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Cultura

“Seguir con el problema”. Relatos moleculares en torno al pensamiento de Donna Haraway

Matilde Marín, de la serie “Juego de manos”, 1999-2000. Fotografía analógica. Cortesía de la artista

Matilde Marín, de la serie “Juego de manos”, 1999-2000. Fotografía analógica. Cortesía de la artista

“Vivimos en tiempos perturbadores, tiempos confusos, tiempos turbios y problemáticos”.  Con estas palabras inicia Donna Haraway, destacada feminista, filósofa y científica, su libro Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno [1]. Haraway es conocida en el mundo académico por sus innumerables obras y apuestas teóricas transversales, planteando problemas e inquietando a disciplinas sociales o naturales. La riqueza de su pensamiento radica en atender historias menores e hilar relaciones con mundos poco explorados, con sutileza y conocimiento, como bien se puede ver en este libro, obra particular por su escritura, su atención a los desafíos actuales y su propuesta ante ellos.

La presente reseña sigue el impulso deleuziano de experimentación lectora, es decir, una lectura que aboga por relaciones moleculares con el libro [2]. Este impulso se asocia a la vez con la manera en que la propia Haraway entiende esta relación cuando dice que “los libros no son libros de texto, son relatos, banquetes para la mente, el corazón y el cuerpo”. De esta manera, lo que el lector o lectora encontrará a continuación son moléculas y relatos de un ejercicio de acercamiento a la obra de la filósofa.

Matilde Marín, Naturaleza muerta, 2001-2005. Fotografía analógica. Cortesía de la artista

Matilde Marín, Naturaleza muerta, 2001-2005. Fotografía analógica. Cortesía de la artista

Una singular escritura

Seguir con el problema está compuesto de ocho capítulos, difundidos previamente en artículos y presentaciones internacionales. Como bien expresa Haraway en los agradecimientos, el libro es fruto de haberlo cocinado por muchos años junto a colegas, estudiantes y amistades. Este punto es más que importante, puesto que a lo largo de los capítulos se puede ver la íntima conversación que mantiene la autora con distintas personalidades académicas, por mencionar: Isabelle Stengler, Anna Tsing, Vinciane Despret, Karen Barad, Bruno Latour, Susan Harding, Thom Van Dooren y un largo etcétera. Esto conlleva una manera particular de escribir. Lejos de una jerga cerrada y hermética, Haraway lleva adelante una escritura de corte ensayístico, experimental y situado, lo que en términos epistemológicos denomina con el acrónimo SF [3], entrelazando experiencias con estudios biológicos, artísticos y activismos “a favor del resurgimiento multiespecies”.

Es así que no debe resultar raro que aparezcan figuras, humanas y no-humanas, como pájaros de carrera, arañas, serpientes, plantas, mujeres, niños, niñas e indígenas, que sirven para potenciar la imaginación en favor de las narraciones históricas y complejas, porque lo que importa es “pensar-con”, esto significa “seguir con el problema”, rompiendo con la excepcionalidad humana. Siguiendo a la escritora Úrsula K. Le Guin, Haraway entiende la teoría narrativa y la historia naturocultural como “bolsa” [4], es decir, las teorías e historias “son bolsas espaciosas para recolectar, llevar y contar las cosas de la vida”, no centradas en un único actor o protagonista, sino con el mundo común en el cual se encuentran.

Matilde Marín, de la serie “Bricolage contemporáneo”, fotografía analógica monocromática, 2002-2005. Cortesía de la artista

Matilde Marín, “Recolección en el río”, de la serie Bricolage contemporáneo, 2001-2005. Fotografía analógica. Cortesía de la artista

Seguir con el problema ¿Game Over?

Una de las intenciones que Haraway expresa en su libro frente a los relatos inmovilizadores es propiamente “seguir con el problema”. ¿Cuáles son los grandes relatos inmovilizadores? Antes que nada, la autora subraya que existen dos respuestas ante los horrores del Antropoceno y el Capitaloceno –más abajo se detallará de qué tratan– que se deben descartar. La primera tiene que ver con las perspectivas religiosas o seculares que sostienen que la tecnología salvará a la humanidad del gran apocalipsis o de la destrucción del planeta; la segunda perspectiva, según Haraway, es la más difícil de descartar porque en ella científicos, críticos culturales y gran parte del progresismo postulan un cinismo amargo al presuponer que el juego ya ha terminado, no hay solución, no existe más nada que hacer ante los desastres actuales. Este último punto es importante, ya que esta visión tiene como efecto, muchas veces, la proliferación del desánimo en estudiantes o activistas.

Ante las dos visiones, por un lado, Haraway reconoce la importancia de los proyectos tecnológicos situados, puesto que ayudan a “seguir con el problema”; por otro, rechaza los futurismos apocalípticos que hacen juego con el pesimismo, que no es otra cosa que una “actitud game over”, o sea, “se acabó, no hay más nada que hacer”. El esfuerzo de la pensadora es ir más allá de ambas posiciones, no caer en la desesperación ni en la esperanza, puesto que ambas pasiones –dicho spinozianamente– no saben enseñar a plantear otros tipos de relacionamiento no dominante. Entonces, ¿qué significa “seguir con el problema”? Para Haraway, no es otra cosa que producir parentescos o vínculos con humanos y no humanos, aprender a vivir y a morir, configurar relaciones en el presente, en un mundo dañado. Acá es significativo remarcar el concepto de simpoiesis, equivalente a decir “generar-con”, esencial para entender la condición colectiva de todo ser para un ejercicio multiespecie, lo que significa que todo ser es relacional, debatiendo así con posturas autopoiéticas e individualistas neoliberales, cada una con sus propias características. Por supuesto, esto conlleva prácticas de “respons-habilidad”, entendida como la habilidad de dar respuestas ante problemas de las relaciones con otros. Es así que la apuesta harawayana es “devenir-con”, tejer relaciones ampliadas y multiespecies.

