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Cultura

“El porqué de la piel del rinoceronte”, un cuento de Rudyard Kipling

En 1902 apareció “Just so Stories”, libro de Rudyard Kipling publicado en castellano como “Precisamente así”, “Los cuentos de así fue” o “Así son las historias”. La primera edición incluía ilustraciones realizadas por el propio Kipling. En un nuevo aniversario de la muerte del escritor británico nacido en la India, compartimos una de esas historias para niños, en traducción inédita del inglés realizada por Renato Sandoval Bacigalupo.

Rudyard Kipling, "Just so Stories", primera edición, 1902

Rudyard Kipling, "Just so Stories", primera edición, 1902

Había una vez una isla deshabitada, a orillas del Mar Rojo, en la que vivía un parsi en cuyo sombrero se reflejaban los rayos del sol con un resplandor más-que-oriental. Y el parsi vivía por el Mar Rojo con nada más que su sombrero y su cuchillo y un hornito del tipo que especialmente nunca debes tocar. Un día él tomó harina y agua y pasas y ciruelas y azúcar y otras cosas, y se hizo un pastel de medio metro de diámetro y un metro de grosor.

Y de hecho era verdaderamente un Comestible Superior (eso es magia), y lo puso dentro del hornito porque le estaba permitido cocinar con él, y lo horneó y horneó hasta que estuvo dorado y con un olor muy sentimental. Pero justo cuando iba a comérselo, llegó a la playa desde el Interior Completamente Deshabitado un rinoceronte con un cuerno en su nariz, dos ojos de cerdito y escasos modales. Por aquellos tiempos la piel le quedaba bien pegadita al rinoceronte. No tenía arrugas por ningún lado. Tenía exactamente el mismo aspecto que un rinoceronte del Arca de Noé, pero por cierto mucho más grande. Como fuera, no tenía modales entonces, no tiene modales ahora ni los tendrá nunca. “¡Oh!”, dijo, y el parsi abandonó el pastel y trepó hasta copa de una palmera, con nada más que su sombrero en el que los rayos del sol siempre se reflejaban con un resplandor más-que-oriental. Y el rinoceronte volcó el hornito con su nariz y el pastel rodó por la arena, atravesó el pastel con el cuerno de su nariz, se lo comió y se fue meneando la cola hacia el Interior Exclusivamente Deshabitado y desolado que confina con las islas Mazanderán, Socotra y los Promontorios del Equinoccio Mayor. Entonces el parsi bajó de su palmera, puso de pie el hornito y recitó el siguiente sloka que, como tú lo has escuchado, procederé ahora a cantarlo:

 Quien toma un pastel
Del parsi aquel,
¡Ay, pobre de él!

Y en ello había mucho más de lo que podrías pensar. Porque cinco semanas más tarde una ola de calor inundó el Mar Rojo y todo el mundo se quitó toda la ropa que llevaba encima; pero el rinoceronte se sacó la piel llevándola sobre su lomo mientras bajaba a la playa para bañarse. En ese entonces la piel tenía tres botones en la parte inferior y parecía un impermeable. No dijo nada acerca del pastel del parsi porque se lo había comido todo, y nunca había tenido modales, ni entonces ni después, ni en adelante. Se metió directamente al agua e hizo burbujas por la nariz, dejando su piel en la playa.

Ilustración de Rudyard Kipling

Ilustración de Rudyard Kipling para “How the Rhinoceros Got His Skin”, 1902 (Science Photo Library)

En ese momento pasó el parsi y encontró la piel, y soltó una sonrisa que dio dos vueltas por todo su rostro. Luego bailó tres veces alrededor de la piel y frotó sus manos. Después fue a su campamento y llenó su sombrero con migajas de pastel, pues el parsi nunca comía otra cosa que pasteles y nunca barría su campamento. Tomó la piel, la sacudió, la restregó, la frotó y la llenó, tanto como fuera posible, con viejas, secas, pasadas, cosquillosas migajas de pastel y algunas pasas quemadas. Luego trepó hasta la copa de su palmera y esperó a que el rinoceronte saliera del agua y se la pusiera.

Y así lo hizo el rinoceronte. Se la abotonó con los tres botones causándole cosquillas como migajas de pastel en la cama. Entonces tuvo ganas de rascarse, pero fue peor; y luego se tiró a la arena y rodó, rodó y rodó, y cada vez que rodaba las migajas le causaban más y más cosquillas. Entonces corrió hasta la palmera y se rascó contra ella. Se rascó tanto y tan fuerte que en su piel se formó un pliegue por encima de sus hombros, y otro pliegue en la parte inferior en donde solían estar los botones (pero hizo que los botones se desprendieran), y se rascó otros pliegues más en sus patas. Eso arruinó su humor, pero no afectó en lo más mínimo a las migajas del pastel. Estaban dentro de su piel y le hacían cosquillas. Y así se fue a su casa, realmente furioso y rascándose horriblemente. Y desde ese día hasta ahora todos los rinocerontes tienen grandes pliegues en su piel y muy mal humor, todo por causa de las migajas que llevan adentro.

Pero el parsi bajó de su palmera, con su sombrero puesto en el que los rayos del sol se reflejaban con un resplandor más-que-oriental, empacó su hornito y se alejó en dirección a Orotavo, Amígdala, las Altas Praderas de Tananarivo y los pantanos de Sonaput.

Esta Isla Deshabitada
Está frente al cabo Gardafui,
Por las playas de Socotra
Y el Mar Arábigo Rosado:
Pero hace calor, demasiado calor desde Suez.
Para gente como tú y yo
Alguna vez ir
En un P. y O.
¡Y llamar al Parsi.Pastel!

 

* Renato Sandoval Bacigalupo (Lima, 1957) es profesor de literaturas europeas, doctor en Filología Románica y traductor. Ha publicado poesía y ensayo. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura, Perú, en 2019, mención especial en Poesía. Acaba de publicar su poesía reunida Trenos de trinos (1983-2023).

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