Opinión
Nuestros hermanos de los pueblos originarios
Hace unos días se commemoró el Día Internacional de los Pueblos Indígenas (9 de agosto), fecha esencial para reflexionar sobre la existencia y situación de nuestros hermanos, y también para dimensionar la problemática que envuelve a estos seres originarios de la tierra. En Paraguay aún existen 18 grupos étnicos, varios de ellos de la familia lingüística tupí guaraní que son las más conocidas por la sociedad paraguaya. Las otras etnias aún deben ser visibilizadas.
La narrativa moderna infiere que estos individuos pertenecen al Estado paraguayo y, por ende, deben seguir cuasi automáticamente las normas, leyes y otras cuestiones legales bajo el paraguas de la Constitución Nacional. Por otro lado, los antropólogos de la corriente conservadora insisten en que se los dejen tranquilos y que evolucionen de acuerdo a sus leyes internas antropológicas. Pero. ¿cómo se entiende esto?, ¿se los deja solos?, ¿en la intemperie?, ¿sin bosques ni tierra que son elementos vitales para su subsistencia?
Estas dos ideas de pensamiento chocan actualmente con la realidad, pues estos hermanos nuestros salen del bosque porque simplemente ya no tienen parcelas de tierra ni tupidos territorios para que puedan desarrollarse dentro de sus parámetros sociales, atendiendo a las sugerencias de los antropólogos. El Estado tampoco les provee de los recursos básicos para desarrollarse en el mundo “aculturizado”. Actualmente, se los ve en la calles deambulando o apiñarse en carpas improvisadas en la capital del país o en otras urbes internas. Esta precaria vida conlleva un cúmulo de problemas sociales como drogadicción, prostitución, inseguridad, entre otros.
Desde el irracional pensamiento en el que se postulaba que “los indígenas no tenían alma”, y si observamos y nos detenemos a analizar nuestro contexto social, la situación de los originarios de la tierra avanza muy lentamentamente. Si bien es cierto que algunas etnias han mejorado su nivel y calidad de vida, como los Maka, que tienen apoyo de organizaciones no gubernamentales que los ayudan hasta llegar a un grado más elevado o al mismo nivel de competencias cognitivas que el resto de los ciudadanos paraguayos, las demás tribus siguen en la lucha por la integración a la sociedad paraguaya.
En mis recorridos con el equipo técnico lingüístico de la universidad de Kiel, Alemania, en una ocasión, paramos en una tribu de la etnia Mbya Guaraní, lado brasileño, con el fin de recolectar datos lingüísticos, sociales y antropológicos. Me llamó mucho la atención que ese grupo en cuestión no estaba asentado en una reserva indígena modelo, y por la precaria situación en la que, creo que hasta ahora, vive.
Lo esencial en esta anécdota, y conviene resaltar, es que los aborígenes de esta etnia pedían desesperadamente que les compremos sus productos para así tener algún ingreso económico para la obtención de insumos básicos. Personalmente, me ha dejado el alma por el suelo, al no poder ayudarlos en la manera que debiera, la impotencia me caló hasta los huesos, logré apenas comprar algunos bolsos y pulseras. Pude constatar la inocencia natural de estos hermanos, en que la palabra y la confianza son la base de su existencia, pues en vez de volverse delincuentes o volcarse a la prostitución, preferían elaborar sus propios productos para sobrevivir.
La falsa narrativa gubernamental se visibiliza cuando el Estado mismo no se hace responsable de estos individuos. Según algunos datos, en la zona del Chaco, la demografía indígena ha aumentado. Este fenómeno, por un lado, muy positivo, por otro lado, acarrea problemas al sector productivo de la zona. Por cuestiones netamente culturales, los indígenas no pueden asimilar aún el sistema laboral “moderno”, de ocho horas y con un horario determinado para ciertas tareas, como hoy en día, nosotros, los “civilizados” estamos acostumbrados. Generalmente, los indígenas trabajan por etapas, por fracciones de tiempo o por una temporada de 3 a 6 meses, luego descansan o desarrollan otras actividades que tienen que ver con sus normas culturales.
Entiendo que el Estado paraguayo aún no ha tocado la tecla para que nuestros hermanos puedan integrarse amigablemente a la sociedad, los que han logrado salir airosos e integrarse a la sociedad, quizás lo han hecho con la ayuda de organizaciones religiosas y organizaciones no gubernamentales. El Instituto Paraguayo del Indígena (INDI) también hace lo suyo, pero últimamente esta organización está recibiendo graves quejas de los indígenas.
Quizás se deba mirar los modelos de éxito de otros países que lograron la integración de estos pueblos originarios a la sociedad actual, insisto en la idea actual: integración a la sociedad “aculturizada”. Por otro lado, también se debería iniciar pensar y analizar la posibilidad de dejarlos en sus lugares de origen, pero respetando sus territorios, con el fin de que estos puedan vivir de acuerdo a sus leyes culturales.
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