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Opinión

Israel y Palestina bajo los ojos de su creador

POR Martín Ramírez Machuca
Dr. en Linguística, Lenguas, Filosofía, Educación y Didáctica. Universidad de Kiel. Alemania.

El mundo está convulsionado por el conflicto recurrente entre Israel y Palestina. Por el momento, se han dejado de lado, en cuanto a importancia informativa y periodística, los problemas con Ucrania, Rusia, Siria, entre otros, y ni hablar del inhumano caso de Kurdistán, seres humanos que vagan en tres territorios alquilados para ellos, sin tener la posibilidad de arraigo en esas tierras. Vaya hipocresía de los líderes mundiales que calientan sus curules en la tan mencionada ONU.

Intentar explicar el verdadero conflicto entre dos pueblos que se disputan un pedazo de tierra sería en vano, pues la información y una gran cantidad de documentos, datos y análisis de varios expertos en el tema ya circulan por los medios informativos y las redes sociales. Lo interesante de todo esto es que, por fin, se puede distinguir que el pueblo, sin importar su nacionalidad, entiende que es un tema de ocupación territorial, en primer plano y, en segundo plano, el controvertido e internalizado condicionamiento religioso que vincula dos religiones bastante significativas en el mundo: el judaísmo y el islamismo.

El conflicto entre Palestina e Israel siempre ha sido territorial, pero, según los últimos acontecimientos generados a raíz del ataque del grupo terrorista Hamás desde el territorio de Gaza hacia Israel, se ha visibilizado con fuerza nuevamente el radicalismo religioso que sustenta a estos pueblos: el islam y el judaísmo. Invocan a sus dioses que harán cumplir sus “órdenes” de arrasar con el pueblo rival, pues es la “voluntad divina”. El común se pregunta cómo un Dios puede ser malvado y benevolente al mismo tiempo, cómo un Dios bueno y santo querría aniquilar a sus propios hijos, sin importar la región donde se hallen. Son cuestionamientos que ni la religión ni la filosofía hasta el momento han podido aclarar. De hecho, hay varios intentos por llegar a una comprensión de la existencia de un Dios perfecto, creador y ordenador del universo.

En mis clases de filosofía, a modo de que se entienda la idea de la existencia de un Dios perfecto, utilizo un ejemplo cartesiano ampliado por mi parte que me sirve para articular las percepciones abstractas que duermen en las mentes de los estudiantes. La prueba consiste en los siguientes pasos:

  •  Dibujar tres líneas rectas perfectas.
  • Unir las tres líneas rectas perfectas para formar un triángulo equilátero perfecto. Esto implica la perfección porque sus lados son iguales y sus ángulos internos miden 60°.

¿Y qué tiene que ver esto con la existencia de Dios?, se preguntan siempre los estudiantes. La premisa fundamental es que el único ser perfecto sobre la faz de la Tierra es Dios, el creador y ordenador del mundo. Según la Biblia, esta evidencia se encuentra en varios pasajes que declaran explícitamente la perfección de Dios:

  •  Dios es perfecto por naturaleza: “Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”. Como Dios es el ser perfecto, todo lo que hace es perfecto: “Él es la Roca, sus obras son perfectas, y todos sus caminos son justos (Mateo 5:48).
  •  Un Dios fiel que no hace mal, recto y justo es él” (Deuteronomio 32:4).
  •  Su conocimiento es perfecto (Job 37:16).
  • Su camino es perfecto, y su Palabra es sin tacha: “En cuanto a Dios, su camino es perfecto: La palabra del Señor es sin tacha; protege a todos los que en él se refugian” (Salmo 18:30).
  •  Las leyes de Dios también son perfectas (Salmo 19:7; Santiago 1:25).
  • “No os conforméis al modelo de este mundo, sino que transformaos mediante la renovación de vuestra mente. Entonces podréis probar y aprobar cuál es la voluntad de Dios, su voluntad buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Bajo la premisa de que solo Dios es perfecto, en consecuencia, el ser humano es imperfecto, pues hemos sido creados por esa fuerza superior y perfecta. La creación de un triángulo equilátero perfecto no podría venir de un ser imperfecto (humano), sino únicamente de un ser superior y perfecto. La solución es que Dios existe y es perfecto.

Por otro lado, Sigmund Freud, en su obra El porvenir de una ilusión, publicada en 1927, argumenta que la religión es una ilusión que surge de la necesidad humana de protección y seguridad, y que Dios es una creación imaginaria que satisface esta necesidad.

Freud también afirma que la distribución de los destinos humanos nos lleva a inferir que la indiferencia y el abandono no tendrían mucho remedio. En este caso, la perfección de Dios falla, aunque se debe interpretar que si Dios es el creador del universo, ¿por qué existen estos fallos, actualmente visibles en el conflicto entre Israel y Palestina? Este dilema lo podemos solucionar con la idea de que la forma en que Dios controla el mundo es imposible de descifrar, al menos para nosotros, los seres humanos.

Esperemos que en este conflicto centenario se pueda encontrar una solución a través del ordenador del universo, que es Dios, el único ser perfecto capaz de resolver los problemas en su creación.

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Fuentes consultadas:

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