Opinión
Uno de los nuestros: Ray Liotta (1954-2022)
UNO
“Desde muy niño, siempre he querido ser un gánster”.
A los 2:06 suena, de golpe, la Orquesta. Segundos después se une la inconfundible voz de Tony Bennet. Es la eclosión musical inicial de “Goodfellas”.
“¿Debo ser siempre un mendigo
Cuyos sueños de oro no se harán realidad?
¿O iré de harapos a riquezas?
Mi destino depende de ti” – Rags to Riches
Después el leitmovit, de la confesión del púber.
“Para mí, ser gánster era mejor que ser Presidente de EE.UU. Significaba ser alguien en un vecindario lleno de donnadies (incluido su padre). No eran como los demás. Hacían lo que les apetecía.”
“¿Cómo iba ir al colegio después de eso? Prometer lealtad y tragarme esa mierda del gobierno”.
En los primeros minutos de la cinta, Scorsese manda al carajo el Sueño Americano y todos los paradigmas patrióticos de los años cincuenta.
Narra, voz en off, cómo los wiseguys se encargaban y cuidaban de los excluidos del sistema. Estamos a inicios de los años cincuenta, en la ciudad de Nueva York.
“Para ser un tipo que tenía tantos negocios, Paulie trataba con poca gente. Solo los jefes podían discutir el problema con Paulie”.
“De Paulie dependía mucha gente, y se llevaba una parte de todo. De él obtenían protección de quienes intentaban timarlos. Era lo que nunca pudo entender el FBI”. Paulie y la organización protegían a la gente que no podía acudir a la poli”.
Y nos relata lo que había logrado.
“Con trece años ganaba más dinero que la mayoría de los adultos del barrio. Un día, unos chicos del barrio le llevaron a mi madre el mandado. ¿Saben por qué? Me había ganado su respeto”.
Solo le bastaron 10 minutos a Martin para esbozar los porqués y la radiografía de los barrios bajos y el microcosmos delincuencial.
Un Henry Hill adolescente aprende la máxima luego de “su desvirgamiento”.
“Nunca traiciones a tus amigos, y mantén la boca cerrada”.
DOS
“El Copacabana era uno de los cabarets más famosos de la ciudad. Cuyo dueño era Frank Costello (jefe de la Mafia). Artistas de gran prestigio se presentaban cada noche. Tuvo su mayor apogeo en los años cincuenta y sesenta”.
Veinte dólares en mano y el guardia agradece con los ojos y una gran sonrisa. Mientras la novia se sorprende.
—¿Vas a dejar el auto?
—Él me lo cuida, es mejor que dejarlo en un garaje.
En tanto, resuena la hermosa melodía de “Then he kissed me” (que justo habla del encuentro de una chica con un joven. De cómo él la besa y la lleva a conocer a sus padres).
La cámara acompaña, la escena. Ambos de la mano atraviesan la cola, que hay para ingresar al Copacabana. Bajan las escaleras, las paredes con papel tapiz de árboles tropicales, los acompañan.
“Por aquí. Es mejor que esperar la cola.”
Ella con vestido de noche, color negro. Él, impecablemente, de traje. Todo un ganador de la mano de una mujer hermosa.
Le abren las puertas de servicio, él deposita el billete, con el rostro de Andrew Jackson, a un agradecido conserje.
Ambos sonríen y recorren el pasadizo, de color carmesí.
Se encuentran con el fortachón del cabaret, quien devora un sándwich.
—¿Cómo estas, Gino?—. Este responde amablemente.
De repente, se topan con una pareja —que susurran con ojos brillantess— conocida por Henry.
—Cada vez que vengo, los veo. ¿No trabajan nunca?
Contestan, con sonrisas cómplices.
Y llegan a la ajetreada y enorme cocina. Se respira la espontaneidad del momento y la sorpresa de los cocineros, mozos y demás, ante la presencia de los intrusos, incluida la cámara. El saludo afectuoso con uno de los mozos (Hill es habitué del cabaret en mención). Un camino sinuoso y lleno de recovecos. Agarra de la mano a Karen y enfilan a la entrada del salón.
Es reconocido por el anfitrión. Los saludan a ambos con afecto.
—Henry, me alegro de verte—. Y da la orden de inmediato.
—Anthony, una mesa al frente. Si necesitan algo avísame.
Los demás que están en fila esperando una mesa, reclaman.
—Sé que está esperando —les contesta el anfitrión.
Ellos no son prioridad, solo los wiseguys.
La cámara sigue al mozo con la mesa. En cuestión de segundos, acomodan una lámpara. Enrique sigue repartiendo los billetes verdes. Es saludado calurosamente por los integrantes de la mesa contigua.
Una botella, obsequio de Tony, le llega. Henry Hill agradece el presente.
Ella, maravillada, ante todo lo visto, pregunta cándidamente.
—¿A qué te dedicas?
—A la construcción —responde.
—No tienes manos de obrero —inquiere la novia judía.
—Soy delegado sindical —contesta el novio-mafioso.
El plano secuencia nos permite acompañar a los protagonistas, como si estuviéramos a su lado, haciéndonos partícipes privilegiados de la acción.
TRES
La escena del restaurante es una de las mejores presentaciones de personajes en la historia del cine. Un plano subjetivo, donde cada uno saluda a Henry, quien -voz en off- menciona sus nombres. La música de fondo es la canción italiana “El Cielo en una habitación”. Subrayando el sentimiento del joven protagonista por el universo delictivo.
La escena de la boda es posiblemente una de las mejores. Martin ralentiza el momento, ¿por qué? para que la disfrutemos con delectación, trasladándonos a un estado de ensoñación. La canción “Como si de un sueño mismo se tratase” enfatiza el sentimiento onírico.
El autor también usa el congelamiento de imagen para establecer una doble narrativa o darle una mayor importancia a la escena.
Dícese que la intención era hacer una especie de Falso Documental, y da en el clavo. De ahí que el personaje de Henry Hill y de Karen –en ciertos momentos- nos hablen, incluso, mirando a la cámara.
La música está puesta al servicio de cada escena. Siendo Martin un melómano por excelencia, nos da a conocer canciones irrepetibles. Las cuales le dan un plus a cada fotograma. Por ejemplo: la parte final de “Layla”, mientras descubren los cuerpos de las víctimas de Jimmy. O la violencia extrema e inusitada; en la muerte de Batts, con la obra maestra de Donovan: Atlantis de fondo. Incluso el final, con el cover Punk, de Sid Vicious de “My way” con el cual homenajea la peli de 1903 “El gran robo al tren”.
MS nos retrata personajes como Tommy (excelso Joe Pesci) que de un momento a otro puede pasar a una ferocidad in extremis. Esos son los personajes de cine del Autor: taxistas atormentados, boxeadores crueles e impiadosos, hombres imperfectos y celosos. Amantes dispuestos a sufrir y resignarse a su destino. Siendo las mujeres e hijos víctimas colaterales en aquel universo.
Paul Sorvino (solo con su presencia intimida), De Niro, Pesci, Ray, Lorraine Bracco, Franck Vincent, entre otros, brindan actuaciones antológicas.
RL empezó como actor de telenovelas a inicios de los ochenta. Escaló de a poco y a finales de la década ochentera fue elegido para el papel, por el cual será recordado. Por siempre.
Y si, Ray Liotta es uno de los nuestros.
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