Editorial
La mala gestión y su símbolo
Tras una semana de críticas en todos los medios y redes sociales, vale la pena detenernos en la escandalosa pasarela de ñandutí, un nuevo acto fallido del gobierno que no solo evidencia error o improvisación, sino también indicios de corrupción.
Ante una obra pública como ésta cabe cuestionar las prioridades de inversión del Estado, en un momento crítico como el que vivimos, en que la población reclama provisión urgente (y gratuita) de vacunas contra el Covid-19 y grandes sectores hacen esfuerzos desesperados, infructuosos a veces, para sobrevivir en las actuales condiciones económicas fruto de la pandemia, para no citar la situación endémica de pobreza, déficit de viviendas, falta de servicios básicos, etcétera.
¿Hasta qué punto era necesario este puente? Las redes se llenaron de cálculos de todo lo que se podría haber hecho en beneficio de los más desprotegidos con el monto destinado a la pasarela. ¿Acaso cumple con el objetivo que sus proyectistas enuncian? A simple vista, no. Está muy lejos de brindar comodidad al peatón. Por otra parte, la pretensión de crear un ícono representativo de identidad nacional también quedó desmentida. La apelación al ñandutí como motivo tradicional resulta bochornosa, ya que en lugar de utilizar el diseño tradicional, estudiado y documentado por especialistas a lo largo de varias décadas, se hizo uso de patrones de bordado extraídos de internet que distan mucho del encaje popular paraguayo.
¿Por qué ocurren estas cosas? Hay un entramado de causas, de mayor y menor profundidad. Es un tejido complejo, sostenido por el vicio del electoralismo permanente, la corrupción rampante, la negligencia frente al interés ciudadano, elementos todos que se traducen en improvisación, falta de planificación urbanística, ausencia de gestión del paisaje, impunidad jurídica. Solo así se explica el emprendimiento de grandes obras públicas de dudosa transparencia y fracasos estrepitosos como el Metrobús o la Bicisenda. Solo así se comprende la degradación sufrida por sitios como el Parque Caballero, la antigua Costanera o el centro histórico de Asunción.
¿Cómo revertir esta situación? ¿Es posible aplicar mecanismos correctivos? El daño está hecho. Aquí es oportuno recurrir a la antigua sabiduría china recogida por Confucio en el memorable Libro de las Mutaciones: “Lo que se ha echado a perder por culpa humana puede también subsanarse mediante el trabajo humano”. Se hace necesario, pues, un enérgico debate ciudadano sobre la inversión pública y sus consecuencias.
La pasarela de Ñu Guasu, si permanece, quedará para siempre como el símbolo visible de un gobierno insensible que ha privilegiado el interés económico de su círculo interno por sobre el interés general, objetivo primordial de un Estado democrático de derecho. Es curioso: la ignorancia y la corrupción buscan normalmente ocultarse. Aquí, en cambio, se exhiben con total impudicia, algo que solo puede ser entendido como una muestra de extrema torpeza o de acabada impunidad.
DDWS
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