Editorial
Al pueblo, pan y circo
Ofrecer una lata de cerveza como estímulo para que la gente acuda masivamente a vacunarse es no solo un insulto a la inteligencia de la ciudadanía que desde hace más de un año espera la oportunidad de ser inmunizada, sino un acto de oportunismo. Asimismo, evidencia una frivolidad absoluta frente una situación de crisis y dolor que enluta a miles de familias.
Se informa que para garantizar la inmunidad general necesitamos que el 75% de la población esté vacunado. Así habremos superado la curva progresiva de contagios y muertes. Sabemos que hay muchos reacios a aplicarse los biológicos: algunos por ignorancia, otros influidos por las teorías de conspiración que pululan en las redes y otros, sencillamente, por comodidad. Las colas son largas y a nadie seduce una espera de muchas horas.
En este sentido, una iniciativa como la llevada adelante por un bar en Israel es no solo explicable sino atendible: el llamado “bar de las vacunas” no solo puso a disposición sus instalaciones sino que, para animar a los jóvenes a acudir a inmunizarse, ofrecía a sus habituales clientes, sin costo, un momento agradable mientras esperaban su turno, con tragos y picadas. Fue su manera de aportar al proceso, y no una forma de buscar publicidad en medio de la angustia generalizada. Ser “premiado” con una minúscula lata de cerveza por salvar la propia vida y la de los demás es no solo ridículo sino también ofensivo. Y en el caso de que la medida fuera bien recibida por algunos, esto no haría más que evidenciar la poca autoestima que tienen.
La necesidad de incentivar a los renuentes pone en discusión una cuestión delicada: la “colisión de derechos”. Si bien uno es libre de decidir sobre su propio cuerpo, también es cierto que en esta crisis la determinación individual terminará afectando todo el cuerpo social. La sociedad, en su necesidad de defenderse y asegurar la supervivencia de sus miembros, puede apelar a ciertos recursos de inducción o, incluso, coerción, para lograr este objetivo. Pensándolo así, ofrecer un estímulo a los renuentes para que se vacunen puede ser entendido como una medida positiva. Lo que resulta inadmisible, en el caso de la marca de cerveza, es la instrumentalización de la pandemia para fines de promoción comercial.
Lo que llama la atención es que el Ministerio de Salud Pública y las autoridades encargadas del operativo de vacunación masiva (que como todo evento que incluye multitudes conlleva riesgos, y más en este caso en que la distancia social es imprescindible) permita que una marca comercial privada obtenga rédito publicitario de una acción implementada por el Estado, con los recursos de todos los contribuyentes y gracias a la solidaridad de países que generosamente han donado gran cantidad de dosis. Hacer del operativo de vacunación un circo es lo que menos necesitamos. En todo caso, sería más útil asegurar la provisión gratuita de agua mineral a quienes acudan a vacunarse. Estamos en una emergencia sanitaria de grandes proporciones que obliga a todos, al Estado y a la sociedad civil, a desplegar los máximos cuidados y a buscar la mayor eficiencia, por el bien del país entero.
D.D.W-S
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