Cultura
Casa de la Independencia. Pequeña historia
Casa de la Independencia. Los próceres de mayo. Cortesía
En esta fecha recordamos una de las pocas construcciones sobrevivientes de la Asunción colonial: la casa de los Martínez Sáenz, más conocida como Casa de la Independencia, el patrimonio tangible más emblemático del Paraguay.
Existen pocas crónicas oficiales con respecto a ella, aunque numerosas referencias nacionales y extranjeras confirman datos corroborados por destacados investigadores. Las transferencias de los distintos propietarios están consignadas en los archivos del Registro General de la Propiedad, así como testamentos y juicios sucesorios en el Archivo Nacional de Asunción.
Datos del Registro General de la Propiedad confirman que “el señor Antonio Martínez Sáenz obtuvo este predio en donde está asentada la que hoy llamamos Casa de la Independencia, en la siguiente forma: ‘Un lance de casa y otro medio sitio, por permuta que hizo con don Juan José Sánchez, el 22 de octubre de 1772; un lance, por compra a doña María Josefa Sánchez y a doña Ana María Martínez…”[1]
Lo que confirman rigurosos investigadores como Benjamín Velilla y Carlos A. Pusineri Scala es que el inicio de la construcción de la casa, o por lo menos de parte de ella, data de 1772 [2]. Con paredes de adobe y techo compuesto de tacuarillas, la casa típicamente colonial se revela como una residencia de familia acomodada, cerca de uno de los puertos, de la Casa de los Gobernadores, y junto a otros sitios importantes de la época. Ocupaba cierta altura y el único deterioro que sufrió fue la pérdida de sus corredores exteriores, mutilados en el semi-alero que pintorescamente hoy ostenta.
La casa cobró importancia junto con su callejón llamado “histórico” porque, según la tradición que menciona Margarita Durán Estragó, “los próceres de la Independencia salieron sigilosos de dicha casona en la noche del 14 de mayo de 1811, ganando la calle mediante el viejo y oscuro callejón, que conectaba la vivienda de Martínez con la calle que bajaba a la Plaza Mayor; por allí se escurrieron los hombres de mayo rumbo a la toma de los cuarteles y a la intimación al gobernador Velasco [3].
Inicialmente, los propietarios de la casa fueron el español Antonio Martínez Sáenz y su esposa, Petrona Caballero de Bazán. A estos les heredaron sus hijos Pedro Pablo y Sebastián Martínez Sáenz. En 1821 Pedro Pablo vendió a su hermano Sebastián gran parte de la casa, “menos un aposento del frente, con su corredor, donde siguió viviendo”. En 1938 el español Diego Martínez era dueño de esa parte y la transfirió a su compatriota Silvestre Martínez, quien hizo mensura de la propiedad.
Según recientes investigaciones de Margarita Durán Estragó, en 1940 sus propietarios eran Silvestre Martínez y Sebastián Murillo Ventura, y la antigua casona se hallaba casi en ruinas y, por lo tanto, deshabitada. Sin embargo, sabemos por testimonio del artista Félix Toranzos que hacia 1940 su padre, el pintor Luis Toranzos, también residió en una de sus habitaciones.
Finalmente, según escribe Pussineri Scala, a instancias del Instituto de Numismática y Antigüedades del Paraguay, se solicitó que el Estado adquiriera la propiedad, hecho que ocurrió bajo el gobierno de Higinio Morínigo, el 25 de febrero de 1943, por Decreto n.° 17.211.
Hacia 1950 la casa estaba nuevamente en estado de abandono, hasta que en 1951 se hizo un arreglo provisorio. En 1957 el Ministerio de Educación y Culto constituyó una comisión que se “encargaría” de presentar un proyecto para la creación de un museo [4].
