Política
Desafío actual de la democracia es ofrecer mejor calidad de vida a ciudadanos
Bernardo Toro. Gentileza
El físico, filósofo y pensador latinoamericano Bernardo Toro, junto a Alberto Acosta Garbarino, bajo la moderación de Yan Speranza; participó del conversatorio denominado “La democracia amenazada”, organizado por Plaza Pública – Desarrollo en Democracia (Dende), espacio durante el cual sostuvo que antes de afirmar que la democracia esté amenazada, tiene el actual desafío de responder a dos preguntas: cómo vivir dignamente y cómo cuidar el planeta.
Las instituciones o la política misma deben adecuar sus discursos y acciones para brindar al ciudadano el derecho de una vida más digna y ofrecer soluciones para evitar una crisis climática”.
También señalaron que el bien colectivo va exigiendo a los seres humanos a pensar menos en términos de naciones o partidos y más bien encarar con la visión de especie humana, tal como sucedió en la pandemia.
América Latina desde los 70 tuvo que enfrentar situaciones relacionadas a dictaduras y tiranías, por lo que debió realizar una revolución constitucional, pasando después de 200 años del modelo napoleónico (en el que el ciudadano estaba al servicio del Estado) a constituciones basadas en un Estado Social de Derecho (el Estado al servicio de la ciudadanía).
Sin embargo, actualmente los partidos de modelo liberal no están ofreciendo discursos nuevos, explicó Bernardo Toro durante el espacio de Dende, al tiempo de señalar que esto genera una proliferación de nuevas arquitecturas políticas, básicamente lideradas por mujeres, jóvenes universitarios y por diferentes etnias y culturas que reclaman sus derechos.
Esta nueva arquitectura política no se asemeja a las formas convencionales que conocemos a través de los partidos tradicionales. “Son nuevas maneras de ejercer derecho y para muchos esto puede ser una crisis, porque América Latina tiene una larga historia en la que solo han habido deberes y no derechos”, acotó.
Hablar de una crisis democrática es muy difícil, porque no existe un modelo ideal de democracia que podamos copiar o imitar, por lo que Toro resaltó el hecho de que no se puede hablar de la crisis de amor, porque no hay un modelo de amor. “Lo mismo pasa con los pueblos, en la medida que la gente entiende el orden en el que quiere vivir, se van a generar múltiples órdenes nuevos, donde todos tienen una característica común: evitar la tiranía y vivir dignamente. La gente quiere vivir bien, ya no cree en las grandes promesas políticas, los jóvenes buscan mensajes que les den sentido a la vida”, apuntó.
Ante la consulta sobre si existe un descreimiento respecto de la democracia, Toro afirma que la gente lo que ha hecho es entender que no estaba viviendo bien, por ende está creando condiciones de qué hacer para vivir mejor. Además, los discursos políticos a través de la comunicación han logrado que la gente aprenda más de la vida buena.
A raíz de esto, las personas se hacen preguntas y se organizan para exigir mejores condiciones, para lo cual se convierten en actores sociales en la búsqueda de vivir dignamente, a lo que hoy los jóvenes agregan la pregunta de cómo cuidar y vivir en la casa común que es el planeta.
Crisis climática
El cambio climático nos obliga a pensar en términos de especies. No es un pronóstico técnico, simplemente es un hecho. “No podemos enfrentar la crisis climática, el problema del agua, del hambre, de la seguridad alimentaria hablando por naciones y por países. Tenemos que hablar como especie humana o aprendemos a hacer economía circular o no somos viables”, aseveró el pensador de origen colombiano, tras afirmar que sabemos cómo hacerlo, pero no lo queremos hacer porque exigen cambios de comportamientos muy fuertes.
Hizo también hincapié en que el nuevo discurso de la democracia debe apuntar a resolver lo cotidiano, poniendo además de ejemplo que mientras los políticos ofrecen grandes obras e inversiones, “no se está cuidando cómo garantizar que una familia pueda comer junta, o reír, o llorar o viajar junta y que esto requiere políticas distintas basadas en la vida cotidiana y aprender a invertir en las organizaciones de barrio”.
La sociedad misma es la que genera sus propios políticos y hoy existe temor a enfrentar el cambio, por lo cual se trata de regresar al nacionalismo, al patriotismo o al localismo, pero esto no es posible porque igual suceden los cambios. “Si las sociedades de América Latina no entienden el problema del valor de lo cotidiano, van a seguir generando políticos estructurales. Muchos municipios en América Latina se están dando cuenta de que no es el gran político el que va a solucionar el problema”, explicó.
En contexto
Entretanto, Alberto Acosta Garbarino manifestó que la palabra democracia engloba mucho y habría que hacer una distinción entre la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial, periodo en el que hubo un periodo de disputas sobre modelos: el fascismo, el comunismo y la democracia liberal. Luego se unieron el comunismo con el liberalismo para derrotar al fascismo. Posterior a esto, acotó, quedaron dos modelos: el comunismo y el capitalismo, con la democracia liberal.
Agregó que en el 89, con la caída del comunismo, ya no se habla de lucha de clases sino de otras reivindicaciones de minorías, y se pasa del discurso económico al de derechos e identidad. Recordó que cuando se adoptó el modelo democrático liberal en América Latina había una promesa de que se basaría en un mejor nivel de vida, lo cual no se dio.
A ello sumó las debilidades institucionales, ejemplificando a Paraguay, en donde se sigue legislando como hace 200 años, lo cual es incompatible con un mundo interconectado de hoy.
Para Acosta Garbarino, si bien conocemos los problemas de la politización de la educación o del uso de la estructura del Estado, la pregunta es cómo hacemos para que lo que se debe hacer sobreviva políticamente. “Yo no veo otra forma que minúsculos actos de coraje. Va a llevar su tiempo, a lo mejor va a tener que ocurrir anárquicamente”, afirmó.
Finalmente, Yan Speranza dijo que las reglas que construimos no responden a las nuevas realidades y necesidades, donde nace la ética del cuidado. “Hay todavía una brecha entre lo que la lógica de la narrativa política actual plantea, de súper estructura, y del gran impacto social versus la lógica cotidiana que está naciendo, será la brecha que tendremos que ir cerrando, generando condiciones para que realmente esto empiece a cambiar”, aseguró.
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