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Opinión

Cualidades que la gente quiere para su gobernante, según una encuesta

POR Esther Prieto
Jurista, especialista en Derechos Humanos por la Universidad de Estrasburgo, Francia.

Estamos en un momento histórico en nuestro país, a la puerta de nuevas elecciones generales, momento en que todos los días escuchamos los sueños y las promesas de realización de una vida con tranquilidad, sin las zozobras que vivimos hoy ante tantas amenazas sobre la seguridad y de tantas necesidades insatisfechas. La cercanía de las elecciones generales trae una efervescencia de ilusiones y constituye en el imaginario social una motivación constante en la vida cotidiana. Las encuestas se reproducen creando sensaciones de victoria o de derrota.

En el laberinto de tantos sueños, ilusiones y expectativas se mueven las encuestas, las que leídas con ansiedad colectiva, tienen el efecto de producir ese vaivén de emociones sobre los puntajes de las candidaturas presidenciales, principalmente. Sabemos que las encuestas no son un juego de adivinanza, ni aportan un diagnóstico, pero sin duda tienen su encanto porque marcan tendencia.  Y en ese sentido, producen en el ánimo de la población un balanceo que actúa como adrenalina y que aviva las posiciones en la opción del voto, especialmente de los candidatos presidenciales, y que esta vez presiento que será voto a voto.

En ese contexto, aparece en estos últimos días la encuesta del grupo brasileño Atlas, que ha llamado la atención por la novedosa indagación de aspectos que otras encuestas no habían incluido anteriormente. Una de esas variables que llama la atención es aquella se refiere a los valores y o cualidades que la ciudadanía prefiere para las autoridades a ser elegidas.

La encuesta referida presenta un largo listado del sistema de valores y las opciones posibles.  En el contexto de esos valores aparece en primer lugar la opción de la honestidad, con un 70.2 % de los encuestados. Ese detalle me hace suponer que el proceso de su interpretación cualitativa y cuantitativa ha sido cuidadoso, ya que hemos visto en todos los sitios y en la prensa que la preocupación mayor de la gente se centra en la exigencia de erradicación de estas dos hermanas gemelas: la corrupción y la impunidad. Cuando la gente expresa ciertas calificaciones como “Nos roban, por eso nos falta comida”, se está manifestando claramente que la reconducción de nuestro país debería estar a cargo de personas honestas, que pongan fin al despilfarro del dinero público y que haya reciprocidad entre lo que contribuimos con nuestros impuestos y lo que nos brinda el Estado. Eso es lo que significa la reciprocidad en el concepto ancestral del “buen vivir”.

Sin embargo, es curioso ver que el deseo de tener un mandatario “inteligente” no forma parte de las virtudes esenciales, con un valor de 31.5 %. ¿No tienen los paraguayos y las paraguayas el deseo de ser gobernados por una persona con desarrollo de su inteligencia? ¿No creen que la estructura del pensamiento es esencial para el manejo de las estrategias en políticas públicas o política exterior, por ejemplo? Se puede leer que el resultado de la encuesta muestra el valor de la inteligencia con la opción menor que el valor de “patriota”, lo que revela una opción del 34.8 %. ¿Como se entenderá este don de ser patriota? En la acepción corriente se ubicaría este valor como el compromiso de servir a la nación, o sea un mandatario o mandataria al servicio del bien común, o ¿sería un caudillo nacionalista?

A esta opción le siguen varios valores en orden de las preferencias hasta llegar al valor que se refiere “respeto a las minorías y los derechos humanos”, observando que la opción llega tristemente al 7 %. Si bien la cifra es baja en comparación a los demás puntos del largo listado, me agrada, me da una sensación de frescura de que por fin los valores de los derechos humanos integran la variable de una encuesta.  Cuando pienso que el formulario de concurso del Consejo de la Magistratura no contiene preguntas sobre conocimiento profundo de los derechos humanos para los magistrados a ser ternados, por ejemplo, estimo que sería buenísimo que esta variable se constituya en una contribución, para que se incluya en los formularios de examen para todos los concursos llamados a cargos públicos.

Como lo habrán notado, mi opinión no se ha ocupado de quién gana o quién pierde las elecciones, sino se centra en la prevalencia de los valores sobre la conducta deseada para los candidatos y candidatas escogidos por la gente para su gobernante. Aun con margen de error sobre los puntajes de valores de la referida encuesta, los que solo pueden contribuir como indicadores, el resultado nos invita a escudriñar un poco más respecto a las aspiraciones de los paraguayos y paraguayas sobre las cualidades y la conducta de los que tengan que ser electos como sus gobernantes. El pueblo es el soberano. El pueblo elige.

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