La Patria no se vende

Ese título esta vez vino a ser literal. Fue realmente fenomenal ver al gran pueblo paraguayo representado en una muchedumbre de tuitiriteros, dispuestos a no ceder un centímetro de suelo. El pueblo paraguayo es noble desde siempre e igual caído está dispuesto a luchar de rodillas.

Ya muchos contarán la historia de la estancia La Patria. Lleva en sí la marca de las Reducciones Jesuíticas, la del Dr. Francia, la de la victoria de nuestros abuelos en el Chaco, y es la obra del presidente nacionalista Rafael Franco (febrerista).

Hoy quiero enfocarme más en un aspecto doctrinario del porqué es importante para nosotros ese pedazo de suelo. Porque ya vendrán parlanchines y otros apóstoles de la antihistoria a querer quitarnos lo que es de todos.

“La Patria” pertenece al pueblo paraguayo, desde 1936. En el sentido republicano y patriótico, el pueblo no somos simplemente la totalidad del nosotros, también está el pueblo que ya no está, pero que reside en nuestra memoria viva, y el pueblo de los que vendrán. De modo que cualquier decisión que involucre al patrimonio y a los destinos del pueblo, tiene que pasar por el pueblo.

El Paraguay es una República. Entiéndase bien eso. No es un Estado liberal ni socialista. El republicanismo no es de centro izquierda ni de derecha; el republicanismo es de frente y adelante. O sea, cumple con el mandato que le da la historia: atendiendo la causa social y permitiendo el libre comercio. El Estado es servidor del hombre libre, y no al revés.

La República se mal interpreta con tantas confusiones teóricas. Voy a intentar explicarlo de la manera más simple, por que es simple. La Democracia es el gobierno del pueblo; de la mayoría. En la democracia idealmente se respeta a la minoría, pero fundamentalmente se respeta la voluntad de la mayoría. Lo que hoy se llama sonsamente “democracia representativa” no es más que la excusa para imponer un sistema feudal oligárquico.

La República nada tiene que ver con la división del ejercicio del poder del Estado. Tampoco nada tiene que ver con el número de gobernantes que tiene. Puede ser un gobernante, como los dictadores romanos (o en nuestro caso como el Supremo Dictador de la República, el Dr. Francia); puede ser gobernada por un grupo, como lo hacían los senadores romanos; o pueden ser gobernados en democracia (como sistema o como método).

La cosa pública

La República es, como la definen sus creadores romanos, la Res publica, o sea, la ‘cosa pública’. En otras palabras, está lo privado y está lo público, que es lo que nos une a todos. La República entonces tiene que ser entendida en un sentido de ‘pertenencia’, de lo que en inglés se llama ownership. Los ciudadanos son los dueños de la República.

Imaginemos que somos dueños de una empresa. Podemos elegir tener un CEO que maneje nuestra empresa, o tener un directorio o bien todos. El número de personas que manejan la empresa no cambia lo esencial, que el sentido de ownership o pertenencia. Podemos cambiar a nuestro antojo los managers, pero seguimos siendo nosotros los dueños.

Antes de la República romana estaba la Monarquía. El Rex o rey era el propietario del Estado. De ahí que a Louis XIV incluso se le ocurre decir “L’État c’moi” (El Estado soy yo). Y en efecto, los reyes podían vender territorios, heredar reinos, juntarse con otros, y, en fin, todo lo que nos imaginamos que puede hacer el dueño.

La Monarquía romana, para sorpresa de muchos, era electa. Justamente los últimos reyes no fueron electos, y fueron los peores. Así es como nace la República romana. Luego, los dueños de la República decidieron hacerse de leyes y determinar sus instituciones.

Entre sus instituciones estaba la del Imperator, que no era más que un comandante en jefe (de hecho, también sorprenderá a muchos saber que hubo ya varios imperatores antes que Augusto). Con lo que hoy los historiadores dividen el período de la República y el Imperio (27 A.C.), no es más que una división histórica, ya que no hubo ninguna Constitución, como sí la hubo entre la monarquía y la república. Los mismos romanos siguieron refiriéndose a su República como una república (SPQR = Senatus Populus que Romanus).

