Opinión
Publicanos y prostitutas en el Reino
“A ver qué os parece” —planteó Jesús—: “Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Él respondió: ‘Voy, Señor’, pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” “El primero”, le dicen. Jesús añadió: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas llegarán antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él”.
[Evangelio según san Mateo (Mt 21,28-32) — 26º domingo del tiempo ordinario]
Al Evangelio propuesto para este domingo se le puede aplicar el eslogan de Mt 19,30 y 20,16 que abría y cerraba el texto del domingo anterior sobre el propietario “bueno y justo” (Mt 19,30—20,16) porque también aquí, según se puede observar, se da un cambio de “posición” entre el “primer hijo” y el “segundo”. Por eso, a este pasaje se le conoce también como la “parábola de los dos hijos”. De algún modo, el primer hijo queda rezagado, se transforma en segundo; y, el “segundo” llega a ser “primero”. La ambientación del relato gira en torno a la “viña” que tenía “un hombre”. Tomada del ámbito agrícola, la figura de la “viña”, recurrente en la tradición bíblica, en el Antiguo Testamento, simboliza, de ordinario, a Israel; en el Nuevo Testamento, sin embargo, representa a todo el mundo, ámbito de la acción de Dios y escenario de las actuaciones humanas (cf. Mt 21,33-46).
Después de la controversia sobre la autoridad de Jesús suscitada por la polémica planteada por sumos sacerdotes y ancianos (Mt 21,21-27), él tiene la iniciativa de formular una pregunta pidiendo el “parecer” de su auditorio: “¿Qué os parece?” (Mt 21,28a). El ámbito de la controversia con las autoridades y el presente interrogatorio es el Templo donde enseñaba (Mt 21,23a). Este recinto sacro estaba reservado al ejercicio del poder de los responsables de la experiencia religiosa del pueblo.
Los dos hijos, el primero y el segundo, responden y actúan de modo diverso al pedido inicial del padre para ir a trabajar en la viña. El primero, ante el pedido, respondió negativamente. No quería ir a trabajar. Pero, finalmente, recapacitó y se fue. El verbo empleado (griego: metamélomai) implica un “cambio de mentalidad”, una conversión, una revisión de su anterior posición y la consiguiente acción para cumplir la voluntad de su padre. El segundo, al contrario, no dudó en responder afirmativamente, al principio; pero no ejecutó la acción; decidió no irse a la viña para trabajar en ella.
Después de esta breve parábola, nuevamente Jesús se dirige a su auditorio para solicitarles que respondan a la siguiente pregunta relacionada con el relato: “¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?”. En forma coral le respondieron: “El primero”. La respuesta dada por el público, formado —presumiblemente en mayoría— por sumos sacerdotes y ancianos del pueblo, da ocasión a Jesús para proclamar la siguiente sentencia: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas llegarán antes que vosotros al Reino de Dios” (Mt 21,31b).
En realidad, en el inicio de la “sentencia”, Jesús emplea una fórmula solemne: “En verdad os digo” (griego: amēn légō hymīn). Con esta expresión estereotipada, Jesús confiere a lo que va a decir un carácter de “veredicto” o de “dictamen” resolutivo. El “vosotros” se refiere al público que lo escucha en el Templo, sumos sacerdotes y ancianos, miembros de la suprema autoridad de Israel o Sanedrín. Ellos, que han dicho “sí”, inicialmente, a los mandatos y preceptos de Dios mediante el culto puntillosamente establecido y celosamente observado, perderán la primacía en el Reino porque “los publicanos y las prostitutas” ocuparán su lugar (Mt 21,31).
Los “publicanos” (griego: telōnes/ plural: telōnai) eran considerados como pecadores públicos por el oficio que desempeñaban: Cobradores de impuestos. En tiempos de Jesús, en general, cumplían este oficio un judío acomodado que había adquirido en arriendo la recaudación de diversas tasas (impuestos sobre las operaciones del mercado, peajes en los caminos) o tributos (por el ejercicio de una actividad económica), tributo sobre las casas, sobre el consumo, etc. La literatura rabínica nos permite conocer la oposición irreconciliable que existía, en el siglo I, entre fariseos y publicanos. Un publicano que quería ingresar a una asociación de fariseos tenía que renunciar primero a su profesión y compensar a todos aquellos a quienes había estafado. A diferencia de Lucas, Mateo, en general, tiene una mirada negativa hacia los publicanos (cf. H. Merkel).
