Opinión
“Okáita che róga”
En una amena charla mantenida con un conocido comunicador, me preguntó cómo se separan las cuestiones privadas de las públicas. Como antecedente a esta pregunta, le había comentado que, en Japón, las cuestiones netamente públicas no están estrechamente vinculadas ni asociadas con la vida privada de los individuos, especialmente entre los ciudadanos que ejercen algún puesto o poder político.
¿Y en Paraguay? Entre risas irónicas, le respondí que en Paraguay mezclamos todo, lo público y lo privado, convirtiéndose en un javorái de novela. Entonces, la respuesta a tan interesante pregunta de cómo separar estas dos convivencias, le dije que con disciplina se logra separar estas sensibles cuestiones que a veces atormentan a nuestros políticos y los hacen pasar por situaciones difíciles. Recordemos que en una sesión virtual de la Cámara Alta, Beto Ovelar le había preguntado a su esposa: “Mi amor, ¿en este yo voy a votar en contra, verdad?” [1], anécdota que corrió como reguero de pólvora y se viralizó en las redes sociales.
La respuesta simple de lograr una adecuada disciplina de las acciones del individuo es solo un resumen de lo que se puede escribir sobre este punto. Se pueden citar a varios prominentes filósofos que nos pueden ilustrar este fenómeno. En un interesante y didáctico artículo de Luciano H. Elizalde, Profesor de Comunicación Política en la Universidad Austral (Argentina) [2], se cita a Norberto Bobbio sobre lo que implica lo público y lo privado. Según Bobbio (1989), “existen dos significados que han sido permanentes a lo largo de la historia de la filosofía política y de la teoría del derecho. Por un lado, se ha definido lo privado como aquello que se identifica con lo ‘individual’ y lo público con lo ‘colectivo’; y por otro, existe una teoría que considera lo privado como lo ‘secreto’ y lo público como lo ‘no secreto'”.
La anécdota que sacudió a Ovelar es solo un granito de arena para dimensionar que lo público y lo privado, de acuerdo a Bobbio, no se establece en la actual política paraguaya. ¿Por qué lo digo? Pues repasemos lo que ha pasado esta semana: en una entrevista bastante jocosa a un diputado, Benjamín Cantero, se le preguntó por qué tenía a su esposa, Silvia Noemí Vega, como funcionaria en Diputados. Su respuesta fue de un cuento realmente maravilloso: “Okáita ningo la che róga pya’eterei, tres días acá con una chica […]” si no la contrataban como asesora.
Si aplicáramos la teoría de Bobbio, ¿dónde se enmarcan las fronteras entre lo público y lo privado?, ¿lo secreto y lo no-secreto?, ¿le importa al pueblo los problemas privados, secretos de este legislador? Por supuesto que no. Le importa lo público, lo colectivo, le importa cómo ha llegado su esposa a ocupar un cargo público sin concurso de méritos como lo establece la ley y, de yapa, el exorbitante sueldo que sale de los impuestos de los ciudadanos. Estos puntos son abiertamente públicos, la clave para el pueblo, y no precisamente los supuestos secretos de su cónyuge, hasta tal punto de amenazar con quemar el hogar conyugal.
En fin, estas dos anécdotas servirán al amable lector para interpretar estas dos dimensiones en las que cohabitan el individuo: la dimensión privada y la dimensión pública. La que atañe al pueblo debe ser la dimensión pública, pues a eso se deben los políticos que ocupan un espacio político representando al pueblo, pues es el pueblo quien los ha legitimado con sus votos. La dimensión privada, en nuestro contexto local paraguayo, solo sirve para el morbo, para fortalecer y alimentar la prensa amarillista y que tiene como consecuencia desviar los verdaderos problemas que afectan al pueblo, como en este caso de este legislador que no hizo otra cosa que mover la usina de morbosidad a una cuestión meramente privada y secreta que le importa solo a él y a su esposa.
En épocas pasadas, en el Congreso ocupaban los curules, personas con mucha sapiencia y cultura. Había grandes debates de los que uno podía aprender de política, filosofía, historia, etc. Pero en estos últimos tiempos, la calidad del Congreso se ha degradado exponencialmente.
Algunos referentes del partido oficialista incluso habían señalado que “el que tiene mayoría hace lo que quiere”. Incluso el número uno del ejecutivo había dicho en una entrevista a un medio de prensa: “si quieren hacer cambios, deben ganar elecciones”.
Volviendo al inicio de este artículo, y con esto termino, con mi respuesta al conocido comunicador: “mezclamos todo; es un javorái“.
Correo electrónico: [email protected]
Fuentes consultadas:
[2] https://repositorioinstitucional.ceu.es/bitstream/10637/5917/1/n%c2%baVII_pp127_154.pdf
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Julián
28 de julio de 2024 at 13:55
Y si, el javorái en qué estamos sumergidos a nivel político-social,económico y hasta religioso, nos está embruteciendo como bestias sin horizonte. Y lo peor es que demostramos placer en este juego sucio…!