Perestroika en Paraguay

Por Alan L. Redick

En octubre de 2005 tuve la oportunidad de conversar por largas horas con Mikhail Gorbachev, expremier ruso y arquitecto de la disolución de la Unión Soviética a principios de los 90. Fue durante una visita a la universidad DePauw, más conocida como la Harvard del Midwest.

Por supuesto, Gorbachev había salido como el hombre de la década en la revista ‘Time’, y seguía siendo muy famoso y popular; pero la suerte que yo había tenido con la que aventajaba a mis colegas, era entender bien el mensaje que Gorbachev estaba intentando dar.

Dos puntos principales marcaron su discurso: 1. Que EE. UU necesitaba pasar por una Perestroika (restructuración) y un Glasnost (transparencia), y 2. Que la Unión Soviética no había caído gracias a los EE. UU, sino que había implosionado desde dentro (este último punto nadie le creyó).

Sus dos puntos parecían foráneos para los dos profesores americanos que nos acompañaban, por lo que se limitaron a hacer pocas preguntas. Yo, sin embargo, había vivido en Paraguay cuando el mundo cambió y mi experiencia paraguaya me llevó a entender muy bien su mensaje.

Gorbachev ya podía ver la debacle financiera que se venía sobre EE. UU, y que efectivamente llegó en 2008. El capitalismo había fracasado y el Estado tuvo que salir al rescate de las entidades privadas con dinero de los contribuyentes (socialismo).

Mis colegas americanos, en aquel entonces, pensaban que EE. UU seguía estando bien y el mensaje del ruso vino a convertirse en una especie de predicción de Casandra (hija de Príamo, que profetizó la caída de Troya). Tres años después de esa conferencia tuvo que llegar la crisis financiera del 2008.

Personalmente, lo que a mí me había quedado claro después de esa charla y de escuchar su conferencia, era que el Paraguay no había pasado nunca por una Perestroika ni por un Glasnost. El Muro de Berlín había caído en 1989, y la URSS quedó disuelta en 1992. La política tenía que cambiar inexorablemente.

El cuartelazo de Rodríguez vino solo a adelantar las cosas. Era evidente, por su edad, que Stroessner no seguiría en el poder, y fue eso lo que justamente hizo que Rodríguez apurara las cosas para proteger sus intereses. Pero en Paraguay nunca hubo una “restructuración” ni una “transparencia”.

Se usaron nuevos apelativos, como “dictadura” y “democracia”, pero los más ominosos del gobierno que derribaron, fueron los que quedaron al mando. Así, en más de tres décadas fueron cambiando ‘mondatarios’, pero sin que exista nunca un cambio de fondo, ni una revolución.

‘Transparencia’ tampoco nunca hubo. No es transparencia cuando transparentan la gestión pública una vez que ya se les haya pillado la traición y el intento de robo. Itaipú, la compra de insumos, el manejo del dinero público, el intento de vender la estancia La Patria…

Se veían ya los cambios en el horizonte histórico; el Golpe vino a hacer exactamente lo que pretendía: garantizar la inmunidad de los próceres de la ‘democracia’. De hecho, ninguno de ellos fue jamás procesado y fue así como se dio origen a lo que algunos llaman la ‘narcocleptocracia’, o sea, el gobierno de los narcotraficantes y ladrones.

Nos siguen vendiendo humo

Creo que el mensaje está claro: o llevamos a cabo una restructuración (Perestroika) e imponemos una transparencia gubernamental (Glasnost), o nos vendrán a dar un reseteo, como el que están llevando a cabo los globalistas, utilizando a los socialistas.

Los “dueños de la verdad y la justicia” nos vienen vendiendo humos. ¿Cómo es que no estamos ya mejor que antes? Los comunes que vivimos ambas eras sabemos que Stroessner no tuvo un gobierno perfecto, pero lo que vino después es un insulto al intelecto cuando se lo quiere llamar “democracia”.

En tres décadas no se respetó la voluntad popular ni las leyes. ¿Cómo a eso puede llamársele democracia? ¿Qué es democracia?, y aún más importante, ¿quién decide lo que es democracia y lo que es dictadura? Nosotros merecemos algo mejor a lo que tuvimos.

El cuco que nos intentan imponer no está en el pasado, sino en el futuro. La gran amenaza contra el Paraguay no es que resucite Stroessner, sino que avancen y tomen el poder total los grupos siniestros que obedecen a la agenda globalista. Aquello que antes era ‘conspiración’, hoy es realidad.

La falta de transparencia y de ética sigue dominando nuestra política. El hermano del presidente, que también (aunque cueste creerlo) se desempeñaba como ministro de Hacienda, renunció ayer formalmente. Sería una total desfachatez que ahora vaya a trabajar para el BID, nuestro acreedor.

Quien adquirió millonarios prestamos y endeudó al país como nunca antes, ahora será el encargado de cobrarnos la deuda. Ya no hay escrúpulos para nada. Simplemente para salvaguardar el honor de su hermano pudo haber renunciado como ministro ya el 14 de agosto del 2018. ¡Nefasto!

El reseteo global

Estamos a las puertas de más cambios inminentes; se viene un reseteo mundial. Necesitamos inteligentemente someternos a una restructuración (Perestroika) y transparencia (Glasnost) si no queremos sucumbir a la férula despótica de los cambios que trae este nuevo orden mundial.

No podemos conformarnos más con la visión de esta falsa democracia que nos intentan vender en este “mundo feliz”. No se trata de mirar hacia atrás para convertirnos en estatuas de sal; se trata de reconciliarnos con nuestra herencia y retomar con orgullo nuestra identidad.

No podemos continuar siguiendo a los necrofílicos obsesionados con el pasado. Necesitamos presentar una alternativa que sea mejor que la farsa que tenemos; una alternativa que sea mejor que la propuesta siniestra que se nos viene encima. Debemos saber leer las señales de la historia.

Chile ha sucumbido a la violencia siniestra. El presidente Piñera ha sido muy lento y le faltó carácter para afrontar la crisis que se le vino encima. El Paraguay no será muy diferente: un gobierno sin carácter, o ivevýi (como lo había denominado Euclides), además la izquierda ya está en el gobierno.

Se puede hasta sospechar que la pandemia vino a agenciar el camino a ciertos cambios agendados. En EE. UU hizo tambalear al gobierno de Trump, a Bolsonaro no le ha ido mucho mejor; Europa entera quedó bajo la férula siniestra; en Bolivia ha ganado la izquierda. Amaliciá el virus chino.

En Paraguay se viene hipotecando nuestra soberanía a la deuda externa. Somos ya un país donde no hay seguridad, y donde fallan los servicios básicos de agua y luz; la calidad de la educación es deplorable. Sólo basta un populista que ofrezca un poco de pan y el 2023 es suyo.

Es necesaria una Perestroika: O cambiamos, o nos cambian.