Opinión
Mi italiano favorito, Sergio Leone: “Érase una vez en América” (1984)
UNO
Fue la primera vez que vi una película, en estado hipnótico, durante las cerca de 4 horas que dura la cinta. No conocía a Sergio Leone. A partir de ese momento se convirtió en uno de mis directores favoritos y pude visualizar, más adelante, el resto de sus filmes. La vi a mediados de 1984, en un cine –venido a menos– del centro de Lima. La película está dividida en tres periodos: los años 20 –la ley seca-, los años 30 y finales de los sesenta. Juega con los tiempos, Es lo que se conoce, en el lenguaje cinematográfico, como elipsis narrativa. El reparto lo encabeza Robert De Niro, con James Woods, Elizabeth Mc Govern, Joe Pesci, entre otros. Es la historia (¿o fábula?) de unos compinches en un guetto judío: su ascensión, en plena Ley Seca, y su abrupta caída. La niñez de los protagonistas es tocada con justeza por Sergio. La ambientación de aquellos años veinte es perfecta, así como el vestuario y la crudeza de ciertos fotogramas.
Los personajes de Sergio son ambivalentes. De Niro da vida a David Noodles, un antihéroe, querible y contradictorio, que es capaz de alquilar un restaurant de lujo para cenar solo con su amada y luego violarla, porque sabe que va a perderla. Más tarde, se refugia en un fumadero de opio para olvidar y llorar a Deborah. Tiene fidelidad perruna a sus socios y amigos, en especial a Max (un brillante James Woods). Pero no es solo una película de gánsters. No se equivoquen. Es sobre el amor, la traición, la amistad, los sueños, las ilusiones, la ambición y la muerte. La fotografía y los decorados son perfectos, le dan un realismo a la película, tal como hiciera Coppola en El Padrino II parte (1974). La música de Ennio Morricone es, indudablemente, la mejor banda sonora de la historia del cine. Hay que indicar que solo el casting de los actores principales y unos secundarios eran americanos; el resto, italianos. Cuenta Scott Tiler (Noodles niño) que en el set solo se hablaba italiano y las comilonas eran pantagruélicas.
DOS
Hay escenas fantásticas.
- Cuando Noodles espía por un agujero del baño, del restaurante judío, para ver danzar a Deborah (una jovencísima Jennifer Conelly). Es una escena embriagante. Él tímido y ella más dominante de la situación. Pudiendo expresar sus sentimientos sin problemas, incluso, tomando la iniciativa y besándolo.
- Un púber Patsy compra una porción de torta de crema para Peggy, la adolescente prostituta. Mientras espera que salga, se sienta en la escalera. Y comienza, lógicamente, a ver insistentemente el pedazo de torta chantilly. Luego de una pausa, hace lo que todo niño haría, comienza a comerlo de a poco. De tal forma, que cuando sale la muchacha, el regalo ya era historia.
- En el siguiente fotograma, son perseguidos por Bugsy y este logra matar a Dominic, el más pequeño. Su caída en slowmotion y sus últimas palabras nos conmueven.
“Noodless, me resbalé”.
De fondo, la música de Ennio nos arropa. El suspenso de la posterior escena, solo acompañado por el ruido del tren, nos mantiene con la mano en el corazón. La justiciera venganza de David nos sorprende a todos, dándole el romanista una vuelta de tuerca a la trama entera. Ahí termina la primera parte.
- David vuelve a encontrarse con Deborah, ya grande, (una hermosísima Elizabeth McGovern). Él le pregunta.
- ¿Estuviste contando los días para cuando saliera de prisión?
- Me perdí en el cuatro mil y tantos.
Pero con la mirada le dice que es mentira, y que aún lo ama. Cuando Max lo llama, ella le replica.
- Anda, tu mamá te está llamando.
- La escena de la sala de maternidad es un claro homenaje al cine mudo. Es fantástica, no puedes dejar de reírte al final. Dany Aiello, aparece unos pocos minutos en la peli, pero con su sola presencia llena la pantalla. Genial.
- En 1968 vuelve a encontrarse con su amada, ya viejos. Comprueba que ella consiguió lo que siempre anheló: ser actriz; eso sí, pagando un precio muy alto. Ella le ruega que no vaya a la fiesta a la que lo han invitado porque todos los recuerdos hermosos que posee se vendrán abajo. Al salir, él vislumbra a un joven, muy parecido a su amigo Max cuando este era joven. En tanto, Deborah ve que su farsa se va a acabar y queda desolada.
- El encuentro con Max los retrata a ambos.
- Viejos y acabados.
Darse cuenta al final que traicionó, robó e incluso tomó a la mujer de su mejor amigo. Esto, a Maximilian no lo deja en paz. Además, está sumido en problemas financieros y políticos. Entonces le pide a él que lo mate, ya que solo así se podrá redimir. Este lo mira detenidamente; en tanto, suena una versión instrumental inolvidable de Yesterday. Noodles rememora, para sí, los momentos que pasaron juntos. Y le contesta.
- No lo conozco señor, yo sí tuve un amigo y lo perdí hace mucho tiempo atrás.
- Es tu forma de vengarte.
Un viejo David Noodles contesta.
- Es así como yo veo las cosas.
- Al final, el –último– salto elíptico nos devuelve a los años treinta. Nuestro protagonista entra al fumadero de opio –de donde es habitué– vemos la preparación cuidadosa del opiáceo y luego, recostado en el catre, comienza a drogarse.
Al darse vuelta, esboza una sonrisa final, dándole Leone, de esta forma, un sentido onírico al film.
TRES
Cuando se proyectó la película en el Festival de Cannes, Leone recibió una ovación de pie de 20 minutos. Dicen que los cineastas jóvenes tiraban sus filmes al mar, dando a entender que jamás podrían alcanzar las cotas de maestría del italiano. Es una de las tres mejores películas de los años ochenta, si no la mejor. Resulta paradójico que un italiano retratara como nadie la historia americana, mucho mejor que muchos otros cineastas (sean americanos o no).
Habría que indicar que, lamentablemente, los productores hicieron un quilombo al estrenarla en los EE. UU. La recortaron e hicieron de ella una peli lineal. Un absurdo. Incluso quitaron la banda sonora. Eso jodió a Sergio y le afectó la salud enormemente. Falleció cinco años después.
Pero, como siempre, el tiempo pone las cosas en su sitio.
De ahí que van a pasar 50 o 100 años y “C’era una volta in America” resistirá el paso del tiempo.
Gracias, Sergio. Muchas gracias.
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