Las “prostitutas” (griego: pórnē / plural: pórnai) es una expresión que se refiere, básicamente, a la mujer o mujeres que son “venales”; es decir, que se venden: Venden su cuerpo por dinero. El desprecio hacia ellas de parte de la jerarquía religiosa hebrea se debe a su condición de “mujeres de la calle” y a la impureza que implica su vida inmoral. Con todo, la actitud de los líderes religiosos se percibe arrogante y despectiva, con aires de superioridad (cf. G. Fitzer).
La sentencia de Jesús quiere subrayar que “publicanos” y “prostitutas”, precisamente por la condición de vida y el tenor de sus actividades, pertenecen —según la opinión de los jefes del Templo— al mundo de los pecadores y, en consecuencia, excluidos de las promesas de salvación de Dios. Sin embargo, ellos que son tenidos por marginales, no pudiendo acceder al Templo, gracias al arrepentimiento, se convierten en herederos de la promesa divina.
De este modo, el primer hijo, que cambió de parecer, se arrepintió y fue a trabajar en la viña, representa a publicanos y prostitutas porque ha realizado el “deseo” o “voluntad” (griego: thēlema) del padre. El segundo hijo que asintió al pedido del padre, pero que desistió, después, representa a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo que ejercen el ministerio religioso en Israel. Estos, teniéndose como “justos” e impolutos, en realidad, fueron sobrepasados por prostitutas y publicanos (cf. S. Grasso).
La expresión “preceder en el Reino de Dios”, que podría ser comprendida solamente en el sentido de una “prioridad” de los publicanos y de las prostitutas en el recibimiento de la salvación, puede asumir —sobre todo si se la confronta con la sentencia final— el significado de una “exclusión” de los judíos observantes del Reino de Dios. De hecho, los segundos, diversamente de los primeros, responden a la apelación de la conversión que tiene lugar inicialmente a través de la misión de Juan el Bautista (Lc 3,12) y después mediante la de Jesús (Mt 9,9-13; 11,19) (cf. S. Grasso).
En fin: El presente relato enlaza varios temas capitales de la teología cristiana: Voluntad del Padre, arrepentimiento, conversión y obediencia. En efecto, la parábola se centra en la temática del cumplimiento de la voluntad del Padre. El creyente está llamado a adherirse, de modo dinámico, al “deseo” de Dios. Esta disposición lleva a la contrición respecto al camino errado, supone cambio de perspectiva, de mentalidad, transformación de la propia vida siguiendo la “vía de la justicia”, como lo hizo Juan el Bautista, modelo de creyente que cumplió el rol de “precursor” del Mesías sufriente, Jesús de Nazaret. Antimodelos para el ingreso al Reino de Dios son los sumos sacerdotes y ancianos del Templo, no por el oficio que ejercen, sino por su aire de superioridad y su vanagloria, porque no entran en la lógica del amor, de la justicia y de la misericordia, anunciados y testimoniados por Jesús.
Mt 21,28-32 es un texto interpelante para todos, en especial para quienes, ejerciendo un oficio religioso determinado, piensa que tiene asegurada la salvación. En realidad, según el relato, el ingreso al Reino de Dios no depende del oficio o de cuán alto pueda ser el status ejercido en la comunidad eclesial, sino que está sujeto a la actitud de fe, a la humildad; al reconocimiento de los propios límites que lleva a la conversión hacia la causa de Cristo y de su Evangelio de vida.
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Benjamin Valiente Duarte
2 de octubre de 2023 at 20:21
Gracias, padre César Nery, excelente iluminación del breve texto de San Mateo. Lis excluidos de la sociedad civil, política y religiosa son los preferidos del reino de Jesús