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Opinión

Transformación de la formación docente

POR Gabriela Walder*
Especialista en Investigación Educativa.

En Paraguay hace más de treinta años se están llevando a cabo diferentes iniciativas y proyectos para el diseño y desarrollo de políticas educativas que se visibilicen en cambios en diferentes ámbitos –Escuela Viva; Tiquichuela; Leo, Pienso y Aprendo; Procema– pero, por sobre todo, buscan el mejoramiento de los niveles de aprendizaje de niñas, niños y adolescentes. Sin embargo, hasta la fecha estos cambios no son lo suficientemente visibles.

Nuevamente el país está iniciando un proceso que apunta a fortalecer los cambios o a generarlos. En este contexto, cabe preguntarse si se puede propiciar un proceso de transformación sin invertir esfuerzos en mejorar el perfil de los y las docentes. Este cuestionamiento es central a fin de configurar líneas estratégicas que guíen un proceso de cambio verdaderamente transformador.

Ante esta realidad es fundamental dar continuidad a procesos de cambio de la formación docente. Para dar lugar a este cambio es importante considerar varios aspectos, tales como: la carrera docente, la formación continua, el acompañamiento en la práctica profesional y el contexto social.

Formar al docente es la base al cambio

Los docentes tienen un rol protagónico para el mejoramiento de los niveles de logro de aprendizaje de niños, niñas y adolescentes, pues son los que toman las decisiones pedagógicas a través de las cuales el currículum es implementado, comunicado y comprendido. Las estrategias que se utilizan y las experiencias que crean para la enseñanza de los estudiantes afectan de forma positiva o negativa las oportunidades de aprendizaje y la calidad y equidad de los aprendizajes que se conquistan y esta expertís requiere ser desarrollada y fortalecida.

Atendiendo a este rol esencial y teniendo en cuenta el contexto donde las oportunidades y fuentes (presenciales y virtuales) de aprendizaje se multiplican, es necesario repensar la formación docente para que esta se alinee a la educación del siglo XXI, considerando la innovación pedagógica, el uso de TIC en los procesos de enseñanza-aprendizaje y la necesidad de avanzar hacia una educación inclusiva y multicultural.

La base de la práctica pedagógica está en las experiencias formativas del docente, su experiencia en la escuela y en los institutos de formación y, por tanto, su trayectoria escolar tiene una alta incidencia. No se puede negar que hay estudiantes que ingresan a la carrera docente con varias fragilidades y, ante esta realidad, hay quienes durante su formación docente deben asimilar un conjunto de saberes, habilidades y destrezas que guiarán su acción educativa.

Es por ello que se torna importante aprovechar este tiempo de definición de nuevas políticas para redefinir los elementos estructurales con los que debe contar el docente para transformar su práctica y asegurar mejores niveles de logro, no solo en términos académicos (o de calificaciones), sino que contribuya a lograr el desarrollo de personas autónomas, críticas, creativas, propositivas, en síntesis sujetos sociales constructores de un país más justo, democrático y con mejores condiciones de vida para todos.

Los docentes de hoy necesitan estar preparados para lograr que los estudiantes puedan “aprender a aprender, a desarrollar capacidades para  definir y resolver problemas inesperados, a  manejarse en contextos de incertidumbre, a insertarse en sistemas sociales cada vez más plurales e interdependientes, donde es preciso convivir con la diversidad, saber cómo tomar decisiones en grupo, lidiar con lo imprevisible, etc.” (Tenti, 2015).

Asegurar la carrera docente

La carrera docente es el conjunto de disposiciones que regulan el ejercicio y trayectoria del trabajo docente, incluyendo el ingreso, promoción, movilidad, ascenso y retiro (Unesco, 2013). Si bien, en el país se han dado avances por configurar la carrera docente aún persisten vacíos que hacen que la misma no sea una profesión atractiva para muchos. Trabajar por el fortalecimiento de la profesión docente asegurando que esta promueva el desarrollo, la autonomía y su reconocimiento social es imprescindible para garantizar el derecho a una buena educación.

