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Política

Precariedad de almuerzo escolar urge de intervención

Alimento para alumnos de Mariano Roque Alonso. Foto: Gentileza.

Alimento para alumnos de Mariano Roque Alonso. Foto: Gentileza.

El programa Hambre Cero, presentado por el Gobierno como una iniciativa revolucionaria para garantizar la alimentación escolar, enfrenta severas críticas por la alarmante calidad de los alimentos y las condiciones en las que los estudiantes deben consumirlos. Imágenes de comida en estado deplorable y alumnos almorzando en el suelo evidencian las fallas de un proyecto que, según el presidente de la República, Santiago Peña, “transformará la vida de los jóvenes y nuevas generaciones”. Sin embargo, la realidad parece alejarse de esa promesa.

Desde su implementación en agosto del año pasado, el plan ha sido ejecutado por el Ministerio de Desarrollo Social (MDS) en Asunción y en los departamentos de Central y Presidente Hayes, mientras que en las demás regiones está a cargo de las gobernaciones. Su financiamiento proviene de Itaipú Binacional, con una inversión proyectada de mil millones de dólares hasta 2027. A pesar de los recursos asignados y la magnitud del proyecto, las denuncias sobre la deficiente provisión de alimentos son constantes.

El Consejo Nacional de Alimentación Escolar (Conae), organismo responsable de velar por el correcto desarrollo del programa, está presidido por el MDS, actualmente bajo la conducción de Tadeo Rojas. También forma parte de este consejo la Organización Paraguaya de Cooperación Intermunicipal (Opaci), una entidad privada que ha sido blanco de cuestionamientos. Pese a la gravedad de las denuncias, el ministro minimiza la situación al afirmar que no llegan a quince los reclamos por alimentos en mal estado o no entregados.

El problema no se limita a la provisión y calidad de la comida. La falta de actualización del Registro Único del Estudiante, responsabilidad del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), dirigido por Luis Ramírez, ha derivado en un suministro insuficiente de raciones, dejando a muchos alumnos sin el alimento prometido. Esta omisión burocrática agrava aún más las falencias del programa, que, lejos de garantizar una nutrición digna, expone a los escolares a una alimentación deficiente y a condiciones indignas en los comedores.

A pesar de la retórica oficial que presenta Hambre Cero como un cambio histórico, su implementación revela serias fallas de gestión y planificación. Si el Gobierno realmente aspira a transformar la vida de los estudiantes, la prioridad no debería ser solo ufanarse de los montos invertidos, sino asegurar que cada niño reciba alimentos en condiciones adecuadas y en un ambiente digno.

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