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Opinión

Déjà vu en Bolivia

Nuevamente, se escucha en los medios latinoamericanos el término “golpe de Estado”, que en décadas pasadas era recurrente en estas latitudes. Hubo un tiempo en que casi toda Sudamérica estaba plagada de gobiernos militares; en nuestro caso, en Paraguay duró aproximadamente 35 años. Si se mira fríamente la historia, en ese tiempo no hubo intentos golpistas, excepto algunas conspiraciones e incluso intentos de eliminar al dictador. Pero fuera de eso, prácticamente en esos años la dictadura se encargó de controlar a su población y, en cierta forma, eliminar sistemáticamente sus libertades civiles.

No solo en Paraguay, sino que lo mismo acontecía en Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, los países más cercanos a nosotros. Después del advenimiento de las democracias, que coincidió prácticamente con la caída del bloque socialista soviético y la caída del Muro de Berlín, la región empezó a vivir una especie de libertad democrática, pero, lamentablemente, no tenía tantas herramientas como para ejercerla sin cometer tropiezos en la búsqueda de una vida digna y equitativa.

Durante la incipiente democracia de Paraguay también hubo conatos o intentos de golpe de Estado, como el caso de Lino Oviedo durante el gobierno de Wasmosy. Luego de ese fatídico intento, que dejó heridas imborrables en la historia democrática del país, no se ha experimentado casos emblemáticos de intentos de golpe de Estado. El caso de Lugo, algunos consideran un golpe, pero parlamentario. Otro caso que envenenó a la sociedad fue el intento de reelección del expresidente Cartes, que también dejó su secuela de sangre en la república.

Ahora, en Bolivia es un déjà vu de las vivencias de nuestra época del golpe de Estado contra Stroessner por parte de los militares que, en líneas generales, aún ostentan el poder en cualquier país. Negar eso sería una tontería. A pesar de las tantas legislaciones a nivel local, regional e internacional, aún existe la posibilidad de que un cuerpo de poder militarizado pueda derrumbar un gobierno legalmente constituido.

Según noticias internacionales, lo de Bolivia se podría definir como un autogolpe, pues el jefe del Ejército, Juan José Zúñiga, había manifestado que apresaría a Evo Morales si insistiera en postularse a la presidencia. Por esta razón, Arce destituyó al general. Por lo que se lee en los medios, podría tratarse de un montaje o de un verdadero autogolpe. El resultado de esta asonada es que el pueblo defendió la llamada democracia y de esto saldría airoso el presidente Arce en estos momentos. Pero el caracú del asunto es la grave crisis económica que existe en el país. Este tipo de libreto ya se conoce en la región: cuando algún gobierno pierde popularidad, se inventa cualquier estrategia política para mover al pueblo e instalar en él la idea de que existen amenazas de tumbar el gobierno.

A modo de hipótesis, este teatro se queda en familia, pues tanto Arce como Morales pertenecen al movimiento socialista MAS. Pero la pregunta es por qué aparecen de nuevo estos intentos de golpe de Estado. ¿No será que los años de democracia no han preparado los caminos para establecer una sólida democracia hacia el ejercicio absoluto de la libertad, que supuestamente debe proveer una mejor calidad de vida a sus ciudadanos, por lo menos emular a otros países más desarrollados?

Como una respuesta que está en el aire, se podría decir que las instituciones en tiempos de democracia no se han fortalecido y no funcionarían adecuadamente o no estarían en consonancia con los vaivenes del progreso que exige una democracia. ¿Qué hicieron en esos años de democracia? Pelearse internamente por estúpidas ideológicas, dejando al pueblo a la deriva.

Se habla mucho en los últimos tiempos de ideologías. En nuestro entorno doméstico, no pasa un día sin tildar de zurdo, izquierdista, derechista, etc., a la gente que piensa diferente al oficialismo. Me pregunto si la ideología política tiene que ver con la intención de tumbar gobiernos constitucionales, o quizás que los actuales gobiernos no están haciendo los deberes como debe ser.

¿Será que el caso de Bolivia podría trasladarse a Paraguay? Pues no faltará un mesías que esté harto de la recurrente corrupción, narcotráfico y la mezcla de ideologías que segmentan a la sociedad.

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