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Opinión

El Mesías “rechazado” y “restablecido”

Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia’. Y, agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? Dícenle: “A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo”. Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: “Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos. Y el que cayere sobre esta piedra se destrozará, y aquel sobre quien cayere, le aplastará”. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta”.

(Evangelio según san Mateo [Mt 21,33-46]; 27º domingo del Tiempo Ordinario)

El texto del Evangelio dominical que nos propone la liturgia de la palabra comienza con una parábola relatada por Jesús y conocida como “de los viñadores homicidas” (Mt 21,33-42). Jesús, después del intercambio de preguntas y respuestas con su auditorio —sobre la interpretación de la “comparación” hecha—, cita el texto del Sal 118,22-23 que presenta una imagen del ámbito de la construcción cuya temática radica en la recuperación de la “piedra rechazada” que, después de ser recuperada es empleada como “piedra angular” (Mt 21,42).

Por lo antedicho, no parece preciso denominar todo el texto como “parábola de los viñadores homicidas”, pacíficamente aceptada, sin crítica, por el hecho que la parábola que converge en el asesinato del “hijo” pasa, luego, al ámbito propio de la construcción. De hecho, la referencia incluida por Jesús, en la segunda parte, es tomada de un salmo que pertenece al Antiguo Testamento. Así, de la figura campestre de la “viña” se hace un “salto” al campo arquitectónico. En este se menciona una “piedra rechazada” y luego reutilizada como “piedra angular”, elemento clave en el sistema estructural de la antigua ingeniería hebrea. El relato se ambienta en Jerusalén, en el curso de la confrontación con las autoridades judías (Mt 21,23-27; 28-32).

Tanto el hijo, heredero de la “viña”, como “la piedra rechazada” y luego “restablecida”, se refieren al Mesías sufriente que experimenta rechazo en su ministerio terreno. Según se puede deducir, los “viñadores homicidas” que asesinan; o los “arquitectos” que descartan la piedra se refiere a miembros de la aristocracia del templo, responsables de la experiencia religiosa de Israel. Sin embargo, queda claro que será Dios, finalmente, el que restablecerá al Mesías que fuera descalificado e impugnado. Por eso, el título propuesto, más global, “el Mesías rechazado y restablecido” nos parece más adecuado como título de todo el texto porque engloba y resume ambas perspectivas: la parábola de los viñadores (Mt 21,33-41) y la citación del salmo 118 en lo que respecta a la construcción (vv. 22-23).

La fórmula introductoria que exhorta a la “escucha” (griego: akouō), que recuerda el mandamiento fundamental del šemā’ Israel (Dt 6,4), se dirige a un auditorio compuesto por sacerdotes y fariseos cuya presencia se hace notoria solo al final del relato (Mt 21,45). Tal fórmula de introducción, por otra parte, evidencia el nexo temático entre esta parábola y la precedente de “los dos hijos”.

Jesús describe la atención diligente de un “patrón” hacia su viña con una fraseología retomada del homónimo canto isaiano en la versión griega de los LXX (Is 5,1-7), el “cántico de un amigo por su viña”. La atención especial del propietario pone de relieve la iniciativa de Dios en relación con Israel. El relato no se interesa tanto en describir las razones de la partida del patrón, el cual tiene más bien la función de dejar a los labradores la responsabilidad de la viña. Ellos, de hecho, deberán dar cuenta al propietario de los “frutos” de la viña. Este término, que aparece frecuentemente en el primer Evangelio, en la parábola se repite varias veces (Mt 21, 34a.b.41.43) e indica la fe perseverante y activa que se manifiesta en la vida mediante una práctica del amor (Mt 7,16-19; 12,33).

El envío de los siervos por parte del patrón, con el objeto de requerir los frutos, pone al descubierto, de manera inmediata, la intención de los viñadores, los cuales reaccionan contra los enviados de manera injustificada, desproporcionada y violenta. El segundo envío de un grupo más numeroso de siervos es síntoma de la paciencia y de la tenacidad del patrón. La doble misión de aquellos que tienen la tarea de recoger los frutos esquematiza toda la historia bíblica. Los siervos en la parábola de Mateo, de hecho, representan a los profetas que, enviados por Dios a Israel, tienen el cometido de reclamar al pueblo las implicancias de la Alianza de Dios con su pueblo (Jer 7,25).

