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Opinión

Inamovilidad laboral

POR Martín Ramírez Machuca
Dr. en Lingüística, Lenguas, Filosofía, Educación y Didáctica. Universidad de Kiel, Alemania.

En décadas pasadas, recuerdo que los empleados bancarios de un importante banco local no estaban de acuerdo con el contrato laboral y las implicaciones vinculadas a él. Con el fin de revertir esta situación y visibilizar las injusticias laborales, decidieron hacer una huelga tipo “brazos caídos” en plena dictadura, en la que este tipo de acciones eran vistas como una desobediencia al sistema. Lo interesante de esta huelga era que los empleados, en vez de vestir el riguroso traje obligatorio en esa época, decidieron vestirse con camisetas blancas con inscripciones alusivas a la huelga.

En estos últimos días, se experimenta una especie de déjà vu en dos importantes bancos que fueron fusionados. En este caso, no se trata de una huelga, sino de traer a colación cómo funciona el Código Laboral en el país. Según el Viceministerio de Trabajo, sólo el 2 % de los trabajadores del país logran estabilidad laboral. Esto es grave, considero que oficialmente esta cartera debe hacer un mea culpa por la mala aplicación de las leyes laborales vigentes. Pero lo letal de esto es que el trabajador debe lograr 10 años de trabajo para adquirir inamovilidad laboral, cuestión que en general no se cumple, pues antes de cumplir ese tiempo, los trabajadores son despedidos. Esto es inadmisible en tiempos modernos. En otros países, por lo menos, los que mínimamente funcionan bien, exigen un mínimo de seis meses a dos años para lograr la estabilidad laboral.

El nuevo gobierno debe corregir imperativamente estas injusticias en contra de los trabajadores del país, pues si quiere que los trabajadores “estén mejor” y les “sobre dinero en los bolsillos”, debe corregir esta situación desagradable. Por otro lado, los funcionarios VIP de instituciones emblemáticas del país también deben tener contratos laborales que no estén alejados de la realidad económica del país. Es incongruente que un congresista, por ejemplo, con dos periodos ya se acoja a una jugosa jubilación. Cabe destacar que estos honorables no reciben salario, sino una dieta, es decir, no deberían recibir ni salario ni jubilación. Si me equivoco, que los laboralistas o constitucionalistas me digan lo contrario.

En los discursos del presidente electo siempre están presentes las prioridades para el desarrollo del país, pero lo que se le debe decir al presidente es que priorice la fuerza productiva del país y corrija la brecha salarial entre el ámbito privado y el estatal. Los empleados estatales ganan millonadas, algunos sin la calificación ni competencia adecuadas, mientras que en el ámbito privado, el trabajador con doctorado debe conformarse con un salario mínimo y 8 horas diarias. Si el nuevo gobierno quiere mejorar y ganarse la confianza del pueblo, debe trabajar para corregir las desigualdades laborales existentes.

El otro escenario, producto de esta desigualdad e injusticia, es el de los sindicatos, que supuestamente deben velar, luchar y proteger la correcta aplicación del Código Laboral. Sin embargo, están callados y, al parecer, han podido congeniar con los distintos gobiernos que han pasado por estos primeros años de democracia, que ya van unas tres décadas. Estos sindicatos, en tiempos pasados, eran la esperanza de todo trabajador, pero ahora solo son figuritas repetidas.

Es hora de que la sociedad se dedique a analizar la situación laboral del país, que se inicien debates nacionales, congresos y capacitaciones con el fin de tener una radiografía real de los problemas que los trabajadores deben enfrentar diariamente. Hay lugares donde los trabajadores son explotados sin contrato de trabajo, sin beneficios, sin seguro médico y otros graves problemas quizás incontrolables por los entes encargados de regular la fuerza laboral del país.

Las empresas privadas se jactan de ser ellas las que generan riqueza para el desarrollo del país, y estoy completamente de acuerdo, pero también deben hacer un mea culpa y asumir las injusticias que se cometen diariamente en el ámbito laboral.

Egoísmo vs. altruismo. Con esta sencilla filosofía de vida, se entiende que el altruismo impulsa a que la sociedad sea más empática y tenga ansias de superación en su entorno. El egoísmo, por su parte, genera rabia, rechazo, injusticia y una serie de situaciones que bloquean a la población. De hecho, hay empresas que son altamente altruistas, que apuestan y capacitan a sus trabajadores, me consta. Pero en general, según datos del Ministerio de Trabajo, se puede inferir que el egoísmo se impone en el ámbito laboral.

Se debería erradicar la segmentación de la sociedad en ricos y pobres con altruismo, empatía y justicia laboral. Estoy convencido de que podemos construir un nuevo Paraguay, una Nueva República.

La pelota está en la cancha del nuevo gobierno, que apuesta por el lema “Vamos a estar mejor”.

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