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Opinión

Los desposeídos y la deidad colorada

UNO

Sonó el despertador inclemente. Ojos cansinos y el sopor aun lo arropaban. Resopló y sentóse en la cama unos segundos, que se convirtieron en minutos. Luego, toalla al hombro, salió de la pieza y el frío lo estremeció. Cruzó el pasadizo y entró al baño. Lo minúsculo del lugar limitaba sus movimientos. El agua caliente lo reconfortó. Ya en el cuarto, se vistió con la indumentaria habitual. En el comedor ya estaba su madre, quien, silenciosamente, depositaba la taza de cocido y acercaba las tortillas a la mesa decrépita.

Hablaron en voz baja, mientras el joven cortaba una rebanada de pan trincha. El frío era apaciguado por la bebida caliente.

—Debo irme, ma.

—Cuídate, hijo —le respondió la mujer.

Se volteó para besarla y la vio detenidamente: arrugas surcaban su rostro, años atrás, era una piel tersa y lozana. Su pelo encanecido evidenciaba las penurias económicas que vivieron en los últimos años. Y aun no frisaba los cuarenta.

Solo me tiene a mí, no puedo fallarle, pensó.

Desde que tuvo uso de razón se dio cuenta de la ausencia paterna. Sin embargo, ese vacío lo cubrió su abuelo, lo mejor que pudo. Vivieron, desde siempre, en la pequeña casa del abue, a 20 kilómetros de Asunción, por la Ruta 1. Hace poco, la muerte del anciano los cogió por sorpresa. Él tuvo que dejar sus estudios secundarios para ponerse a trabajar.

Camina presuroso por el empedrado. Al llegar a la ruta se dispone a esperar su transporte. Siempre vienen llenos. Minutos después, logra colarse en uno. Apachurrado, siempre atento a los manoseos y carteristas, llega a su destino. Una semana que empieza, nuevamente.

Que lejos está aún el fin de mes, piensa.

DOS

Es hábil. Según los entendidos, es un profesional de primer nivel. Aprendió a desenvolverse en la arena política. Posee dialéctica. Un rasgo atípico en los políticos paraguayos, quienes, en su mayoría, se distinguen por un bajísimo o inexistente léxico. La rémora de su candidatura es el inefable Patrão: HC. A quien poco más, los políticos colorados experimentados y noveles tratan como un Mesías. Incluso la gente común tira por la borda sus principios.

Da laburo, eso es lo más importante, otra cosa no me interesa.

En Latinoamérica, la figura mesiánica siempre ha tenido arrastre: Perón, Odría, Velasco, Fujimori, Stroessner, Banzer, Kirchner, Morales, Menem, Chávez, etc.

La deidad colorada es sumamente inteligente. Compra empresas por doquier y da trabajo al paraguayo medio: profesional y técnico. En Santo Domingo, el autócrata Trujillo tenía un holding empresarial, así se aseguraba la lealtad del dominicano. Nadie robaba, porque el “Chivo” lo hubiera mandado al cadalso, en el mejor de los casos; si no torturarlo, antes de liquidarlo. Entonces las empresas tenían superávit. De tal forma, que los sueldos eran jugosos.

En la misma línea, está el conglomerado de Patrão. Tiene en su puño los medios de comunicación, la Cámara de Diputados y el Poder Judicial. De ahí que haya gente dubitativa de la independencia de Santi Peña. Y que realmente castigue la corrupción dentro del Partido Colorado. ¿Lo hará? Imposible.

Tampoco creo que la oposición tenga la fuerza suficiente para sacar a la ANR del poder. No tiene una figura que arrastre. Debería deshacerse de muchos impresentables dentro de la concertación. Aun así, la gente le reclamará, con justa razón.

¿Si no hicieron nada cuando estuvieron en el poder, porque ahora sí debo confiar en ellos?

Mientras los que sufren realmente son aquellos que no tienen acceso a las mismas oportunidades que otros. Los que no pertenecen a ningún partido. Los desposeídos que no ven una luz al final del camino. ¿Ellos importaron alguna vez?

TRES

No necesita del despertador. Desde mucho antes de las seis, está despierto. Pasado los sesenta, el dormir 8 horas es un exceso en muchos casos; ¿o será que el desvelo es cada vez más frecuente a esa edad? La pequeña pieza donde vive con su mujer, desde hace más de 20 años, está cada vez más agrietada por la humedad y descolorida. Sin hijos. Solo se tienen el uno al otro y al Matute, su perro mestizo que duerme con ellos. Comparten un baño, en común, con las demás piezas de la propiedad.

Luego del consabido mate con su compañera, ya achacosa por la edad, se calza una gorra, su campera y unos championes vetustos. Con paso apresurado va a su esquina. Justo frente al banco. Ahí les dirige a los clientes gestos y ademanes suficientes para indicarles su función en ese lugar: cuida-coches. Por ahí alguien lo solicite, él, munido de un balde y unos trapos, lava su auto. Su distracción principal es charlar con el vendedor ambulante habitual de fútbol y su pasión por el aurinegro. Desde las 8:45 hasta las 18:00 horas es el horario. Come, muchas veces, a las apuradas. O cuando su esposa le trae el almuerzo en un tapper y el infaltable menú: tortillas, guiso de carne o puchero. Al acercarse el ocaso, la actividad decae y el frío arrecia. Prepara sus cosas.

Cuenta, una y otra vez, sus monedas y billetes arrugados. Es viernes, fue buen día. Tendrá la oportunidad de llevar a su mujer a comer unos lomitos árabes, que a ella tanto le gustan.

Sí, ella se lo merece. El lunes será otro día.

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