Esto implica revisar aspectos normativos, aspectos económicos y de gestión educativa para que exista una coherencia entre todos los aspectos y procesos que contempla la carrera docente. Hoy no está clara la trayectoria docente y esto fragiliza la profesión, la expone a situaciones cambiantes, ambiguas que podrían ser superadas definiendo una carrera docente alineada a la carrera de la función pública.

Renovar los espacios de formación docente

El espacio genuino de formación docente es el instituto de formación docente, este es el lugar en el que los futuros docentes desarrollan saberes que guiarán su práctica educativa. Es el lugar en el que el docente debe vivir aquello que va a replicar en las instituciones educativas, en las que va a ejercer su profesión educativa. Los institutos de formación docente tienen que ser instituciones que cuenten con la infraestructura adecuada, con los mejores formadores de formadores, con los materiales didácticos y con un modelo de gestión que sirva a los futuros docentes, de referencia para configurar el aula, la institución en la que desarrollarán su práctica educativa.

Para aumentar la posibilidad de abordar estos desafíos exitosamente, es necesario que los docentes se apropien de los desafíos de su profesión, que se aseguren las condiciones estructurales para el aprendizaje, que se  cuente con el soporte material y humano, y se garanticen las oportunidades de desarrollo profesional. El considerar cada uno de estos aspectos posibilitará el fortalecimiento de las capacidades, habilidades y prácticas de los docentes. El camino para transformar la educación para el siglo XXI es lograr generar espacios adecuados para que los docentes puedan enseñar, aprender y adaptarse, fomentando la autonomía e involucramiento en las prácticas del aula, en las decisiones curriculares e involucrándose participativamente en las políticas escolares.

Para alinearse con la educación del siglo XXI, es fundamental desarrollar recursos humanos para apoyar el aprendizaje. La consideración de nuevas pedagogías puede brindar a los docentes espacios para un aprendizaje más participativo, intercultural e inclusivo. Las metodologías pedagógicas innovadoras requieren un desarrollo docente eficaz, tanto en la formación inicial como en la formación en servicio. Se necesita un desarrollo profesional accesible y atractivo para apoyar la profesionalización de los docentes a fin de que diseñen procesos de aprendizaje e identifiquen los objetivos de aprendizaje necesarios para sus estudiantes que estén contextualizados culturalmente.

Acompañar los primeros años de ejercicio de la docencia

La transición a la enseñanza y aprendizaje del siglo XXI requerirá un desarrollo profesional continuo y sostenido, incluida la tutoría en la escuela, la configuración de comunidades de aprendizaje profesional locales y regionales, el acceso a oportunidades de capacitación en distintas modalidades (presenciales y virtuales) y ofertas de formación continua desarrolladas desde las instituciones de educación superior.

Este acompañamiento debe poner énfasis en los contenidos programáticos pero por sobre todo debe cuidar el desarrollo de habilidades para la enseñanza, para propiciar aprendizajes significativos. Esto implica que el docente desarrolle habilidades para leer el contexto local, nacional e internacional en el que desarrollará la práctica educativa, para comprender a cada estudiante como un sujeto único con necesidades particulares y específicas, para propiciar procesos de desarrollo comunitario entendiendo que la institución educativa es una comunidad de aprendizaje.

Promover el desarrollo de nuevo contexto social

El docente sin lugar a dudas es parte importante pero no la única pieza que debe moverse, su cambio está asociado a otros cambios. Como señala Ball y Bowe (1992), la puesta en acto implica movimiento, pero no solo de una parte sino de todas. Si solo se cambia al docente pero los demás aspectos permanecen sin modificaciones sustanciales, lo que se logra es continuar con prácticas que no incorporan las transformaciones necesarias. La política educativa se debe instalar en un contexto que debe disponerse al cambio para que esas nuevas propuestas puedan desarrollarse, puedan realizarse.

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