Pero el patrón paciente no parece capitular ni siquiera ante la violencia sufrida por el segundo grupo de enviados. Más bien, él está convencido de que los trabajadores se doblegarán ante el hijo, heredero de la propiedad del padre. Sin embargo, su misión revela definitivamente la maldad obstinada de los viñadores que ven en su asesinato la oportunidad para convertirse en herederos de la propiedad. La parábola termina con una pregunta de Jesús que conduce a un diálogo con sus interlocutores. Solamente en el primer Evangelio su respuesta concluye la parábola, la cual suena como su autocondena. El juicio de los viñadores rebeldes se desarrolla en dos fases: Primero, su asesinato y, después, la transferencia de la viña a otros labradores.

Jesús continúa el diálogo con un segundo interrogativo, introducido por la polémica expresión “no habéis leído” (cf. Mt 12,3.5; 19,4; 21,16; 22,31), seguida por una citación bíblica del Sal 118,22-23. Se trata de un texto que en la catequesis de la primera Iglesia ha sido largamente debatido para mostrar de qué manera la muerte violenta de Jesús-Mesías se sitúa en el proyecto de Dios (Hch 4,11; 1Pe 2,7). Él, el Hijo, rechazado y asesinado por los viñadores, fuera de la viña, ahora corresponde a la piedra desechada por los constructores, pero elegida por Dios como “piedra angular” (griego: kephalē gōnía).

El comportamiento obstinado y malvado de los viñadores tiene como consecuencia la pérdida del Reino de Dios, que será ofrecido a un pueblo capaz de producir frutos. El rechazo de Jesús, el Hijo, tiene como consecuencia la transferencia del Reino a otro pueblo, al pueblo mesiánico, al que pertenecen hebreos y paganos (Mt 28,16-20), fundado sobre la “piedra angular”, es decir, Cristo resucitado. Esta consignación es simétrica a la consigna hecha a los viñadores al inicio del relato. La parábola, por eso, no es relatada para describir la infidelidad de Israel, sino para poner en guardia al pueblo, al cual ha sido ofrecido el Reino, para que sea consciente del riesgo de considerarse en posesión de una propiedad inalienable.

El Reino, al contrario, permanece siempre como un don gratuito de Dios que puede ser nuevamente quitado. En la conclusión, el auditorio, los sacerdotes y los fariseos, se dan cuenta de la orientación de la parábola y por eso buscan capturar a Jesús, pero la estima que la multitud siente hacia él, considerándolo un profeta, impide que, por ahora, ejecuten sus planes.

Brevemente: El Mesías rechazado y restablecido es Cristo Jesús, rechazado y asesinado por los viñadores que tenían la misión de entregar los frutos a los enviados del dueño. Los labradores que fueron contratados para administrar la finca, eliminando a los enviados y al hijo, pretendían quedarse con la herencia (tomar el Reino por asalto). Los labradores asesinos representan a la aristocracia del templo (sumos sacerdotes y fariseos).

Finalmente, la impugnación de la clase dirigente, miembros del Colegiado del Sanedrín, se transforma en restablecimiento de parte de Dios que confiere al Hijo el carácter de “piedra angular”. En fin, el “rechazo del Mesías” por los responsables de la experiencia religiosa hebrea es una fuerte advertencia para el presente de la comunidad eclesial, llamada —por doquier y por siempre— a reconocer y a discernir la voluntad de Dios en el escenario humano, e interpelada a no repetir los errores y equívocos de antaño; en concreto evitando impugnar lo que viene del Señor de la historia, rechazando lo que Dios acepta y elige. El peligro de toda autoridad o dirigente es limitarse a administrar la “propiedad de Dios” no con los criterios evangélicos (propios del “dueño”) sino según meros criterios humanos: Gustos, simpatías y privilegios afectivos.

1 Comment

1 Comentario

  1. Ricardo Yegros Sandoval

    8 de octubre de 2023 at 07:42

    Muy interesante

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