“Besitos, besitos y juguetes”: un secuestro teatral que explora las obsesiones personales y políticas

Este viernes 3 y el sábado 4 de enero, a las 20:30 horas, el escenario de Sala Piloto (Simón Bolívar 868) se convertirá en centro de una experiencia teatral que promete trastocar las fronteras entre la biografía, el documento y la ficción. Con la obra Besitos, besitos y juguetes, de Manu Alviso, La Posdramática, colectivo de teatro documental dirigido por David Amado, abrirá un nuevo ciclo de La obsesión, una propuesta arriesgada que explora las vidas y obsesiones personales de manera visceral y conmovedora.

El concepto de La obsesión no es nuevo en el universo de La Posdramática. Desde su creación en 2017, el colectivo ha sido pionero en la escena de Asunción al abordar proyectos que combinan el biodrama con el teatro experimental. Su mirada ha dado como resultado piezas como Ahmad Amado, una pieza teatral sobre el río (2018), En mi casa todos somos Michael Jackson (2018) y Los mormones creen en el espíritu de Elías (2022), entre otras. Todos estos trabajos exploran la vida cotidiana, las experiencias personales y las obsesiones de los individuos, creando un diálogo que trasciende la observación para convertirse en una intervención en la vida del espectador.

Elemento gráfico de La obsesión. Cortesía

Esta nueva obra es un biodrama que ahonda en los archivos personales de un hombre de 44 años, obsesionado con los juguetes, el color rosado y su extraña, pero profundamente simbólica, asociación con lo militar. A través de este viaje escénico, Alviso propone un recorrido por las complejidades del deseo, el recuerdo y la identidad, donde la nostalgia se mezcla con una crítica a las normas sociales y las estructuras de poder que atraviesan incluso los objetos más inocentes.

Lo especial de esta propuesta es el formato de secuestro teatral. Según el concepto de “biodrama”, creado por la artista y curadora Vivi Tellas, este formato busca sumergir al público en una experiencia casi terapéutica, donde el individuo se convierte en parte activa del proceso narrativo. En esta pieza, el espectador no solo asiste a una representación; se ve “secuestrado” por los actores, quien lo invita a entrar en un proceso de reflexión sobre su propia relación con el objeto de la obsesión que se presenta en escena.

Este tipo de teatro no es solo un espectáculo; es un acto de encuentro, de intercambio y de confrontación. Las emociones y las vivencias de los artistas se exponen de manera cruda, buscando que el espectador se reconozca en ellas. El ciclo lleva este concepto aún más lejos, con una propuesta que desafía tanto la manera en que nos relacionamos con el arte como la manera en que entendemos las historias de vida que nos rodean.