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Opinión

La inteligencia artificial y la vida

En los últimos tiempos nos hemos visto invadidos por muchísima información sobre la inteligencia artificial (o IA) y si bien veníamos viendo su evolución desde que hace unos 80 años se creara la primer red de neuronas artificiales, cada vez más somos conscientes de los avances que hacen que estas tecnologías puedan imitar la forma de pensar del ser humano (nos miramos a nosotros mismos para crear tecnología, adaptación basada en nosotros mismos). Esto logra que muchos de estos procesos respondan a instancias automatizadas, no necesitan recesos ni descansos, y gestionan una gran cantidad de datos en forma autónoma, en forma precisa y aprende sobre la marcha. Estos avances hoy se presentan en diferentes tipos, como la memoria limitada, que almacena información y la usa para aprender; la teoría de la mente, en los cuales la memoria limitada se enriquece con capacidad para procesar emociones; las máquinas reactivas que reaccionan ante estímulos con respuestas, y quizás lo más moderno, es el ser consciente de sí mismo, capaces de reconocer emociones y podrían responder con inteligencia similar a la humana.

No se pueden negar los beneficios de la IA, acelerando procesos, haciéndolos más eficientes, reduciendo las posibilidades de errar, capitalizando todo el conocimiento a acumular, capaz de procesar múltiples datos, pero también es cierto que existen muchos riesgos de los que vamos también aprendiendo los humanos, y no podemos dejar de introducir conceptos éticos frente a estas tecnologías e innovación. Y comienzan a aparecer aspectos nuevos, como lo que se conoce como el Big Data, o el internet de las Cosas o la red móvil 5G. Hoy ya le hablamos al celular para que nos responda, o damos instrucciones para que se enciendan o apaguen las luces de nuestras viviendas, o podamos activar las alarmas, existen vehículos que no tienen un conductor o le pedimos al ChatGPT (transformador de diálogo o chat generativo previamente entrenado) que nos haga algunas tareas.

Y qué tiene que ver esto con la vida, con la biodiversidad, con la naturaleza. Parece que la IA tomará cada vez más fuerza y hasta podría reemplazarnos en nuestra retórica de investigación hasta ayudándonos a escribir y publicar nuestros avances científicos. El ADN o ácido desoxirribonucleico es la base de la vida, es una molécula que está en las células de casi todos los seres vivos para ayudarlas a producir proteínas y a reproducir las células que lo acogen; está formado por tres elementos, un grupo de azúcar, un grupo de fosfato y una de las cuatro bases nitrogenadas. Hace unos 70 años se propuso que el ADN es una doble hélice con sus bases químicas (adenina, citosina, guanina y timina) de a pares entre dos combinaciones de azúcar y fosfato, a modo de escalera, los peldaños con los pares de base y las barandas o laterales, el azúcar y el fosfato. El orden y la secuencia de estos pares de bases determina todo en nuestras especies, determina el código genético, que da las bases para las diferentes formas de vida.

Imagina que tecnológicamente podemos “hacer un símil” de esa estructura y además emular su comportamiento. El ADN es igual en todas las células del cuerpo nuestro o en una planta, o un gusano o cualquier otro ser vivo, y tiene la habilidad de hacer copias de sí mismo, guarda la información genética y cuando se reproduce asegura que las réplicas sean iguales a las células originales. Pero como suele ocurrir, nada es perfecto, y a veces el ADN comete errores, y estos errores son las mutaciones. O inclusive las fallas se pueden dar por factores externos, como el humo del cigarrillo, los agroquímicos, la luz ultravioleta, y muchos otros. Pensar en esto y la IA nos pone un tanto nerviosos; sin embargo, no podemos dejar de pensar que el cáncer, al ser producto de las mutaciones genéticas, sean heredadas o adquiridas por la exposición a distintos factores ambientales nocivos, podría tener una solución.

Esto se pone interesante cuando hoy sabemos que la IA ha podido comenzar a crear proteínas inclusive algunas que no existían en la naturaleza, y que esta “creación” podría tender a generar una solución para aquello que no encontramos en la naturaleza. Parece que aquello que no evolucionó basado en el ADN, hoy podríamos suplantarlo con la IA. En gabinete, la IA podría diseñar una proteína en base a la secuencia de aminoácidos que cumpla con lo que necesitamos y por diferentes métodos laboratoriales, podríamos tratar de asegurar que tiene las propiedades que buscamos. Hecho esto se codifica en una secuencia de ADN como un gen sintético que podría ser introducido en una bacteria para que reproduzca esa proteína. La bacteria se transformaría en la máquina que necesitamos para fabricarla.

Lo cierto es que la IA toma la información existente, como el genoma, y en base a esta información se puede diseñar en laboratorio o en gabinete todo lo que nos propongamos solucionar, sólo el testeo o la puesta a prueba es lo que determinará la viabilidad. La IA “jugando con las bases” de la vida puede darnos muchísimos beneficios, también podría ser la tecnología que más amenace nuestra supervivencia.

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