Opinión
El paraguayo es “pererĩ” por culpa de sus autoridades
Diferentes hechos delictivos abrumaron al pueblo estos último días. El periodismo está de luto, por el deleznable asesinato del periodista Humberto Coronel, de radio Amambay. Según se desprendió de las noticias, su eliminación fue supuestamente porque “sabía mucho”.
La fiscal que atendía el caso tuvo un lapsus linguae en una entrevista con un medio de prensa, la profesional había expresado que eso “le pasó por regalarse y por no arreglar sus cosas”. Por donde se lo mire, una patética y degradante respuesta.
Otro caso que sacudió a la sociedad involucró a una mujer, madrastra de una niña pequeña; la misma está actualmente en la mira del MP, por haber supuestamente golpeado a su hijastra.
Para aumentar la seguidilla de casos delictuosos, un “influencer”, esos de tierra adentro, se vio enredado en un hecho más que llamativo y vergonzoso, pues según las fuentes noticiosas, este “famoso” le habría dado de beber cerveza a su hija pequeña.
Estos hechos sacudieron a la ciudadanía estos últimos días. La mala racha se ha agravado, además, por una noticia del país del norte, cuyo tenor central involucra oficialmente al expresidente Horacio Cartes en actvidades non sanctas.
A pesar de todo lo malo que está pasando, la justicia lentamente se está depertando, no por su fuerza interna misma, sino por la presión de la sociedad que clama justicia todos los días, y por la ayuda exógena de un poderoso país extranjero.
La encarcelación Ramón González Daher es un bálsamo y una señal, quizás, para interpretar que la justicia en Paraguay aún sigue con vida, aunque con pulsos lánguidos. Esta languidez puede recuperarse con las denuncias diarias de toda la población.
Lo cierto que, es altamente positivo este despertar de la justicia, y envía una señal directa a la población de que sí se puede lograr justicia y de que sí se puede reconstruir la confianza perdida hacia esta institución. El primer paso ya se ha dado, pero así como el círculo se cerró para RGD, también el MP debe acelerar las innumerables denuncias hechas y acercadas a ese ministerio, con el fin de fortalecer el sistema jurídico y el estado de derecho de la nación.
La sociedad debe estar en vigilia permanente, pues si bien este personaje ya está encarcelado, se lo debe monitorear si realmente será tratado como un interno común y corriente o estará rodeado de serviles y de privilegios como es común cuando se trata de personajes “con poder” en la politiquería del país.
Entiendo que se inicia una nueva etapa hacia la correcta aplicación de las leyes en el país, especialmente para los que abrazan la profesión con ética y probidad y, esencialmente, para los estudiantes de las distintas facultades de derecho.
Este inicio se debe aplaudir y fortalecer con las participación activa de la sociedad civil y de todas la organizaciones que diariamente están bregando por justicia.
Es verdaderamente triste leer todos los días un tendal de informaciones que comprometen a varios referentes del gobierno, de integrantes del Congreso de la Nación y otras entidades del Estado.
La lentitud con que se desenvuelven los distintos casos es también es uno de los problemas acuciantes en la administración de la justicia actual. A modo de ejemplo y comparando con otros sistemas de justicia de nuestro entorno regional, los casos graves que involucran a referentes del Estado son dilucidados con más premura: el caso del fallecido fiscal Pecci prácticamente está cerrado en la justicia colombiana, en cambio, en nuestro contexto jurídico, ya las informaciones sobre ese caso se van diluyendo.
El último informe de los EE.UU., nuevamente le baja el pulgar a nuestro país, y de yapa, también el informe de Gafilat ilustra la precariedad en la aplicación de las leyes por los estamentos judiciales.
¿Cómo se sanea una nación con un sistema jurídico desorientado? Por el momento no se avizora ninguna reacción ni respuesta de los entes responsables, a pesar de la presión ciudadana. ¿Qué debe pasar para que la justicia empiece a caminar con pasos seguros? Lo lamentable es que un país extranjero tenga que señalar, y quizás, orientar técnicamente a las autoridades nacionales para reordenar el caos jurídico en el cual el país está atravezando.
En esta línea, en la CCámara de Senadores se ha rechazado el “proyecto de declaración de soberanía”. Este rechazo se lo puede interpretar de mil maneras, pues es una señal de que, por lo menos, los congresistas que lo han rechazado están empezando a ver la situación de otra manera.
Azuzar a la población con discursos nacionalistas que no tienen sustento solo traerá división de la sociedad. El veterano senador Juan Carlos Galaverna, ha sentenciado con una frase en guaraní lo que él cree es el paraguayo: pererĩ.
Quizás tenga razón, pero lo que no ve este folclórico personaje, es que esa supuesta debilidad justamente la crearon los que deben legislar y los que deben controlar el correcto cumplimiento de las leyes en país.
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