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Cultura

La escritura de la imagen

A propósito de “Border”, libro de Carlos Bittar publicado por el FONDEC que será presentado el próximo martes 11 de julio en el Instituto Cultural Paraguayo Alemán-Goethe Zentrum.

Carlos Bittar, "Border". Cortesía

Carlos Bittar, "Border". Cortesía

La imagen contemporánea, ya queda dicho, ha perdido la autosuficiencia significante; no opera, pues, en circuito cerrado: siempre tiene un fuera de sí que la argumenta, redobla o discute. Ese otro de la imagen consiste a menudo en conceptos, discursos o textos, que plantean problemas paralelos, integrables, en parte, a la propuesta de la obra; cuestión de fronteras, siempre.

Quizá por eso, a la hora de comentar la obra de Carlos Bittar resulte pertinente no solo considerar sus fotografías, sino también leer sus apuntes: aunque ellas enriquecen indudablemente la lectura de sus imágenes: las dotan de espesores y de sombras que nunca son indispensables, pero que, una vez dadas, las vuelven más complejas. O, al menos, las desplazan del ámbito puramente visual haciéndolas vacilar en los límites del verbo.

Foto de Carlos Bittar. Cortesía

Carlos Bittar, Border. Cortesía

Bittar trabaja desde la posición andante de un flâneur: deambula por la ciudad exponiéndose a sus acontecimientos. Su curiosidad lo lleva a pulsar los puntos más críticos, pero también más sensibles y expresivos de la ciudad. Sabe que no puede acceder a ellos directamente y recurre a eficaces rodeos retóricos, a miradas soslayadas, desviadas por luces crudas y pasos rápidos.

En sus recorridos aleatorios registra —en clave de crónica, de inventario, de inscripción ensayística— situaciones y personajes, no tanto marcados por lo insólito o lo sorprendente, sino señalados por las repercusiones de su experiencia personal con un lugar que se ha devenido familiar por lo muy frecuentado. Esta perspectiva otorga un tono especial a las fotografías de Bittar.

Foto de Carlos Bittar. Cortesía

Carlos Bittar, Border. Cortesía

Carlos Bittar se acerca a Ciudad del Este comenzando con la figura del resto: los árboles que, devastados en las inmediaciones urbanas, solo sobreviven en las plazas “Es el trópico que no perdona”, plazas invadidas, a su vez, por vendedores informales y, por ende, por desperdicios variados. A partir de entonces, la naturaleza se retira.

Y aparece la ciudad caótica, al margen de todo proyecto de planificación urbana, ordenada solo por el diseño, constructivista casi, que, cruzados en diagonal por los cables del tendido eléctrico, trazan las cajas de las mercaderías, los puntales de las casetas y los bastidores de los letreros. Aparece el armazón furtivo del reino de la mercancía: un esqueleto de maderamen sucio y metales herrumbrados que sostiene vitrinas deslumbrantes, carteles y puestos de kioscos atestados de mercaderías de todos los precios, orígenes y calidades.

Foto de Carlos Bittar. Cortesía

Carlos Bittar, Border. Cortesía

“Ciudad del Este es el consumo posible… es la economía del mercado alimentada por esteroides”, escribe Bittar y agrega: “La ciudad fronteriza es el reflejo de nuestra imposibilidad de generar ningún tipo de alternativa, como especie, al consumo que nos ofrece la economía global”.

Una vez internado en la ciudad, hasta el fondo, hasta el límite marcado por el puente, Bittar, provisto de una cámara digital amateur, pasea la mirada por sus calles y la detiene en los vendedores informales de CDs, en algunos de los diez mil brasileros que cruzan diariamente el puente, en los resguardados autoservicios, que así se llaman las grandes tiendas “nunca me sentí tan vigilado como en las grandes tiendas”, en los inmigrantes e indígenas, en los transportadores de bultos que cargan “como hormigas, mochilas cúbicas, […] prismas perfectos, cuidadosamente embalados con hule”, embalajes protegidos para sortear las aduanas flotando sobre el río Paraná, bogando hasta la otra orilla.

Foto de Carlos Bittar. Cortesía

Carlos Bittar, Border. Cortesía

Pero esas miradas no son descalificatorias: Bittar se limita a registrar lo que ocurre en un escenario encarado con crudeza, pero también con cierta complicidad a la que empujan sus afectos. O, aun, con el respeto que produce la secreta admiración motivada por el asombro ante un mundo demasiado intenso, ante personajes que se ingenian para sobrevivir en el límite (o a través de él). Un escenario maldito, ensalzado por afanes trenzados.

Foto de Carlos Bittar. Cortesía

Carlos Bittar, Border. Cortesía

 

Nota de edición: El presente texto ha sido incluido en el libro Border, de Carlos Bittar, de próxima aparición, publicado por el Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (FONDEC). Carlos Bittar lleva publicados ya varios ensayos fotográficos: Entrecasa (2000), Última estación (2001), Pretérito (2010), El tren 1989 (2013) y Fin de zona urbana (2015).

 

* Ticio Escobar es crítico de arte, curador, docente y gestor cultural. Fue presidente de la sección paraguaya de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA Paraguay), director de Cultura de la Municipalidad de Asunción y ministro de la Secretaría Nacional de Cultura. Es director del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro.

 

 

 

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