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Opinión

El soplo del Espíritu

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, los discípulos tenían cerradas las puertas del lugar donde se encontraban, pues tenían miedo a los judíos. Entonces se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz con vosotros”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: “La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío”. Dicho esto, sopló y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis, les quedarán retenidos”.

[Evangelio según san Juan (Jn 20,19-23) — Solemnidad de Pentecostés]

En este domingo, solemnidad de Pentecostés, la Iglesia nos propone el texto de Jn 20,19-23 como parte central de la liturgia de la palabra. El episodio narrado acontece “al atardecer” del día (griego: oxías), del “primero de los šabbāt”, es decir, cuando declinaba el sol de nuestro domingo cristiano (Jn 20,19a). Después de este dato temporal que recuerda el hallazgo del “sepulcro vacío” y la resurrección del Señor, en las primeras horas (Jn 20,1.9.16-18), ese mismo domingo, en el ocaso del día, Jesús se apareció a los “diez discípulos” que se habían replegado a un determinado lugar en razón del “miedo a los judíos”.

El “temor” (griego: phóbos), experimentado, se presenta como una reacción antropológica de límite por la inseguridad y la amenaza que suponía la posible incursión de referentes de la autoridad judía, responsable de la condena a muerte del Maestro. Las “puertas cerradas”, de la habitación que los cobijaba, grafican la precaución tomada por los discípulos ante la amenaza que latía en el ambiente.

Deducimos que son “diez” los discípulos que se juntaron, al atardecer del domingo, porque Judas ya había muerto (Mt 27,5) y por lo que el autor dirá más adelante respecto a Tomás que, en aquel momento, no se encontraba (Jn 20,24).

Después de la ambientación (Jn 20,19a), el evangelista refiere la presencia de Jesús en los siguientes términos: “…apareció Jesús y se puso en medio y les dijo: “paz a vosotros” (Jn 20,19b). No pasa desapercibido que la aparición de Jesús se da estando las “puertas cerradas”. El participio perfecto pasivo del verbo griego kleíō indica, en efecto, que la habitación había sido cerrada con anticipación y el autor no da señales ni información alguna que, después, haya sido abierta. La “puerta” permanecía cerrada; pero Jesús se hizo presente “en medio” (de ellos). Puede pensarse que su nuevo estado glorioso ya no estaba supeditado a impedimentos o fronteras materiales que impidiera su aparición. La expresión “en medio” (griego: eis tò meson) no indica, necesariamente, una ubicación locativa o espacial, equidistante entre los discípulos, sino la “centralidad” del resucitado en el colegio apostólico.

Las primeras palabras que pronuncia el resucitado entre los suyos se refiere a la “paz” (griego: eirēnē): “paz a vosotros”. El vocablo subyacente es el hebreo šalôm que no se reduce a una simple “armonía” entre ellos como fruto de la ausencia de conflictos. En el mundo dominante de la época se había establecido la famosa “pax romana” del emperador Octaviano Augusto César que, después de varias conquistas y habiendo logrado la expansión del dominio y la hegemonía de Roma, había decretado una “paz universal”, el fin de los conflictos, y tiempo nuevo para dedicarse a expandir sus grandes obras y la organización del inmenso territorio que conformaba el orbe imperial. La “paz” que anuncia Cristo tampoco coincide con el deseo que los judíos se expresan unos a otros como “saludo” desiderativo. No cabe tampoco proponer que se trate del saludo litúrgico de la “paz esté con vosotros” que el celebrante formula en los rituales de inicio de una celebración.

La “paz de Cristo” —que queda subrayada por la repetición de la expresión (Jn 20,19b.21a)— es, ante todo, la paz de la resurrección que sobreviene como inmediata consecuencia del cumplimiento de la voluntad del Padre. En efecto, Jesús, después del saludo, les muestra los rastros y las secuelas de la pasión y de la crucifixión. Las manos perforadas y el costado lacerado no solo indican la irrefutable evidencia de que el resucitado es el mismo que había sido sometido al escarnio público y al suplicio, sino son signos, sobre todo, del odio y de la maldad humanas y los rastros de la perversidad sin límites de quienes se cierran al mensaje de Dios.

