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Política

El trágico marzo de 1999

Jóvenes frente a la Catedral Metropolitana de Asunción durante el Marzo Paraguayo. Foto: Internet.

Jóvenes frente a la Catedral Metropolitana de Asunción durante el Marzo Paraguayo. Foto: Internet.

“A veces un ejemplo explica mejor que un centenar de páginas de pretendidos sesudos”, solía repetir Juan Domingo Perón, un coloso de la política argentina, que gobernara su país por apenas nueve años y meses, entre 1946 y 1955, y entre 1973 y 1974, pero que influye en la política de su país hasta el presente.

El ejemplo: cuando en 1992 se discutía la sucesión del general Andrés Rodríguez, que definiría una divergencia, la que existía desde 1990 entre Luis María Argaña, el último caudillo colorado, y Andrés Rodríguez, quien liderara el golpe que derrocó a Stroessner, se presentó un dilema en el campo “oficialista”: el candidato del general Rodríguez era Juan Carlos Wasmosy y el del general Lino Oviedo era Horacio Galeano Perrone.

Rodríguez anunció quién era su candidato, y preguntó:

-Usted, general Oviedo, ¿apoyará o no a mi candidato?

-Apoyaré, mi general, al candidato con mejores chances electorales…

-No le pregunté eso, Oviedo, le repito: ¿Apoyará o no la candidatura de Wasmosy?

-¡Sí, mi general, como usted disponga!

O sea, “donde manda capitán, no gobierna marinero”: así de simple. El verdadero origen del “marzo trágico”, denominación más apropiada que el Marzo Paraguayo –despropósito de origen argentino, que alude a El Mayo Francés, estando lejos de haber sido siquiera algo parecido– radicó en la falta de resolución apropiada del retorno de los militares a sus cuarteles, parte vertebral del programa que se iniciara con la destitución de Stroessner, pero que no se pudo lograr debido a la ausencia de un líder militar con condiciones para tornar hecho esa propuesta.

Lino César Oviedo. Foto: Archivo.

El caso fue más grave. El general Oviedo consolidó sus pretensiones políticas y militares al liderar el proceso de sucesión presidencial desde la perspectiva electoral, al punto que, bajo la Presidencia de Wasmosy, hizo de “poder detrás del poder” hasta que en abril de 1996 fue pasado a retiro.

Para asombro de propios y extraños, se impuso en las internas coloradas de 1997, ante el aparato gubernamental, controlado por Wasmosy, y el aparato partidario, controlado por Argaña, de donde terminó eligiendo a Raúl Cubas Grau como presidente, siendo él, de nuevo “un poder detrás del poder”, lo que desencadenó una crisis interpoderes (Ejecutivo versus Legislativo más Judicial), y un futuro incierto, pues era favorito (Lino Oviedo) para controlar el Partido Colorado, que debía dirimirse en internas programadas para abril de 1999.

Un mes antes, sin embargo, concretamente el 23 de marzo, se perpetró contra la incipiente democracia paraguaya el mayor daño: se asesinó de manera cobarde y vil al vicepresidente Luis María Argaña; luctuoso suceso que sería seguido de otro aún más trágico, que consistió en el asesinato de siete jóvenes en las plazas del Congreso, días después, lo que llevaría a la renuncia del presidente, Raúl Cubas Grau, a la huida del país del general Oviedo y a la asunción de Luis Ángel González Macchi, el entonces presidente del Congreso Nacional, como titular del Poder Ejecutivo.

Así quedó el vehículo en el que fue asesinado Luis María Argaña. Foto: Archivo.

Medir fuerza y poderío

Ni bien se asesinó al vicepresidente, Luis María Argaña, en la mañana del 23 de marzo, se llevaron adelante las movilizaciones de protesta, creándose dos bandos: por un lado, los partidarios de la destitución del presidente Cubas Grau, por la vía del juicio político; y, por el otro, los que proponían la continuidad del Gobierno.

La movilización inicial pro juicio político fue muy discreta, pero ganó poderío al sumarse las fuerzas campesinas, que llegaron hasta la capital ese mismo día 23, al negociarse con ellas la concesión de la condonación de deudas reclamadas, a cambio del apoyo al juicio político.

Allí sí se emparejaron las fuerzas y la lucha por el control de las plazas del Congreso pasó a ser decisiva para la resolución del problema de fondo: quien controlaba las plazas imponía su decisión.

Los partidarios de Oviedo se descontrolaron y desencadenaron una trágica jornada, que terminó con la vida de siete jóvenes, la pérdida del Gobierno, la huida de Oviedo del Paraguay y la salida de Cubas Grau al Brasil.

Luis González Machi. Foto: Archivo.

Tanto desde el punto de vista académico como político, el “marzo trágico” y sus consecuencias, aún deberán ser estudiadas y explicadas con mayores detalles en el futuro, pero en principio lo que pasó fue simple: con un solo disparo se terminó con las pretensiones políticas de dos de los líderes más influyentes: Luis María Argaña, quien terminó muerto, y Lino César Oviedo, quien tuvo que huir del país.

Es cierto que Lino Oviedo después volvió al país, y estuvo preso entre 2004 y 2007, pero nunca más recuperó la fuerza hegemónica que llegó a tener, y finalmente falleció un 2 de febrero de 2013, apenas dos meses antes de librar lo que él mismo consideraba que sería su “última batalla por la Presidencia”.

¿Podía haber sido diferente la Historia con una segunda Presidencia de Rodríguez? Sí, pero el desarrollo histórico no admite reflexiones aceptables sobre la base de hipótesis impracticables.

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