Las gobernaciones: ¿antros de corrupción?

Un país pequeño como el nuestro, con casi 8 millones de habitantes, no puede lamentablemente ser administrado bajo este sistema centralizado como lo tenemos ahora. Es inadmisible que un paciente de un lejano pueblo con alguna enfermedad básica tenga que trasladarse a la capital del país para ser atendido, pero con tanta mala suerte que tampoco en la “capital” pueda ser recibido.

El país actualmente tiene 17 gobernaciones. En la etapa de las discusiones si era conveniente crear las gobernaciones, personalmente, me ha gustado mucho la idea, pues en mi inocencia pensaba que esa nueva administración política desarrollaría con más rapidez los distintos territorios del país. Las gobernaciones quizás potenciarían la democracia y mejorarían la vida de los habitantes; era un sueño.

El presupuesto que reciben las gobernaciones del Estado es importante como para poder desarrollar cuestiones básicas como salud y educación, pero lastimosamente la ilusión y sueños de una descentralización que facilite el desarrollo del país, se quedó en aguas de borraja.

Hoy en día, las gobernaciones son reductos de políticos que se sirven del poder para enriquecerse, mofarse del pueblo, se convierten en delicuentes comunes que roban descaradamente. Eso lo hemos sentido hace poco con la imputación del gobernador estrella de Central, caballito de batalla del movimiento Honor Color Colorado, Hugo Javier González, el “locutor Nro. 2” como se autobautizó, quien actualmente cumple arresto domiciliario, alejado de la gobernación. Después del escándalo de la Gobernación de Central, apareció otro caso, el de la Gobernación del Guairá. Supuestamente, el gobernador Juan Carlos Vera habría manejado en forma irregular los fondos para el Covid-19.

De hecho, estos dos ejemplos citados son solo unos de los tantos que pululan y revientan las páginas de los medios de prensa. Gobernaciones, municipalidades y un sinnúmero de entidades del Estado no pasan por el filtro de la honestidad ni de la ética. ¿Por qué la ciudadanía honesta no puede contra estos delincuentes disfrazados de políticos? En algunos países, un poco más desarrollados que el nuestro, no toleran que sus gobernantes metan la mano en la lata, salen a las calles y hacen notar su descontento hacia esta delincuencia abierta y grosera, y lo triste, legimitizada con votos de electores incautos.

Se acercan las presidenciales, y en las carpas de los dos movimientos importantes del partido de gobierno están los candidatos que creo que tampoco pasarían el filtro de honestidad. Tras el asesinato del fiscal Marcelo Pecci, los movimientos que están en campaña proselitista tienen a sus espaldas una mochila muy pesada de cargar. La mentiras populistas de las campañas proselitistas que se visibilizan, se evidencian en discursos y promesas grandilocuentes, que para el “de a pie” no significan absolutamente nada, porque este elector sabe perfectamente que la situación del país no va a mejorar, quizás va a empeorar, pues el avance del crimen organizado es insostenible actualmente. ¿Por qué estos candidatos no proponen cómo erradicar este flagelo? Hasta ahora no dan señales o no presentan programas o proyectos reales para erradicar este cáncer que está matando de a poco a la nación.

Volviendo al tema que nos ocupa, lo que no se entiende es cuál es la función de la gobernaciones. ¿Cómo gastan el presupuesto? Porque las escuelas están en estado deplorable, el transporte público irremediablemente caótico, y la salud ni qué decir, pues el paciente de un recóndito lugar del país no puede ser atendido en su comunidad por falta de “recursos”.

Las gobernaciones deben, una vez por todas, asumir la responsabilidad patriótica de mover los ejes que impulsen el desarrollo del país.

Un ruego: no robar, por lo menos tan descaradamente y delante de nobles connacionales.

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