Opinión
¿Primeros tropiezos?
Se ha iniciado un nuevo gobierno bajo el eslogan tan proclamado “Vamos a estar mejor”, encabezado por el economista más capaz, Santiago Peña, para sacar este maltratado país del fango. Lamentablemente, todo lo que se esperaba de él, como el impulso necesario y la energía de un joven presidente sin miedo al éxito, se ha visto empañado y ha evidenciado un hecho que desde la carrera proselitista se había propagado hasta el cansancio: “que no sería el dueño de la lapicera”.
Ya desde sus primeras palabras al pueblo paraguayo ha dejado claro que no lo será. ¿A qué se debe este pensamiento? Recordemos el día de su juramento: 1) el fervoroso agradecimiento a su mentor, padrino y tutor político, Horacio Cartes, 2) el efusivo abrazo y los delicados susurros a su padrino político en la catedral. Con estas dos sencillas evidencias, se confirma que estos cinco años serán duros tanto para él como para todo el pueblo que esperaba un nuevo modelo de gestión y no precisamente una continuación del exgobernante Cartes.
Santiago Peña ha tenido muchos desaciertos durante la campaña electoral, en el sentido de que constantemente se contradecía en sus propias expresiones, hasta que voces externas a sus verdaderas promesas presidenciales le decían lo contrario. Aunque este hecho es anecdótico debido a la resiliencia natural que caracteriza a los paraguayos.
Una vez asumido el cargo de la máxima magistratura, se espera que sea coherente no solo con sus palabras, sino también con sus acciones hacia el pueblo. Uno de los primeros decretos que había firmado, aparentemente apresurado, dado que llegó corriendo a la catedral (quizás por temor a una reprimenda de su padrino: “La hora es la hora”), fue el nombramiento de un jugoso cargo para la esposa del presidente del Congreso. Esta decisión resulta relevante, considerando que es la esposa del presidente del Congreso, quien se autodenominó Mandrake durante unos minutos y pronunció un discurso no previsto y fuera de contexto durante el juramento presidencial.
La serie de errores en el primer día de gobierno de nuestro joven presidente continuó con: 1) el traslado de la embajada de Israel a Jerusalén, 2) el respaldo a Ucrania, una acción que afectó a los diplomáticos rusos, quienes no habrían recibido un “absolut vodka” en la recepción, sino más bien un fuerte “three lions porã” como regalo del presidente, 3) la reactivación del tratado Macri-Cartes sobre el complejo tema de la hidroeléctrica Yacyretá, 4) falta de tacto en la relación con la Unión Europea (UE), lo cual podría generar complicaciones para los poderes del Estado.
No obstante, dado que está en el inicio de su gobierno, al “Corazón de Melón” (frase atribuida a un conocido comunicador) todo es perdonable, ya que tiene tiempo para corregir sus errores que, por supuesto, como todo ser humano, irá cometiéndolos. En este contexto, los primeros 100 días de luna de miel o gracia son fundamentales para demostrar que realmente es la persona capaz de llevar a cabo la reforma del Estado.
No todo es negativo, también es importante resaltar los aspectos positivos. Su primer día lo pasó en una escuela en compañía de los alumnos de dicha institución, contando cuentos e interactuando con los niños al estilo George Bush. Es magnífico ver que está involucrado en la educación del país desde el comienzo, dado que la educación pública lleva mucho tiempo en decadencia y necesita urgentemente cuidados intensivos.
Es esencial que este nuevo gobierno, basándose en las evidencias negativas de los dos últimos gobiernos, tenga la calma y la inteligencia para establecer las prioridades que son fundamentales para impulsar el desarrollo del país. Sería prudente que el presidente analizara las urgencias del momento. No consiste precisamente en cambiar la ubicación de la embajada de Israel o brindar puestos a amigos para congraciarse, sino en que él, como estadista, gobierne en concordancia con las atribuciones que le confiere la Constitución Nacional y su conciencia ética.
Este joven presidente debe alejarse de los mesiánicos, consejeros oscuros, tutores, padrinos y toda la corte de aduladores que lo rodean. Si actúa con autoridad y jerarquía, el pueblo le brindará un apoyo incondicional como nunca se ha visto en esta época democrática. Lamentablemente, dadas las señales ya visibles, esto parece estar muy lejos de ocurrir.
¡Ojalá (In schāʾaʾllāh) esté equivocado!
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