Opinión
Peligrosas “Barbies”
En mi época, llevar frenillos era algo inusual; muy pocos los tenían. Solo aquellos chicos de familias acomodadas los usaban. Claro, esto describe una situación de la vida escolar en la era del flower power, los hippies, The Beatles, drogas, sexo y rock and roll. Los frenillos de entonces eran como alambres de púas incrustados en los dientes con el objetivo de corregir dientes torcidos y malformados. Hoy en día, los frenillos son más modernos, y algunos incluso llevan incrustaciones de piedritas preciosas u oro de 18 quilates.
El uso de los frenillos está totalmente justificado para que los dientes se desarrollen correctamente, y al final, los chicos puedan tener una sonrisa agradable y así evitar las burlas de sus compañeros en la escuela o el colegio. Los adultos también se animan a usar frenillos para corregir las malformaciones dentales, y esto se entiende porque en estos tiempos recientes, la gente se ha vuelto más exigente y crítica con estas imperfecciones naturales de la vida. Al menos, en mi época, se decía “rãi jo’a“, y eso se solucionaba con un moquete mbarete al terminar la escuela.
Se comprende que el mundo debe progresar y evolucionar, y al mismo tiempo, esto conlleva una evolución del ser humano, quizás para facilitar la vida o mejorar la calidad de vida. Sobre esto se podrían escribir libros y libros para lograr entender la transformación actual que está viviendo el mundo.
En este contexto, en la sociedad actual, especialmente entre la gente joven, no están conformes con su constitución física, un regalo de un ser supremo llamado Dios para algunos. Algunas de estas imperfecciones, gracias al desarrollo actual de la ciencia, pueden corregirse a gusto y paladar. No solo para corregir imperfecciones que se alejan de la estética o de lo que se entiende por perfección, sino también para corregir malformaciones de dientes, labios hendidos, pie Bot, bocio y otras imperfecciones de orden médico intrínseco.
El tema de la semana fue definitivamente la aparición de unas doctoras que se hacían llamar “doctoras Barbies”, quienes presumiblemente inyectaban un compuesto químico a sus pacientes deseosos de corregir algunas imperfecciones corporales que se alejaban del concepto de estética y belleza. Al parecer, este compuesto químico solo estaba permitido en ciertas especialidades, como la odontología, y bajo el estricto cuidado y control de profesionales altamente capacitados. Las “doctoras Barbies” aparentemente no estaban capacitadas para este tipo de intervenciones, y debido a la denuncia de una de sus pacientes, se hizo público un presunto caso de mala praxis. Los organismos estatales encargados del control de estos temas actuaron rápidamente para detener la bola de nieve.
Más allá de la vanidad que implica corregir las imperfecciones estéticas naturales, este caso es grave, ya que pone de manifiesto la falta de control de los organismos del Estado encargados de velar por la salud de los ciudadanos, especialmente en lo que respecta al uso de productos químicos de alto riesgo. Además, se habilitan clínicas sin reunir las condiciones mínimas de infraestructura y se permite que profesionales no calificados practiquen la medicina. No es la primera vez que esto ocurre, y lamentablemente, parece que no será la última, ya que han surgido varios casos de clínicas clandestinas de aborto y situaciones similares con resultados fatales.
Preocupa que el Ministerio de Salud no cumpla con sus tareas adecuadamente, a pesar de existir antecedentes de mala praxis médica en el país. Esto es un problema cultural, y es hora de abordarlo de manera seria. Expresiones como “es cuestión de suerte” o “cosas de la vida” no son suficientes. Se debe hablar de mejorar el servicio, especialmente en el Ministerio de Salud, con el fin de erradicar la irresponsabilidad, el clientelismo y la complacencia que nos caracterizan últimamente como paraguayos.
El nuevo gobierno que está comenzando debería tomar medidas para limpiar las instituciones del Estado que están siendo cooptadas por personas incompetentes, irresponsables y antipatriotas.
Este país merece salir del atraso estructural y de la ignorancia colectiva. Más que nada, merece una mejor educación para que no vuelvan a surgir “Barbies” que se hagan pasar por profesionales de la medicina.
El Ministerio de Salud Pública debe empezar a controlar eficazmente estas clínicas que ofrecen mejorar vidas a través de procedimientos riesgosos.
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