Así que entendámonos ya de una vez. Los Estados Unidos de América es una República y no una democracia. En ningún documento fundacional se encuentra la palabra democracia. El Paraguay es una República, con una Constitución Nacional que avala al método democrático para elegir a los oligarcas de turno. Pero el Pueblo paraguayo es el dueño de la República y puede cambiar sus gobernantes y sus leyes, como le corresponde hacerlo a los propietarios.

Por eso dijo el exsenador Alfredo G. Stroessner, “agrandar la República y achicar al Estado (refiriéndose a la maquinaria del gobierno). La estancia de “La Patria” es parte de nuestra Res-publica.

Sistema feudal

Hoy día es lamentable ver cómo nuestra República se está convirtiendo cada vez más en un sistema feudal, donde algunos señores son dueños de casi todo, y el resto sus vasallos. Tenemos un Estado piñata en el que apiñatadamente van los empleados públicos a recoger sus caramelitos. El Estado es servidor del hombre libre, y ya viene siendo hora de que nuestros políticos se pongan a la altura de las circunstancias. Las empresas privadas quiebran con las políticas de esta pandemia, pero los funcionarios del Estado siguen cobrando sus sueldos y cada vez más ricos.

Es verdaderamente triste que en el Paraguay ya no existan espacios públicos. En Estados Unidos, los mejores espacios son públicos: uno se siente empoderado y parte de una República. Cada vez que llevo visitantes al Paraguay, siento una vergüenza dolorosa. En menos de una semana se puede recorrer todos los sitios turísticos. No hay museos (y si los hay, son lamentables); los monumentos en ruina o por caerse. La Casa de Carlos A. López está cerrada porque corre peligro de derrumbarse. El techo del Palacio de López está a punto de caerse. Las plazas de Asunción, sucias y en mal estado (admirable es para muchos ver plazas públicas con rejas).

Cuando yo era niño recuerdo que íbamos los domingos con la familia a palmear. Llegábamos eventualmente hasta el Panteón de los héroes donde estaba la banda de la policía ejecutando marchas. Después de comer y ya cuando ya no clareaba el día, pasábamos a la plaza que está frente al Hotel Guaraní, ya que tenía unas hermosas fuentes de agua, que para la época eran todo un espectáculo.

Hoy día reemplaza aquella hermosa plaza, la “Plaza de la Democracia”, la cual fielmente refleja lo que es nuestra ñembo democracia: Tres décadas ya van en que no se respeta la voluntad popular ni el Estado de Derecho. ¿Dónde está nuestra Res publica?

Como académico, me llamó mucho la atención un evento arqueológico en la China. Descubrieron una tumba y ahí dentro una multitud de soldados de terracota. Los arqueólogos solo excavaron una parte, lo cual sorprendió a los arqueólogos occidentales. Ante la interrogante, los chinos respondieron en su sabiduría: “nosotros ya sabemos esto, el resto se lo dejaremos a generaciones venideras, que tendrán otra tecnología, otras preguntas y otras respuestas”.

No hay necesidad de vender La Patria. Vivimos en una República (cosa pública) y el fin de esa República no necesariamente es lucrar. ¿Qué será lo siguiente? ¿Quizás podamos alquilar la Casa de la Independencia que se encuentra improductiva en pleno centro? Si tanto necesitan dinero, que recorten los jugosos sueldos de zánganos improductivos, si es que no tienen el coraje de deshacerse de ellos. Que renten la tierra si tanto quieren. Pero lo más importante, si tanto se preocupan por el dinero, que no vendan las joyas de la abuela, sino que ayuden al sector privado (al que vienen machacando) para que puedan potencializar sus productos y servicios. Pero en fin… ¡La Patria no se vende!