Recién en 1961, coincidiendo con el sesquicentenario de la Independencia Nacional, se creó la Comisión Nacional de la Casa de la Independencia por Decreto n.° 15.689. Su mesa directiva estuvo integrada por Francisco Barreiro Maffiodo, subsecretario de Estado en la cartera de Educación (presidente); Luis G. Benítez, director del Departamento de Difusión Cultural del Ministerio de Educación (secretario); Julio César Chaves, presidente del Instituto de Investigaciones Históricas (tesorero); Benigno Villa, Juan Bautista Gill Aguinaga y el coronel Manuel W. Chaves. “La comisión se proponía recuperar, restaurar alhajar y conservar la Casa de la Independencia y el Callejón Histórico, declarado ya entonces como Monumento Nacional” [5]. Transcurridos cuatro años de la creación de aquella comisión, el 14 de mayo de 1965 el edificio fue inaugurado como Museo Casa de la Independencia, con la presencia de autoridades nacionales y pueblo en general.
La casa alberga en su interior obras de gran valor histórico y de arte, como los murales de José Laterza Parodi, muebles y objetos coloniales, pinturas icónicas, y otros bienes. A comienzos del año 2011, y para los preparativos del Bicentenario de la Independencia Nacional, el Estado adquirió el terreno aledaño, según refería Carlos Colombino, entonces responsable de la Dirección General de Archivos, Bibliotecas y Museos de la Secretaría Nacional de Cultura [6].
Por la Casa de la Independencia, durante sus más de 50 años de vida como museo nacional, transitaron muchas personalidades que colaboraron en su conservación, entre ellas Juan Bautista Gill Aguinaga, Benjamín Velilla, Roberto Quevedo, monseñor Agustín Blujaki, Roger Ayala, Pastor Gómez, Jesús Blanco Sánchez, Benigno Riquelme García, Juan José Bosio y Nicolás Darío Latourrette Bo, su mecenas y protector.
Su primer director, durante más de dos lustros, fue el recordado historiador Carlos Pusineri Scala, “que con tesón y sentido patriótico entendía que este rico patrimonio tangible e intangible forma parte de la memoria colectiva nacional” [7]. Le sucedieron, en diferentes momentos, Margarita Prieto Yegros, Yanny Oliveira y Silva, Beatriz González de Bosio, Carmen Sosa, Ana Barreto Valinotti, Félix Toranzos y quien escribe.
Los próceres de mayo
Según datos obtenidos de investigaciones de Benjamín Velilla, en el vecindario de la casa de los Martínez Sáenz vivieron los tres protagonistas de la acción de los cuarteles aquel 14 de mayo: Pedro Juan Caballero, Vicente Ignacio Iturbe y Juan Bautista Rivarola.
No eran militares profesionales, sino capitanes de Urbanos, que hoy equivaldría a los conocidos como reservistas. Los tres exalumnos del Colegio San Carlos actuaron contra Belgrano en las batallas de Paraguarí y Tacuarí. Ya desmovilizados, se encontraban en la capital en mayo de 1811, esperando el pago de sus haberes, y para proseguir los trabajos en pro de la independencia política de la provincia, bajo la dirección del comandante Fulgencio Yegros en Encarnación.
Como se señaló, Sebastián Martínez Sáenz había comprado la parte de su hermano Pedro Pablo. Estaba casado con Nicolasa Marín, y una hermana de esta, Virginia, incorporó al mismo domicilio al teniente Mariano Recalde, con quien se unió en matrimonio en 1813. De ahí que la casa era denominada también “la casa del capitán Recalde”.
El prócer Pedro Juan Caballero tenía estrecha vinculación familiar con los Martínez Sáenz, por parte de su tía María Petrona Caballero, esposa de Martínez Sáenz [8]. El prócer Vicente Ignacio Iturbe era sobrino de Juana María de Lara viuda de Bedoya, quien vivía frente a los Martínez Sáenz. Se la señala como quien ofrendó –según tradición popular– la corona de flores a los próceres al día siguiente del 14 de mayo. Además, fue la mensajera de las consignas en la Catedral, de la que era mayordoma, por lo que su presencia podía pasar desapercibida.
