La herida de la salud pública y el hartazgo ciudadano

“El Estado protegerá y promoverá la salud como derecho fundamental de la persona y en interés de la comunidad. Nadie será privado de asistencia pública para prevenir o tratar enfermedades, pestes o plagas, y de socorro en los casos de catástrofes y de accidentes”, dice la Constitución Nacional en su artículo 68.

Evidentemente, esto no se cumple. Un comentario aparecido hace unos días en la prensa argentina dice que “el Covid 19 funciona como el strip-tease de la realidad”. Es decir, deja todas las cicatrices a la vista. El Paraguay, lejos de una cicatriz, lo que muestra con obscenidad es una herida abierta: la herida de la salud pública.

Cálculos recientes estiman que una familia debe gastar unos 30 millones de guaraníes por cada miembro que es internado en terapia intensiva. Hace unos días las redes sociales y los medios de comunicación se hicieron eco de un hecho bochornoso protagonizado por el presidente de la República quien, increpado en Villarrica por un hombre desesperado que solo buscaba salvar la vida de su hermano, le dio una respuesta no solo evasiva sino cínica. Finalmente, para salir del paso, ofreció su “ayuda personal”, haciéndose cargo del costo de los medicamentos que el hombre necesitaba.

El gesto, si bien pudo traer alivio momentáneo al paciente y su familia, no hace sino remarcar la deplorable situación de la salud pública en el país. La buena voluntad no soluciona nada. La ciudadanía está harta de organizar rifas y polladas cada vez que alguien querido se enferma, ante la total indiferencia de las instancias públicas que deberían estar velando por la salud de la población en su conjunto.

Sí, la ciudadanía está harta y así lo ha manifestado el viernes en el centro de Asunción, en una movilización espontánea, autoconvocada. Fue una manifestación joven, como se puede constatar en las imágenes, que expresó su indignación por la ineficiencia, la insensibilidad y la corrupción con que el gobierno ha gestionado y sigue gestionando la pandemia.

Para caer en cuenta de lo grave -e insólito- de la condición paraguaya, basta comparar con la situación en los países vecinos. Bolivia calcula tener un stock masivo de vacunas en marzo y ya hay 400.000 destinadas al sector médico. Todas son gratuitas. Además, el sistema de salud asegura atención sin cargo para todos sus habitantes, con más razón ante la propagación del Covid-19. En Argentina la atención en los hospitales públicos, tanto en salas simples como en las de terapia intensiva, es completamente gratuita, así como los medicamentos. Asimismo las vacunas, cuya aplicación avanza como medida de gobierno. Hasta el mismo Bolsonaro, conocido por su displicencia frente a la peste, anunció que Brasil vacunaría gratuitamente. Ni qué hablar de países desarrollados como Estados Unidos o los europeos, que están desarrollando programas públicos de vacunación sin costo alguno para los usuarios.

Efectivamente, el Covid-19 ha terminado de desnudar la cruda realidad de la salud en el Paraguay. Comenzamos a atravesar un período preelectoral, para las municipales primero y las nacionales después. Es el momento oportuno para que los que aspiran a dirigir los destinos del país, tanto desde los municipios como desde las gobernaciones y la presidencia, así como los responsables del andamiaje legislativo, consideren la relevancia de convocar a expertos en todas las áreas implicadas en la salud pública para dar un giro radical que permita a la población toda disfrutar de un derecho humano fundamental, consagrado en la carta política que desde 1992 organiza la vida institucional de la República.

DDWS