del bilingüismo en los textos, más que interpretarse como una manifestación de apoyo a las razones patrias, no hace sino reflejar una realidad sociocultural que el autor –a lo largo de su trayectoria intelectual– se ha empeñado en promover e incentivar sin solución de continuidad. Emblemático, en este sentido, es el cuento titulado “El congreso de la grafía guaraní” en el que Viveros relata el proceso de creación de un alfabeto unificado para la escritura del guaraní como resultado de una sesión de trabajo que tuvo lugar en el cuartel general de Paso Pucú entre destacados miembros de la intelectualidad nacional (Tristán Roca, Fidel Maíz, Juan Crisóstomo Centurión, Carlos Riveros, Andrés Maciel y Natalicio Talavera). El final del cuento remite a una imagen esperanzadora, que trasciende la tragedia del momento: “Aun en medio de los rigores de la esforzada lucha destelló el intelecto de esos hombres. El que consensuaron aquel 18 de mayo de 1867 fue el primer alfabeto guaraní y el paso más decisivo hacia una normalización de la escritura para nuestra lengua nativa” (Viveros, 2023: 134). No parece casual que “El congreso de la grafía guaraní” se sitúe casi al final del volumen (es el antepenúltimo relato): su contenido constructivo establece un enlace con el mensaje inicial de preocupación por el individuo como sujeto inserto en una comunidad histórico-cultural nacional, según los más logrados ejemplos de aquellos textos que “están a la escucha de la singularidad de la experiencia histórica y, por ende, ofrecen articulaciones positivas para pensar la comunidad” (Rosman, 2003: 29).

 

Notas bibliográficas 

Calabrese, Elisa T. (1994). Itinerarios entre la ficción y la historia. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano.

González Real, Osvaldo (2018). “Vida y muerte en los cañadones chaqueños”. En Javier Viveros Fantasmario. Cuentos de la Guerra del  Chaco. Asunción: Editorial Rosalba, pp. 5-6.

López Badano, Cecilia; Miralles Ovando, David (2018).  “Nuevas formas de narrar la memoria en dos novelas sudamericanas contemporáneas”. En Visitas al patio, número 12, 2018, pp. 241-257.

Ludmer, Josefina (2010). Aquí América Latina. Buenos Aires: Eterna Cadencia.

Rieff, David (2017). Elogio del olvido. Las paradojas de la memoria histórica. Bogotá: Penguin Random House.

Rosman, Silvia (2003). Dislocaciones culturales: nación, sujeto y comunidad en América latina. Buenos Aires: Beatriz Viterbo Editora.

Viveros, Javier (2015). Fantasmario. Cuentos de la Guerra del Chaco. Asunción: Editorial Rosalba.

— (2023). Páginas de hierro. Cuentos de la Guerra Guasu. Asunción: Editorial Rosalba.

 

Nota de edición: Javier Viveros, Páginas de hierro, Editorial Rosalba, 2023.

 

* Giuseppe Gatti Riccardi es catedrático de la Universitá degli Studi Guglielmo Marconi, Roma; Universitatea de Vest, Timişoara, Rumania.

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