Opinión
¿Subsidio o suicidio político?
Nuevamente en el ojo de la tormenta un tema lacerante que carcome la paciencia de la población: el financiamiento político. A propósito de este tema, el exdiputado, jurista y líder del movimiento Nueva República (el original) de la ANR, Dr. Edmundo Rolón, en una entrevista en un medio de prensa ha explicado algunas aristas esenciales del financiamiento político, más conocido como subsidio político, Según lo manifestado por Rolón, el subsidio solo puede ser usado para gasto de proselitismo, no así los aportes, pues éstos deben ser destinados para que los partidos se institucionalicen.
Es interesante acudir al texto de la Ley de LEY N.° 4.743 QUE REGULA EL FINANCIAMIENTO POLÍTICO con el fin de ilustrarnos sobre este tema. Es de público conocimiento que la ANR está deambulando por todos lados para obtener un crédito para solventar los tramos finales de su campaña. Al final habría obtenido un crédito del banco Continental, pero el TSJE rechazó el pedido de la ANR para usar el subsidio como garantía del préstamo.
Veamos lo que dice la ley sobre el concepto de la institucionalización de los partidos:
“Art. 70.- Los partidos políticos tendrán derecho, además del subsidio electoral, a los aportes anuales que el Estado les asigne, de conformidad con este Código, los cuales deberán ser destinados a actividades de:
a) formación de ciudadanos en general en el conocimiento de sus programas, propuestas, principios y valores;
b) capacitación de simpatizantes y afiliados en la adquisición de habilidades y destrezas para el desempeño de funciones vinculadas a los fines y objetivos de los partidos políticos;
c) investigación de la realidad nacional, no siendo considerada como tal las encuestas de intención de voto; y,
d) funcionamiento ordinario del partido para solventar sus necesidades operativas y administrativas, no siendo consideradas como tal los gastos para solventar actividades y publicidad electoral.
Para el financiamiento de las actividades descriptas en los incisos a), b) y c), deberán destinar no menos del treinta por ciento (30 %) de lo que reciban en concepto de aporte estatal.”
Categórico lo manifestado por el Dr. Edmundo Rolón al enfatizar que todo lo que está estipulado en este artículo no se está cumpliendo en la actualidad: “todo lo que no se hace”, recalcó con vehemencia el exdiputado. Por otro lado, enfatizó que el aporte proviene del Presupuesto General de Gastos (PGG), es “dinero público y debe ser controlado por la Contraloría”.
Recuerdo cuando se debatía el tema del financiamiento político, algunos iluminados decían que era para evitar que grupos fácticos o cualquier otra fuerza exógena puedan financiar la campaña de algún candidato. También vociferaban a bocajarro que era para fortalecer la “democracia” y para que Paraguay transite lentamente hacia una educación cívica acorde a los nuevos tiempos. Repito lo expresado por el Dr. Rolón: “todo lo que no se hace”. Totalmente de acuerdo con sus expresiones, pues ya tenemos unos 34 años democráticos y aun no podemos decir que nuestras elecciones sean 100 % limpias, no nos olvidemos de las trampas y robos de elecciones que el país tuvo que sufrir.
Personalmente no estoy de acuerdo con un subsidio directo a los partidos políticos, pues estas organizaciones son de “hombres libres” que se unen para lograr un bien común, ¿por qué el Estado debe erogar un gasto elefantiásico?, ¿para que las cúpulas de los partidos apliquen sus experimentos sociales con dinero del pueblo?, ¿por qué no pagan de sus bolsillos como ocurre en otros países más ordenados?
Lo patético de esta triste historia es que es un autoflagelo al cual la población misma se inflige, pues veamos: el Estado administra sus impuestos para luego subsidiar a una caterva de nefastos políticos, con esto no estoy diciendo que todos entran en la misma bolsa. Hagamos un recuento de todos estos gobiernos democráticos: ¿alguno valió la pena, o mejor dicho, valió la pena gastar dinero público para que estos se mofen y sometan a su propio pueblo?
Hoy, un país que no sale adelante, país empobrecido que subsidia a sus propios verdugos hasta convertirse en suicidio.
Una historia kafkiana: del absurdo no salimos.
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