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La violencia en el deporte: el fanatismo está eclipsando los valores

La violencia en el deporte. Foto: Copyright: 2022 Getty Images

La violencia en el deporte. Foto: Copyright: 2022 Getty Images

El deporte, tradicionalmente asociado con la disciplina, el respeto y el trabajo en equipo, cada vez muestra un lado más preocupante: la violencia. Este fenómeno, en gran medida impulsado por el fanatismo desmedido, no solo afecta a los jugadores y aficionados, sino también a los niños que, desde temprana edad, son presionados por sus padres para destacar en disciplinas deportivas y, en nuestro país, especialmente en el fútbol.

La insistencia de algunos adultos en convertir a sus hijos en atletas de alto rendimiento lleva cada vez más a que los valores fundamentales del deporte sean reemplazados por una competencia tóxica, donde la frustración, las agresiones y la rivalidad extrema toman protagonismo, sembrando el riesgo de normalizar la violencia desde la infancia. Este es el caso del adolescente Ismael, quien no es la única víctima de la rivalidad.

Ante esta situación, desde El Nacional, conversamos con dos profesionales al respecto. Por un lado, el Dr. Róbert Núñez, médico pediatra que está liderando una campaña para erradicar la violencia en el deporte y, por otro, con la Lic. Gloria Petters, profesional en Psicología clínica, deportiva y empresarial. Ambos nos brindaron su visión respecto a esta preocupante problemática.

“Los hijos nos imitan. Un niño violento probablemente viene de una familia violenta, no se da en todos los casos, pero estoy segura de que en un 80% Es esencial que los padres comprendan que las competencias deportivas deben ser un espacio de aprendizaje y crecimiento, no de presión y agresión. Para orientar a los padres, es fundamental recordarles que ellos son modelos a seguir: su comportamiento influye directamente en el bienestar emocional de sus hijos. En lugar de gritar o insultar, es mejor fomentar el respeto y la empatía, no solo hacia los entrenadores y los niños, sino también hacia el propio proceso deportivo”, señaló el Dr. Núñez.

Por otro lado, el profesional considera que la presión excesiva de los adultos para alcanzar metas puede generar en los menores altos niveles de estrés, ansiedad, y una baja autoestima. “En lugar de ayudarles a desarrollar una mentalidad competitiva saludable, se les inculca la idea de que su valor depende únicamente del rendimiento. Esto puede tener efectos negativos a largo plazo en su autoconfianza y en su relación con la actividad física”, añadió.

En ese contexto, el médico destaca que es crucial observar la línea entre la sana competencia y el fanatismo. Mientras que la competencia fomenta el esfuerzo, la resiliencia y el trabajo en equipo, el fanatismo lleva a un enfoque desmedido en los resultados, dejando de lado el bienestar integral del niño.

Los padres deben aprender a celebrar el esfuerzo y el desarrollo personal, más allá del resultado en el marcador.

Una situación que se da desde el entorno familiar

“Efectivamente, no alcanzarían las palabras para describir la violencia en el deporte infantojuvenil, desde la presión desmedida hasta la normalización del comportamiento violento. Esta crisis no empezó ahora nomás en las canchas, se da desde el entrenamiento hasta las gradas”, señaló la Lic. Gloria Petters.

La profesional destacó que el deportista es la figura principal y que las escuelas no están comportándose como espacio de aprendizaje, respeto y diversión. Aseguró que no se están creando entornos para que el juego limpio sea lo más importante.

“Los patrones familiares de violencia pueden influir en los jóvenes, estas características no salen de forma esporádica, el mismo lleva su personalidad a la cancha. Emociones como ira, rabia, frustración. Si son bien canalizadas, van a tener respuesta positiva. No podemos culpar a los jóvenes si es que en casa estamos llenos de tensiones, gritos y agresión constante”, destacó la profesional.

En respuesta a esta problemática, Petters pide trabajar desde el seno familiar, a fin de ofrecer a la ciudadanía joven que no incurran a la violencia como primera respuesta.

“Mi recomendación es trabajar desde el seno familiar para incorporar respuestas adaptativas a las situaciones de violencia. Los jóvenes están llegando a niveles de agresión importante donde la tolerancia y la frustración no son ensayadas por lo mismo. En los clubes recibimos a los chicos con una formación de la casa y tenemos que intervenir desde el ‘vamos’ para que esta situación no causen atrocidades como tal”, sentenció la psicóloga.

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