Opinión
Lula e Itaipú 2023
El Tratado de Itaipú es injusto para el Paraguay. Obliga a ceder su energía al Paraguay por una compensación alejada del justo precio de mercado. El Tratado contempla su revisión en el año 2023. El expresidente Luis Inacio Lula da Silva resultó electo en las elecciones presidenciales de Brasil. El presidente en ejercicio, Jair Bolsonaro, congeló el proceso de revisión del Tratado, y aparentemente se negaba a revisarlo a favor del Paraguay. En el 2009, el presidente Lula, triplicó la compensación por cesión a favor del Paraguay mediante la Nota Reversal 4/09, ratificada por Ley 3923/09 de Paraguay. Algunos analistas interpretan que este precedente en las relaciones de Paraguay-Brasil, y que la diplomacia de Lula, favorecen las probabilidades de que Paraguay obtenga la revisión del Tratado de Itaipú en términos justos y favorables. Es decir, que Paraguay a partir del 2023 quede libre de la obligación de ceder su energía establecida en el Artículo XIII del Tratado, pueda vender a terceros países (Argentina, por ejemplo), y obtenga el justo precio de mercado de los mercados energéticos del Brasil. ¿Es justificado el optimismo?
La política exterior del presidente Lula durante sus primeros mandatos fue definida como la diplomacia “ideológica”. Durante su mandato como presidente, con Hugo Chávez obstruyeron el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) promovido por EE. UU., a la que Lula calificó de anexión, fue fundado el Unasur, y el Mercosur priorizó la ideología sobre el libre comercio.
El presidente Jair Bolsonaro fue crítico de Unasur y Mercosur, que consideró bloques ideológicos, y entonces priorizó el bilateralismo y las relaciones especiales con sus socios. Elogió la dictadura militar del Paraguay en actos oficiales en la sede de Itaipú. El presidente electo Lula plantea ahora “recuperar” la política exterior “orgullosa” de sus mandatos pasados, volver al multilateralismo, y restablecer la cooperación con Latinoamérica, y fortalecer nuevamente el Mercosur. Lula
La especialista en política exterior del Brasil, Leticia Pinheiro, habla de 5 paradigmas en la política exterior del Brasil: 1) El americanismo pragmático (defiende aprovechar las oportunidades de la alianza con EE. UU); 2) el americanismo ideológico (construido a partir de privilegiar factores de orden normativo filosófico y de una supuesta convergencia ideológica con Washington; 3) globalismo grotiano (aunque reconoce la anarquía del sistema internacional, afirma la existencia de un sistema normativo internacional que hace posible a los Estados obtener ganancias absolutas, y no solamente relativa en sus relaciones internacionales); 4) globalismo hobbesiano (el orden internacional es anárquico, es todo contra todos, no hay autoridad supranacional, y cada Estado debe subsistir sobre la base debe de la autoayuda); y 5) institucionalismo pragmático (la diplomacia brasileña se afirma global y regionalmente basado en el discurso de la cooperación, pero con válvulas de escape que se traducen en baja institucionalidad porque Brasil no cumple sus acuerdos internacionales, y en el que actúa de “hegemon” pero sin asumir los costos que ese rol internacional conlleva). En el institucionalismo pragmático Brasil promueve acuerdos regionales como Mercosur y Unasur, pero no los profundiza para no comprometer su libertad de acción en el plano internacional (Amorín Neto).
La política exterior del Brasil, en las palabras de sus presidentes, cancilleres, y estudiosos, ha pasado por momentos de convergencia o divergencia con EE.UU., de aislacionismo o integracionismo dentro de América latina, de liberalismo económico o desarrollismo proteccionista, de bilateralidad o multilateralidad. En el cono sur Atlántico, sin embargo, y especialmente a partir del 1ro de marzo de 1870, Brasil ha mantenido su política exterior de crear su propia esfera de influencia, y dentro de este subsistema, una relación de privilegiada y de dominación del Paraguay, que el Tratado de Itaipú refleja en las relaciones de fuerza que expresa, y la corrupción estratégica como principal herramienta de política exterior –“sharp power” (poder filoso) para la efectiva captura de las élites políticas paraguayas de modo a imponer su política exterior.
