Opinión
¿Paraguay, quo vadis?
Las graves acusaciones hechas por el embajador de los EE. UU., Marc Ostfield, quien puso momentáneamente en el cadalso al expresidente de la República y actual presidente de uno de los partidos más emblemáticos y arraigados en el pueblo paraguayo: el Partido Colorado, Horacio Cartes, ha generado una virulenta reacción mediática y que ha puesto por unas horas en vilo a todo un pueblo. Ante esta nueva declaración del gobierno del país del norte, la ANR debe imperiosamente articular los mecanismos democráticos para iniciar un proceso de saneamiento de ese partido.
Bajo ningún sentido puede una persona acusada de graves supuestos delitos estar al frente de una asociación política que idealmente busca el bienestar común de una nación ni mucho menos promover e impulsar la candidatura de una persona muy allegada a ella. En absoluto, de llegar a la presidencia el candidato “estrella” con el vínculo de un individuo con una foja oscura y minada de torcidos caminos, puede gobernar adecuadamente un país. Lo que la sociedad no debe olvidarse es el hecho de que Santiago Peña, el “secretario”, se haya afiliado por intereses al Partido Colorado, no es buena señal para un pueblo que está anhelando el ansiado despertar hacia el desarrollo del país.
El pueblo está visiblemente deteriorado y especialmente en concepciones morales, que quizás por la inacción de las autoridades y la corrupción generalizada ya no puede discernir lo que está bien y lo que está mal. Definitivamente, bajo mis cánones, esto que está pasando actualmente está mal, y muy mal. No puede ser que un país extranjero tenga que poner orden en el país, mientras que su presidente se está paseando por el mundo, recibiendo bendiciones papales y, a la postre, para la guinda en la torta, preparándose para farrear con el veterano músico salsero y la diva paraguaya, claro, hablo de la boda del año.
En las redes sociales se puede leer cómo la distorsión de la realidad es tendencia. Grupos visibles y simpatizantes de la persona ahora apuntada por Tío Sam tratan de desviar el verdadero foco del problema, fortalecido por medios de prensa afines al ahora acusado. La foja de este personaje es conocida por toda la sociedad, que no es la de un egresado de Harvard ni la de un miembro de las nobles organizaciones humanitarias que digamos; una persona que ha estado involucrado en el desfalco al Estado paraguayo en los años 80, que ha torcido el camino para convertirse en candidato de un partido hegemónico para luego llegar al sillón presidencial, el resto de la historia hasta en la retina de un escolar está instalada.
Esta “intromisión” de los EE. UU. en nuestro desorden casero no es nuevo, y no solamente en nuestra frágil democracia, sino en varios países con democracias débiles, con pueblos desorientados, manipulados y otras perlas que se puedan citar.
La sociedad pensante del país debe imperativamente iniciar una cruzada de salvataje de este pueblo. Es inadmisible que en estos tiempos de tecnología 4.0 se tenga que discutir si los actos antijurídicos son relativos, podemos hablar horas y horas sobre este tema y estar de acuerdo con que la moral puede ser “relativa”, pero los actos que lesionan el Estado de Derecho dentro de una República son categóricos imperativos, parafraseando a mi amigo Kant.
Fueron 10 años, dos gobiernos que se han alejado del pueblo, dos gobiernos que se han mofado sistemáticamente de la educación, de la seguridad y de lo más esencial: la salud. Los que aplauden como focas estos dos últimos gobiernos, percibo que vivirían en una ilusión (Freud) colectiva de lo que para ellos representarían el buen vivir en una sociedad. Mi desapasionado consejo es que deberían despertarse de esta ilusión en la que están viviendo.
Lo triste y lamentable de estos años de transición es que no han emergido partidos nuevos ni líderes honestos que podrían encauzar el país. Quizás la Concertación estaría dentro de esta línea, pero lastimosamente también sus referentes principales están salpicados (la palabra de moda y con la voz histriónica de Shakira) con un tendal de supuestas irregularidades en sus acciones.
¿Quo vadis? Es la pregunta que Pedro le hizo a Jesucristo, quien respondió “Roman vado iterum crucifigi” (Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo).
¿Hacia dónde vas, Paraguay? ¿Qué nos depara el futuro?, repitiendo una de las preguntas clave de Kant para lograr algún hilo conductor que nos pueda alivianar este dolor y carga social que llevamos por décadas y generaciones.
Paraguay, victorioso en dos cruentas guerras, sinnúmero de revoluciones y golpes de Estado, aquí estamos de pie, estoicos como todo descendiente de los guaraníes y de valientes conquistadores que amalgamaron nuestra identidad étnica como nación.
Por culpa de personas inmorales y corruptas que se han servido de los partidos tradicionales para sus propios beneficios estamos en una hecatombe sin parangón.
Si seguimos así, deberíamos ir pensando convertirnos en una réplica de Puerto Rico: anexarnos al país de las hamburguesas.
*Correo electrónico: [email protected]
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