La “paz” representa la superación de ese odio; es la reconciliación propiciada por Dios mismo ante la impotencia humana de trascenderse a sí misma; implica la victoria sobre el sistema inicuo que desata la cadena de males y que desemboca en el derramamiento de la sangre del Inocente. El evangelista comenta que “los discípulos se alegraron de ver al Señor” (Jn 20,20b). El aoristo pasivo del verbo chairō señala que esa “alegría” ha sido suscitada por un agente externo; es un “pasivo teológico”, huella de la acción de Dios que dio la razón a Jesús y otorgó regocijo a los discípulos, júbilo y felicidad que implican comunión plena con Dios, origen de toda “paz”.

La “paz” anunciada por Cristo es el “clima”, el “ambiente” de convivencia de los discípulos y de quienes se adhieren a la causa de Dios. En ese contexto de “paz”, el resucitado les confiere la misión del “envío”: “Como el Padre me envió, también yo os envío” (Jn 20,21b). El “apostolado” (griego: apostellō) de Jesús originado en la voluntad del Padre es el “modelo”, el “modo” con que Jesús ahora “envía” (griego: pempō) a los discípulos; es, por tanto, una “comisión” con el subrayado del testimonio y de la donación de la propia vida: “Como el Padre me envió, también yo os envío” (Jn 20,21b).

Después de conferir la misión, el verbo griego emfysaō (“soplar”), que recuerda el soplo creacional de la humanidad (Gn 2,7), se presenta como un nuevo acto de creación, un nuevo “soplo”, una nueva creación, la comunicación del aliento vital de Dios que comunica vida, espíritu y dinamismo con el fin de encarar el ministerio que se les confiere.  El “soplo” de Jesús, como el de Elohîm, en el Génesis, consiste en la comunicación del Espíritu Santo que genera vida porque es el mismo Espíritu de Dios, Espíritu de fidelidad (de verdad), Espíritu de consuelo que animará a los misioneros en su tarea de anunciar la Palabra de Dios.

El “soplo del Espíritu” infunde, sobre todas las cosas, el Espíritu de la misericordia, de la indulgencia, de la compasión, del amor. Por eso, confiere a los discípulos la facultad de perdonar pecados, una potestad que en el Antiguo Testamento era exclusiva de Dios; y en el Nuevo Testamento, de Cristo: “A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis, les quedarán retenidos” (Jn 20,23). “Perdonar” (griego: afiēmi) y “retener” (griego: kratéō), al modo hebreo, forman dos extremos para expresar la totalidad de la misericordia que los discípulos están llamados a dispensar a quienes se acogen a la clemencia de Dios.

En fin: Pentecostés nos enseña que el hombre solo puede vivir gracias al soplo del Espíritu. El Espíritu Santo renueva, recrea, hace que el ser humano pueda renacer de nuevo cuando comparte la comunión divina. El Hijo no solo tiene la vida en sí mismo sino también dispone de ella en favor de los suyos y comunica el soplo de su Espíritu para infundir vida eterna. En el contexto de la comunión y de la paz, los discípulos tienen la misión de perdonar los pecados. Puede decirse que en el instante en que los discípulos perdonan, Dios mismo perdona. De este modo, por el don de la paz y la comunicación del Espíritu, la comunidad es portadora de vida para el mundo; a través de ella se actualiza la presencia permanente del Señor que ha triunfado sobre la muerte. Así, el Espíritu Santo Paráclito nos dará la fuerza necesaria para poner en movimiento nuevas iniciativas y maneras renovadas de ser Iglesia con el fin de cooperar con la transformación del mundo y de la sociedad.

3 Comments

3 Comentarios

  1. Fredy

    28 de mayo de 2023 at 08:01

    Gloria a ti Señor Jesús 🙏🏻. Buenos días Padre! Gracias por compartir su reflexión!!! Dios le bendiga 🙏🏻🙏🏻🙏🏻

  2. Graciela Godoy de Recalde

    28 de mayo de 2023 at 10:59

    Gloria a Ti Señor Jesús 🙏 Bendecido Domingo de Pentecostes! Gracias Padre por sus reflexiones! Que los Dones del Espíritu Santo lo guie siempre!

  3. Fanny

    28 de mayo de 2023 at 16:04

    Gloria a tí Señor Jesús.

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