Ni el bilateralismo de Bolsonaro elogiosa de dictaduras militares, ni la diplomacia “orgullosa” e ideológica de Lula, se apartan de los determinantes fundamentales de la política exterior del Brasil para el cono sur y especialmente lo que concierne a Paraguay e Itaipú, en la que se preferencia es mantener una esfera de influencia y en la parte paraguaya de Itaipú una “estructura de acumulación”, o como en la terminología marxista de la teoría de los sistemas mundiales, una relación de periferia -centro.
En el Mercosur ideológico de Lula, Paraguay siguió obligado a ceder su energía tal como establece el Tratado de 1973 en su Articulo XIII. El acuerdo Lugo Lulo establece que se avanzaría en la comercialización de la energía paraguaya a terceros países y a justo precio, pero a igual que Bolsonaro, la situación quedo congelada. El marxismo de Lula no cambió el hecho de que el Tratado de Itaipú viola el principio de la igualdad soberana de los Estados, como tampoco cambió el hecho que en Itaipú el Brasil utiliza como herramienta de política exterior la corrupción estratégica, mediante la autorización de gastos sociales no sujetos al control presupuestario, y la captura de la elites políticas paraguayas, que rotan dentro de un puerta giratoria intra sistema, en la que el embajador ante Brasil es luego director de Itaipú, el embajador ante la Argentina es luego director de Yacyretá y ésta hipertrofia del sistema, asegura a las elites lo que necesitan para subsistir como tales, y al Brasil y Argentina, que la parte paraguaya en las hidroeléctricas mantengan la condición de “estructura de acumulación” para las economías de Brasil y Argentina; y que el Paraguay en su política exterior no pueda diseñar estrategias o formular prescripciones contra hegemónicas.
La corrupción estratégica es aquella que utiliza un Estado como herramienta de política exterior para imponer sus preferencias en perjuicio de los intereses del otro Estado. Por ejemplo, para obligar al Paraguay a ceder su energía fueron capturadas a las elites políticas paraguayas en la fase de construcción de la hidroeléctrica con contratos sobrefacturados, y posteriormente a la construcción, con gastos sociales, en la que las elites participan destinando recursos por fuera del presupuesto y dirigido a fortalecer su base política. La triplicación del factor de compensación para la energía cedida obligatoriamente por Paraguay al Brasil, mejora los ingresos de Paraguay, pero no elimina la obligación de ceder la energía, violatoria del principio de igualdad jurídica soberana de los Estados.
La corrupción estratégica necesita justificarse en ideología y propaganda, por ejemplo, cuando en Agosto de 2019 en la hidroeléctrica Yacyretá se montó una escena sobre la adaptación de las barras para que Paraguay pudiera retirar su energía, y se pretendió tocar la fibra nacionalista. Debajo de todo este ruido nacionalista, la corrupción estratégica esta en el brazo Aña Cuá y en muchos negociados en la binacional. Esto mismo sucede ahora con una Subcomisión de Verdad del Parlasur sobre la guerra de la Triple Alianza, folletín que pretenderá utilizarse probablemente para justificar corrupción estratégica en el proceso de revisión del Tratado de Itaipú –“reivindicación histórica”, con la que pretenderá simularse alguna mejora en la compensación “ideológica”, pero sacrificando la plena soberanía del Paraguay de disponer de sus excedentes y venderlos al justo precio.
El Paraguay tendrá motivos para estar optimista con la revisión del Tratado de Itaipú, con lograr su independencia, soberanía y justo precio, cuando tenga una estrategia seria patriótica y firme, quienquiera sea el presidente de Brasil.
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