Matilde Marín, “Recolección obligatoria”, de la serie Bricolage contemporáneo, 2001-2005. Fotografía analógica. Cortesía de la artista

Matilde Marín, “Recolección obligatoria”, de la serie Bricolage contemporáneo, 2001-2005. Fotografía analógica. Cortesía de la artista

Antropoceno o Capitaloceno. ¡No! Chthuluceno

Si algo se puede percibir en el libro de Haraway es su descontento con las categorías universales que buscan explicar la realidad de las cosas dado que, al final, caen en una abstracción que no permite pensar de manera situada en tiempos de urgencia para las especies; son “Historias Demasiado Grandes”. El término Antropoceno, acuñado e introducido por Eugene Stoermer en los años 80 y popularizado por Paul Crutzen en el 2000, es un ejemplo. La noción misma expresa la evidencia de los efectos humanos sobre la Tierra, es decir, la centralidad del antropos en las grandes transformaciones del planeta. En varios capítulos se pueden leer las objeciones a dicha noción por su carácter antropocéntrico y sus limitaciones explicativas ante otras complejidades. Otro ejemplo es el término Capitaloceno, atribuido al pensador marxista Jason Moore. Aquí la crítica de la pensadora es menor, puesto que rescata el carácter relacional, vale decir, el componente económico-cultural en la crisis ambiental, aunque igualmente sostiene que tal noción no escapa a las trampas de la Modernidad, Progreso e Historia. Recogiendo estos elementos, la apuesta de Haraway es el Chthuluceno, que a primera vista resonaría con Lovecraft, pero nada más alejado, como bien recordaba Jessi Pereira [5], puesto que no comparte las posiciones raciales y misóginas del escritor, realizando otra genealogía.

Chthuluceno es un compuesto de dos raíces griegas “que juntas nombran un tipo de espaciotiempo para aprender a seguir con el problema de vivir y morir con respons-habilidad en una tierra dañada” dice Haraway. Chthutuleno viene a ser una respuesta a las grandes Historias del Antropos y el Capital, que atiende historias situadas y precarias, de prácticas simpoiéticas, en las que los humanos no son los únicos actores importantes sobre la tierra. Pensar mundos más vivibles, que permitan abrirse a las diversas potencias y poderes para unir fuerzas y reconstituir refugios, recomponer y recuperar de manera biológica-cultural-políticamente nuevos ensambles multiespecies. El Chthuluceno de Haraway asume “pensar-con” que, como se dijo, es “seguir con el problema”, enfatizando que no se vive en solitario sino en red, donde las especies se necesitan, en colaboración y combinaciones inesperadas.

Matilde Marín, de la serie “Bricolage contemporáneo”, fotografía analógica, 2002-2005. Cortesía de la artista

Matilde Marín, “El sueño”, de la serie Bricolage contemporáneo, 2001-2005. Fotografía analógica. Cortesía de la artista

Notas

[1] Donna Haraway (1944) es profesora emérita de la University of California, Santa Cruz (UCSC), y profesora de estudios de la mujer e historia de la ciencia en la University of Hawaii y en la Johns Hopkins University. Su trabajo combina feminismo, teoría de la ciencia, estudios culturales y filosofía de la tecnología, entre otras disciplinas. Es reconocida por su influyente Manifiesto Cyborg (A Cyborg Manifesto), escrito en los años 80. Ha publicado un centenar de libros en los que aborda problemas de diversa índole, entre ellos La promesa de los monstruos (Holobionte, 2019); Visiones Primates. Género, raza y naturaleza en la ciencia moderna (Hekht, 2022); Seguir con el problema. Generar parentescos en el Chtuluceno, publicado originalmente por la Duke University Press y traducido al español por Helen Torres para la editorial Consonni en 2019 y ya con cuarta edición; Testigo_Modesto@Segundo_Milenio. HombreHembra©_Conoce_Oncoratón® (Rara Avis, 2022) y Mujeres, simios y cíborgs: la reinvención de la naturaleza (Alianza, 2023).

[2] Deleuze, G. (2019). En medio de Spinoza. Buenos Aires: Cactus; Deleuze, G. (1996). Conversaciones. Valencia: Pre-textos.

[3] El acrónimo SF hace alusión al método harawaiano que reúne ejercicios de entrelazamiento entre “ciencia ficción (science fiction), fabulación especulativa (speculative fabulation), figuras de cuerdas (string figures), feminismo especulativo (speculative feminism), hechos científicos (scientific facts) y hasta ahora (so far)” (Haraway, 2022).

[4] K. Le Guin, U. (2022). La teoría de la bolsa de la ficción. Buenos Aires: Rara Ivis.

[5] Pereira, J. “Un acercamiento al concepto de respons-habilidad de Donna Haraway”. Presentación en Filosofía en el Bar, La Serafina, Asunción, 6 de octubre de 2023.

 

Nota de edición: Las imágenes que acompañan el presente texto proceden de dos series emblemáticas de la reconocida artista argentina Matilde Marín, a quien agradecemos la autorización para incluirlas en esta edición.

 

* Raúl Acevedo es docente e investigador de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Es director del Centro de Investigaciones en Filosofía y Ciencias Humanas (CIF-Paraguay), miembro del comité editorial de la revista Apóstasis, de la Red Iberoamérica Foucault y del Consejo editorial del CELAPEC (México). Es gestor cultural en Filosofía en movimiento. Su interés gira alrededor de la filosofía contemporánea, los estudios culturales y el pensamiento crítico paraguayo.

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