El tercer miembro del trinomio revolucionario, el capitán Juan Bautista Rivarola, se hospedaba también en la casa de su suegra, situada a la vera del antiguo callejón. Era pariente del oficial de guardia del cuartel de la Rivera aquella noche del 14 de mayo; el mismo servicio clave cumplía Juan Manuel Iturbe, hermano de Vicente, en el cuartel de la Maestranza de la Artillería. Esta conjunción de guardia tuvo decisiva influencia en los planes de los conductores de la revolución emancipadora, según Benjamín Velilla.
Don Carlos Antonio López, quien tenía entonces 19 años, consagraría esa tradición popular en una sentencia judicial en carácter de cónsul de la República, en agosto de 1843, y en el Decreto del 1 de abril de 1849, que puso nombres a las calles en tácito homenaje a estos sitios históricos.
La Casa-Museo de la Independencia es nuestro patrimonio histórico. Es más que un símbolo instalado en estampillas, billetes y monedas conmemorativas. Así como sirve de inspiración a diversos artistas, este sitio nos recuerda nuestro pasado y los hechos históricos que ocurrieron alrededor y dentro de esta vieja casona.
Notas
[1] “Casa de la Independencia”, Revista del Ateneo Paraguayo, diciembre 1965, Volumen II, Número 3.
[2] Velilla Talavera, María Margarita, Aportes de Benjamín Velilla a la historia del Paraguay. Edición 2005.
[3] Durán Estragó, Margarita. Callejón histórico y Casa de la Independencia. SNC, 2015.
[4] La Tribuna, Asunción, 26/04/1957.
[5] González de Bosio, Beatriz. “El edificio símbolo de la Independencia Nacional recupera predio adyacente”. Abc color, 22/05/2011.
[6] Entrevista diario Última Hora, 23 /01/2011.
[7] González de Bosio, Beatriz. Op. Cit.
[8] En “Testamento de Don Francisco Caballero”, Velilla, ANA.
* José Samudio Falcón es director de Museos de la Secretaría Nacional de Cultura, miembro del Consejo Internacional de Museos (ICOM) y académico correspondiente de la Academia Paraguaya de la Historia.
-
Deportes
Olimpia presenta su megaproyecto: estadio para el Mundial 2030
-
Nacionales
Conocido empresario que causó fatal accidente es proveedor del Estado y exasesor “ad honorem”
-
Economía
La realidad de la “bajada de precios” de combustibles
-
Nacionales
Tragedia en el Track Day Paraguay: Fallece el piloto Carlo De Oliveira tras accidente en Capiatá
-
Destacado
San Bernardino: accidente vehicular deja cuatro personas fallecidas
-
Política
Gobierno lamenta muerte de la cónsul general de Alemania y su familia en accidente en Luque – San Ber
-
Nacionales
Joven pierde el ojo en medio de una gresca en discoteca de Asunción
-
Opinión
Violencia de género, nunca más
SILVIO TOMAS SOSA ALARCON
4 de junio de 2023 at 06:01
Sin mencionar que los tallados y la Pira Bautismal corresponde a la Iglesia del Pueblo ancestral de Itapua hoy ciudad de Encarnacion, convertida en el Cuartel de Don Carlos Antonio Lopez, fueron secuestradas las Campanas que estan ubicadas en la Catedral de Asuncion, el resto fueron sustraidas por los soldados y venidos a Asuncion, el despojo de muchos tallados y esculturas que fuimos los del interior por parte de asuncenos que hoy ostentan en sus museos diciendo no saber el origen, inclusive la Iglesia de Trinidad tiene en su interior tallados y ornamentos, con el Decreto de Lopez fuimos desterrados y quedamos sin sociedad civil ademas del despojo de bienes de la comunidad y bueno Asuncion de mis amores sus naranjos y sus flores cuando devolveran lo sustraido por no decir lo robado.